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Uno de los problemas que tenemos en el debate energético en España, y que precisamente este espacio quiere contribuir a arreglar, es que todo se ideologiza, y, cuando no interesa, se demoniza. Podría poner muchos ejemplos, pero uno que me llama particularmente la atención, porque incluso en medios como éste se le sigue dando mucha relevancia, es el tema de la tarifa eléctrica, el autoconsumo, y la presunta guerra que mantienen contra él el Gobierno y las eléctricas.

No voy a decir que a las eléctricas les guste el autoconsumo, por supuesto. No creo que nunca les vaya a quitar mucha cuota de mercado (recordemos por ejemplo que el consumo residencial en España supone sólo el 30% de la demanda eléctrica), pero aún así seguro que no tienen interés especial en promoverlo. Y tampoco me atrevo a decir si al Gobierno le gusta o no el concepto.

Pero lo que sí me atrevo a decir es que la reforma de las tarifas aprobada (subiendo la parte fija y reduciendo la variable) va en la dirección correcta. Y si eso supone menos autoconsumo o menos eficiencia energética, será para bien (más sobre esto luego). A continuación trataré de explicarlo brevemente (aquí hay un texto algo más extenso).

Permítaseme comenzar con una cita que seguramente estará ya grabada, o debería estarlo, en la mente de muchos que se dedican a la regulación eléctrica en España: “La tarifa no se fija, se calcula”. Este era uno de los mantras, repetidos hasta la saciedad, de Ignacio Pérez Arriaga en el Libro Blanco de la electricidad, y que sigue sin calar. De hecho, se podría incluso argumentar que es uno también de los problemas fundamentales de la regulación eléctrica en España.

Pedro Linares.
Pedro Linares.

Cuando la tarifa está bien calculada, y los agentes responden a sus señales, el sistema mejora su eficiencia. Así, por ejemplo, si es una tarifa con un término de potencia alto, los consumidores podrán responder a ella bajando dicho término (y reduciendo así la inversión en redes). El bajar el consumo energético en este caso reduce muy poco el coste en la realidad (se evitaría básicamente el gasto en combustibles como gas o carbón, porque las pérdidas son muy bajas en el sistema español), y por tanto lo lógico es que también reduzca poco la tarifa. Y eso sin olvidar que habrá costes que tendremos que seguir pagando independientemente de la potencia contratada o del consumo (los costes de política energética como apoyos a renovables o carbón, etc., o del regulador) y que por tanto podrían ser incluso independientes de la potencia contratada. Otra cuestión, claro, es si es el consumidor eléctrico el que debe pagar estos costes, aunque eso se queda para otro día…

En cambio, una tarifa que siguiera teniendo un término de energía artificialmente alto generaría señales incorrectas: los ahorros que obtendrían los consumidores al rebajar su consumo no serían reales, porque no habría reducción real de costes. Así que tendrían que salir de otros consumidores, que tendrían que pagar más para compensar la pérdida de ingresos.

Además, una tarifa bien calculada permitiría eliminar el peaje de respaldo, que, aunque necesario para recuperar costes si la tarifa no está bien diseñada, es entre otras cosas discriminatorio: ¿por qué no se aplica por ejemplo cuando alguien reduce el consumo, en lugar de con paneles fotovoltaicos, comprando una nevera más eficiente?

En mi próximo artículo hablaré de las consecuencias de las nuevas tarifas sobre la eficiencia energética. Pero mientras, y para terminar, me gustaría dejar claro, por si no lo estaba ya, que yo no tengo nada en contra del autoconsumo. Me parece una opción perfectamente válida para satisfacer nuestras necesidades energéticas, con ciertas ventajas, y también, como las demás, con inconvenientes. Creo por tanto que debe ser capaz de jugar sus opciones en el mercado, en igualdad de circunstancias con las demás opciones. Y si, por las razones que sea, queremos subvencionarlo, hagámoslo, pero de forma explícita, no escondiéndolo dentro de una estructura de tarifas equivocada que lo único que hará es pasar costes de unos agentes a otros sin dar las señales correctas para la eficiencia del sistema.

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