Política energética

Barack Obama, el presidente amigo de las renovables

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Dentro de unos meses finalizará el segundo y último mandato de Barack Obama. Su legado en política energética pasará a la historia por su apoyo decidido al desarrollo de las energías renovables y por haber reconocido abiertamente la existencia del cambio climático como uno de los más graves problemas a los que se enfrenta el planeta.

No hay duda de que el sector de las energías limpias ha sido su 'niño bonito'. Poco después de asumir el cargo, Obama puso en marcha la Ley de Recuperación y Reinversión (ARRA), más de 90.000 millones de dólares en inversión pública e incentivos fiscales para impulsar la economía de las renovables. Se invirtió en todo lo que tenía que ver con el sector, desde la fabricación de tecnología hasta los eficientes contadores inteligentes.

Y surtió efecto. El conjunto de estas tecnologías se ha expandido a un ritmo trepidante. En 2014, el sector tuvo un crecimiento récord del 14% -cinco veces más que su PIB- alcanzando un valor de mercado de casi 200 millones de dólares, según la AEE Technology.

Solar fotovoltaica

Pero la que ha vivido especiamente sus años dorados ha sido la solar fotovoltaica. Desde los 382 GW de 2009 la potencia instalada se ha ido duplicando más o menos cada tres años, marcando récords en 2014 y 2015. Tanto es así que en los últimos cinco años las instalaciones se han multiplicado por 16.

Una señal de que la estrategia de Obama ha sido buena es que se ha conseguido que la eólica y solar hayan llegado al punto en que son económicamente viables. Los PPAs (power purchase agreements o Acuerdos de Compra de Energía) de energía eólica en EEUU están bajando de los 2,5 centavos de dólar por kilovatio-hora, mientras que los precios de la solar a gran escala han llegado a mínimos históricos.

Al mismo tiempo, hogares, pymes y la gran industria están comprando más energía renovable que nunca, el autoconsumo es tendencia en la mayoría de Estados y la mayoría de las empresas han puesto en marcha algún tipo de plan de sostenibilidad. Por otra parte, las eléctricas están cambiando el chip. Empiezan a ver a las renovables como una manera de ofrecer electricidad asequible y fiable, y no como un problema.

La transición energética ya está en marcha en uno de los países con más reservas de petróleo bajo su suelo del mundo.

Transporte sostenible

En el capítulo de la movilidad sostenible, es cierto que Obama no cumplió con su objetivo de poner un millón de vehículos eléctricos en la carretera en 2015, pero podría decirse que el presidente es responsable de estimular a los fabricantes de automóviles, desde General Motors a Mercedes o Porsche, para que produzcan modelos comercialmente viables.

Quien sí se ha aprovechado hasta la última gota de las ayudas estatales ha sido Elon Musk y su revolucionaria Tesla. Gracias a un préstamo de 465 millones de dólares hace nueve años (ya devuelto), ahora sus vehículos son líderes del sector y sus baterías son la envidia de los I+D de la competencia. Al igual que la casa Ford, con su motor EcoBoost con el que logra una mayor eficiencia de combustible convencional. En conjunto, todas estas tecnologías para ser más eficientes en el consumo de combustible podrían ayudar a ahorrar unos 600 millones de toneladas métricas de CO2 al año.

El auge del fracking

La Administración Obama también pasara a la historia por ser la que lideró el auge del fracking, del aumento del gas esquisto en los mercados y una de las causas de la caída de los precios mundiales del petróleo.

Sin embargo, a buen seguro que la industria del petróleo y del gas en EEUU no piensan así, más bien que ha sido un obstáculo para la industria en general. El rechazo interminable de Obama para construir el oleoducto Keystone XL también ha abierto la puerta para que los oponentes critiquen su gestión y su obsesión en bloquear proyectos de infraestructuras de combustibles fósiles.

Keystone XL es un oleoducto que vincularía la región canadiense de Alberta con el estado estadounidense de Nebraska para el transporte del petróleo procedente de las arenas bituminosas y cuya construcción tenía que ser aprobada por el gobierno estatal porque cruzaba una frontera internacional. Obama nunca le ha dado luz verde.

¿Y el carbón?

Este capítulo también es controvertido en la primera potencia mundial. En su lucha por reducir las emisiones de CO2, Obama señaló con el dedo al carbón, uno de los más contaminantes, ya que pretendía reducir en un 32% esas emisiones en 2030. Entre sus decisiones se encuentra la paralización de nuevas concesiones de tierras para continuar con la explotación del carbón además de nuevas regulaciones para limitar las emisiones de dióxido de carbono de sus centrales térmicas.

Los republicanos han atacado estas normas acusando a Obama de iniciar una guerra contra el carbón y de llevar a la ruina a uno de los sectores más activos del país. Y algo así es lo que ha pasado. Grandes compañías como Arch Coal, la segunda más grande del país, se declaró en quiebra hace unos meses, y el empleo en el sector del carbón han caído a sus niveles más bajos desde la década de los ochenta.

Por contra, la Administración Obama ha destinado 8 millones de dólares para desarrollar la tecnología de captura y almacenamiento de CO2 para el carbón, el gas y el petróleo.

Y por último la energía nuclear que no emite CO2, también se ha beneficiado. El presidente aprobó una partida de 8 millones de dólares para ayudar a construir en Georgia los primeros reactores nucleares tras más de 30 años.

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