Para satisfacer las necesidades de su mix de energías primarias (43,6% petróleo, 21,5% gas natural, 8,7% carbón, 12,2% nuclear y 14,2% renovables en 2013) España debe importar gas, petróleo, carbón y uranio, siendo un país muy dependiente energéticamente del exterior. Sin tener en cuenta las importaciones del combustible nuclear (considerando una fuente energética domestica a efectos estadísticos) EUROSTAT sitúa dicha dependencia en un 70,5% en 2013, muy por encima de la media del 53,2% correspondiente a la UE-28 y el 60,1% de los diecinueve países de la zona Euro. Dentro de este marco general, debe destacarse que según la fuente citada, la dependencia de nuestro país de las importaciones de petróleo y sus productos fue del 97,4% en 2013 (frente al 87,4% de la UE-28 y el 96,3% de la zona Euro) mientras que la del gas natural fue del 98,6% (por un 65,3% y un 70,3% de la UE-28 y la zona Euro, respectivamente).
Desde un punto de vista de la seguridad de abastecimiento energético, los riesgos e inconvenientes derivados de la situación de dependencia comentada han sido adecuadamente gestionados en nuestro país, que ha sabido diversificar la procedencia de sus suministros de hidrocarburos y dotarse de una infraestructura logística apropiada. Además, nuestro país se encuentra integrado en el sistema de respuesta desarrollado por la OCDE frente a posibles interrupciones de suministro y otras situaciones de emergencia.
Sin embargo, nuestra elevada dependencia energética supone un importante lastre para la economía del país. Así, según datos del MEyC, de enero a diciembre de 2014, el balance comercial (importaciones-exportaciones) de productos energéticos arrojó en nuestro país un déficit de 38.071,1 millones de euros (de los cuales, 29.065,3 correspondieron al petróleo y derivados y 8.239 al gas natural). Una cifra, equivalente al 4% del PIB, que representó aproximadamente el 156% de todo el déficit comercial español (24.471,9 millones de euros).
Es interesante constatar que de enero a diciembre de 2014, el déficit comercial en concepto de productos energéticos se incrementó en un 7,1% respecto al del mismo periodo de 2013, mientras que el conjunto del déficit comercial en nuestro país se reducía en un 53,4%, debido al aumento de las exportaciones.
¿Qué podemos hacer para mejorar esta situación? La respuesta, a mi juicio, pasa por emprender actuaciones decididas de mejora en los siguientes tres frentes:
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Impulsar el ahorro y la eficiencia energética. Los datos de EUROSTAT sobre la intensidad energética de la economía de nuestro país muestran un notable progreso en este campo, ya que España ha rebajado este índice (expresado en kg de equivalente de petróleo por cada 1000 euros de PIB) de 158,3 en 2002, a 128,9 2 en 2013. Una cifra esta última que se sitúa por debajo de la media de la UE-28 (141,6) y de países tan significados de nuestro entorno como Alemania (130,6) y Francia (143) pero que todavía puede rebajarse hasta llegar a niveles comparables, por ejemplo, a los de Italia (117) o Reino Unido (102,7).
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Propiciar la electrificación de nuestro sistema energético a partir del desarrollo de fuentes de generación autóctonas, fundamentalmente de las renovables maduras y competitivas, sin olvidarnos de la nuclear. Respecto a la importancia de las renovables cabe destacar que su progresivo incremento de penetración en el mix eléctrico (la electricidad generada a partir de fuentes renovables ha pasado de un 19% del total del consumo en 2004, a un 36,4% en 2013) constituye, junto a la caída de la demanda, una de las razones que explican que nuestro país haya reducido su dependencia energética desde el 81,3% en 2008, al 70,5% en 2013, un porcentaje este último que constituye el mínimo desde 1996.
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Apostar por la exploración de hidrocarburos convencionales y no convencionales, tanto en tierra como en mar. A fin de cuentas, no deberíamos pasar por alto que la mayoría de las cuencas sedimentarias españolas están sub-exploradas: se necesitan cinco sondeos perforados cada 1000 km^2^ para considerar una cuenca como explorada y bajo estas condiciones solamente la cuenca cantábrica podría catalogarse como tal. Diversos informes certifican que el subsuelo de nuestro país alberga un interesante potencial en recursos técnicamente recuperables de petróleo y gas, pendiente de verificación científica. Un proceso que se ve dificultado por dos razones. En primer lugar por el denominado espíritu NYMBY (not in my backyard) muy en boga en España y, en segundo lugar, por la maraña administrativa (estatal, autonómica, y local) que las empresas deben sortear para llevar a cabo sus proyectos.
Para finalizar, conviene recordar que sea cual sea nuestro mix energético de energías primarias y finales, la existencia de unos mercados eficientes y competitivos, bien regulados y conectados internacionalmente, constituye un elemento crucial para una adecuada gestión de la dependencia energética.
Mariano Marzo es catedrático de Recursos Energéticos en la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo Editorial del Periódico de la Energía.
Dabama
10/07/2015