La reunión del G-20 en China puede haber sido histórica por la decisión de China y de EEUU, los dos mayores emisores de carbono del planeta, de ratificar el tratado sobre el clima de París, una iniciativa que es casi seguro que entre en vigor en 2017, tres años antes de lo previsto.
Sin embargo, la agrupación de las naciones más poderosas del mundo todavía no ha actuado con la necesaria contundencia para poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, a pesar del acuerdo alcanzado en este sentido en la cumbre del G-20 celebrada en la ciudad estadunidense de Pittsburgh en 2009, en la que se adquirió el compromiso de terminar con los subsidios a este tipo de combustibles, lo que Bloomberg ha definido como la "política más tonta" del mundo.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que los países del G-20 gastaron 493.000 millones de dólares en subsidios al consumo de combustibles fósiles en 2014, mientras que Instituto de Desarrollo Internacional del Reino Unido sugiere que los países del G-20 solo dedicaron una suma de 450.000 en apoyar al productor ese año. El Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúa los subsidios anuales totales a los combustibles fósiles, si se contabilizan los impactos ambientales y climáticos no pagados, en más de 5 billones de dólares.
La semana pasada, el Consejo Editorial de Bloomberg dijo que los subsidios a los combustibles fósiles eran la política más tonta que pudieran encontrar en el mundo, diciendo que ese gasto "ridículo" sería un derroche económico incluso aunque no dañara el medio ambiente.
"Los subsidios a los combustibles fósiles alimentan la corrupción, desalientan el uso eficiente de la energía y promueven industrias de capital intensivo innecesariamente", decía Bloomberg en su editorial. "Los subsidios sostienen a los productores de combustibles fósiles no viables, son un freno a la innovación y alientan a los países a construir oleoductos antieconómicos y plantas eléctricas de carbón”.
"Por último -y más importante- si los gobiernos quieren tener alguna esperanza de cumplir sus ambiciosos objetivos climáticos, tienen que dejar de pagar a la gente por utilizar y producir combustibles fósiles", concluye Bloomberg, para quien el compromiso del G-20 de 2009 es "inútil" y "demasiado vago", por lo que pedía a los gobiernos que se pongan de acuerdo primero en medidas estándar para medir e informar sobre las diversas subvenciones y fijar plazos estrictos para su eliminación.
“Proteger a los pobres es importante, pero no tiene por qué ser difícil: un menor gasto en subsidios a los combustibles sería liberar ingresos para ese fin. Hay que tener en cuenta, además, que los subsidios al combustible benefician principalmente a la clase alta y media. (En los países de bajos y medianos ingresos, los hogares ricos utilizan mucho más combustible subvencionado que los hogares pobres.) La resistencia política a la reforma de los subsidios a menudo surge más del costo que impondría a los más acomodados que de la carga que supondría para los más pobres”.
Pero el G-20 ha hecho oídos sordos s estas y otras peticiones de las ONGs internacionales y se ha limitado a decir que sólo ha sido capaz de "reafirmar nuestro compromiso de racionalizar y eliminar los ineficientes subsidios a los combustibles fósiles ... reconociendo la necesidad de a poyar a los pobres. Esperamos poder seguir avanzando en el futuro ", dice el comunicado final del G-20. Un bagaje muy pobre para lo que se esperaba de esta reunión del club de los países más poderosos del planeta.
Las ONG esperan ahora que Alemania, que se hará cargo de la presidencia del G-20 el próximo año, convoque en breve la próxima cumbre. Algunos dicen que será la "última oportunidad" para acordar una fecha para la finalización de los subsidios. Esperemos que, para entonces, no dejen pasar una valiosa oportunidad, como ha ocurrido el pasado fin de semana en Hangzhou.
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