Dinamarca puede presumir de estar entre los países que han apostado claramente por una transición energética renovable. En su hoja de ruta se han marcado un objetivo muy ambicioso, conseguir en 2050 que el 100% de su energía proceda de fuentes renovables. Actualmente, la cuota de energías limpias en el mix energético del país es del 56%, siendo líder indiscutible la eólica con el 41% del total. Sin embargo, aún les pesan los fósiles, con una participación del 44% (datos de 2015).
Mientras llega esa fecha, hay hitos intermedios. En 2020, el Gobierno danés se ha propuesto llegar hasta el 79% de cuota renovable, siendo la eólia el 54% del total, y en 2025 alcanzar el 90%, con un 61% de eólica. Mikkel Larsen, agregado de Comunicación en la Embajada de Dinamarca, nos explica cuál ha sido el largo camino que se ha hecho hasta llegar a un pacto entre todas las fuerzas políticas para dibujar el futuro energético del país.
Sois uno de los países más ambiciosos en materia energética. Os habéis propuesto alcanzar un escenario 100% renovable en el año 2050, ¿cuál son las razones que os han llevado a tomar esa decisión?
Todo esto empezó con la crisis del petróleo del año 73. Dinamarca entonces dependía en un 93% de la importación de combustibles fósiles, sobre todo de petróleo. La crisis nos golpeó muy fuerte y tuvimos que repensar todo el sistema energético. Se tomaron medidas muy drásticas para ahorrar en consumo, como por ejemplo prohibir la circulación en coche los domingos, (tanto es así que la policía buscaba infractores), y en invierno se sufrió racionamiento de combustibles para la calefacción. Se pasó frío, se pasó angustia, y eso despertó al país. Fue una alarma. Así que de depender tanto del exterior se pasó a crear una política a lo largo de los años de consenso político con dos patas principales: generar y consumir energías autóctonas, como el petróleo y el gas del Mar del Norte además de la energía eólica, y por otro lado, desarrollar la eficiencia energética.
Pero a principios de 2000, la producción de combustibles fósiles empezó a descender y la previsión iba a peor, no se iba a producir al menos a los niveles de antes o los yacimientos no iban a ser tan rentables. Entonces, se decidió volver a dar un salto más allá y es ahí donde se formula la estrategia de 2050.
Se dibujó un road map de dos fases: la primera eficiencia energética y renovables, con mucho peso de la eólica, y luego una segunda fase, que empezará en la siguiente década, con la electrificación del sistema, con redes inteligentes y un sector de movilidad sostenible, que es donde tenemos un largo camino por recorrer.
Hace cinco años, en 2012, todos los partidos políticos con representación en el Parlamento acordaron los objetivos para 2020, y ahora la Comisión de Energía, un equipo liderado por empresarios, ha presentado un informe para poder alcanzar los objetivos 2030 y 2050. Por ejemplo, la electrificación tendrá mucho más peso en la década de 2020 pero cada vez será más difícil aumentar la potencia instalada eólica. Sabemos que no podemos construir parques eólicos offshore sin parar, pero sí podemos cambiar y repotenciar los parques onshore, y así con menos máquinas pero más potentes, aumentará la producción eléctrica.
Dinamarca se ha convertido en una de las primeras potencias en energía eólica, ¿qué representa el sector energético para el conjunto de la economía del país?
La energía ocupa mucho espacio en Dinamarca pero también en la imagen que transmitimos de nuestro país. A lo largo de los años se ha creado un tejido de empresas danesas muy potentes, de altas tecnologías, internacionales, que exportan know-how, sobre todo en eólica pero también en eficiencia energética, y estas empresas dan trabajo a más del 2% del total de la población activa (56.000 empleados en 2015) y hoy en día es el 12% de nuestras exportaciones y el 4,5% del PIB danés. Es uno de los sectores industriales con más peso en la economía del país.
Tenemos empresas de talla mundial, como Vestas, que hasta hace muy poco era el mayor fabricante mundial de turbinas eólicas, o Dong Energy, el mayor operador mundial de parques eólicos marinos, pero también somos punteros en eficiencia energética con empresas como Danfoss, Grundfos, RockWool y Velux, que trabajan desde diferentes ángulos como la lana de roca para aislamiento o los termostatos para calefacción.
Y luego se ha creado un tejido de pymes que ayudan a estas grandes empresas, que también exportan sus productos y servicios.
El sector eólico es el principal impulsor de la transición energética en el país, pero ¿cuáles serán las otras tecnologías que ayudarán a cumplir con los objetivos 2050?
La eólica tiene una desventaja, la fluctuación de la fuerza del viento, y aunque en Dinamarca sopla mucho el viento, no sopla igual todo el tiempo. Por eso, desarrollaremos más la biomasa, que actualmente ocupa un 11% en el mix energético, y la fotovoltaica, que está creciendo en nuestro país. Ahora representa un 2% pero está previsto que para 2025 sea casi de un 10%. Y también apostamos por desarrollar el biogás aprovechando nuestra industria agroganadera con grandes explotaciones porcinas.
Por último, tenemos pendiente la transformación de las plantas de cogeneración, que suman hasta 700 plantas distribuidas por todo el país, y que muchas de ellas siguen consumiendo carbón. No solo se implantarán medidas de eficiencia energética sino que se sustituirá ese combustible por biogás o gas.
Como en la segunda fase del plan, se incluye la electrificación del sistema, ¿cómo afrontáis el reto de la movilidad sostenible, el vehículo eléctrico o de otros transportes alternativos?
En Dinamarca el coche no tiene la posición que tiene en España. Para decirlo de una manera un poco provocadora, veo que los españoles con el coche son muy americanos, incluso para algunos es un tema de libertad personal coger su coche.
Solo en Copenhague, más de la mitad de los habitantes van en bici para ir a su lugar de trabajo o de estudio y de hecho se han habilitado en los lugares de trabajo infraestructuras e instalaciones adecuadas, como duchas o vestuarios donde la gente puede cambiarse. Ven normal recorrer más de veinte kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Y aunque llegue el invierno, con nieve, con lluvia o si hace frío no se deja de utilizar las bicis. Además las bicis tienen preferencia. Cuando nieva, el quitanieves pasa antes por el carril bici que por el de los coches.
Los mayores, para ir la centro de la ciudad, ni se plantean coger un coche, te miran diciendo “para qué”, van en bici, andando o en transporte público.
Hemos podido comprobar que cada vez que se hacen un carril específico para la bici, sube su uso enormemente, porque da seguridad, por lo que hay que separar los diferentes usuarios de la carretera. Los coches en su lugar y las bicis en el suyo. Eso limita enormemente los conflictos y hace que la gente se sienta más segura. En este sentido, se ha creado en todas las ciudades de Dinamarca, carriles bici e incluso autovías para bicis que salen a más de 20 km al extrarradio.
Pero nuestro objetivo es, aparte de seguir fomentando el uso de la bici, es electrificar el transporte. Para ello, se está fomentando el uso del metro en las ciudades, y en el transporte marítimo, ya que nuestro país está lleno de islas, se prevé ir sustituyendo los ferries actuales, muy contaminantes, por otros más verdes, probablemente con el uso de gas como combustible alternativo.
Europa está inmersa en el proceso de crear una Unión de la Energía, ¿cuál es la postura de Dinamarca y cómo participará en su desarrollo?
Por el momento, nuestro mercado mayorista del electricidad del norte, el Nord Pool, funciona muy bien. Hay mucho intercambio entre los países nórdicos y los Bálticos. Por ejemplo, cuando no hay mucho viento, compramos electricidad de las centrales hidroeléctricas de Noruega, y cuando lo hay, utilizan nuestra electricidad para los sistemas de bombeo de sus centrales. También hay intercambio con Holanda, Reino Unido y Alemania, aunque en concreto con este país tenemos un tapón como el que tiene España en la frontera con Francia.
En definitiva, el Nord Pool es una historia de éxito, y además es imprescindible si se quieren desarrollar las renovables, por lo que no podemos estar más a favor del planteamiento de la Unión Europea, es decir crear un mercado interior con regiones que interactúan y se intercambian energía. La idea del mercado energético europeo es un gran avance, es lo que necesitamos, porque para poder construir más renovables, para poder integrarlas, hay que tener un mercado más grande. Es imprescindible.
En España se lleva hablando mucho tiempo de la necesidad de un Pacto de Estado de la Energía, pero es muy difícil que todos los partidos políticos lleguen a un consenso, ¿cómo se ha conseguido en Dinamarca y en tantas ocasiones?
El sistema político danés es muy diferente al español. Llevamos 100 años sin una mayoría absoluta así que los consensos son necesarios, y son buenos porque dan estabilidad al sector a más largo plazo -si todos firman un acuerdo, aunque cambie el gobierno el acuerdo perdura. También hay matices entre las diferentes ideologías pero todos han tenido claro que no quieren que Dinamarca dependa de la importación de energía y la única opción para evitarlo ha sido el plan estratégico diseñado para los próximos 50 años.
Supongo que la política danesa es un reflejo de lo que hay en la sociedad y probablemente esa cultura de consenso también sea ese reflejo de cómo se funciona en el país.
Desde la crisis de 1973 todo cambió. Mi madre iba por la casa diciéndonos que apagásemos las luces de las habitaciones cuando no estuviéramos en ellas, o cerráramos las puertas cuando hacía frío. También se nos decía en el colegio. Incluso por climatología cerraban el cole y ese día no había clases porque hacía demasiado frío. Y eso se vive desde pequeño, por lo que todos tenemos la conciencia de que hay que ahorrar en el consumo energético.
Y ahora ya no es solo una cuestión económica sino además medioambiental, pero si quieres conseguir que se proteja el medio ambiente, la gente tiene que ver un impacto directo en su vida, y el bolsillo es donde más se nota. Por ejemplo, en estos años de atrás, se han llevado a cabo planes para reformar las casas o los edificios públicos, y se ha comprobado que el gasto ha sido mucho menor y al ver los beneficios, la sociedad lo apoya y es consciente, o las empresas que han bajado más del 20% de su consumo por medidas de eficiencia energética, han mejorado en competitividad también han cambiado su mentalidad.
Esa cultura del ahorro energético y de la eficiencia energética, ¿también es necesaria en España?
En España la conexión de que detrás del interruptor hay un sistema de generación eléctrica no está tan arraigada, la gente no se para a pensar de dónde viene la energía. Me llama mucho la atención que haya edificios con calefacción central, donde si vives arriba no te llega calor y si vives abajo, la temperatura es tan alta que tienes que abrir las ventanas, incluso en invierno.
Hay muchas empresas danesas que ofrecen sus servicios en eficiencia energética en España y me cuentan que van a una comunidad de vecinos y ven mucha reticencia a cambiar. Por ejemplo, creen que es un tema de libertad abrir la ventana en invierno si quieren.
También les sorprende que las medidas en eficiencia energética puede que no se lleguen a implantar en una comunidad porque solo dos vecinos no quieren y no se puede hacer nada.
Yo recuerdo que en Copenhague hace unos años se movió a la población de un lado al otro de la ciudad, les sacaron de sus casas durante siete meses para reformar bloques enteros, pero como había subvenciones y campañas explicando los beneficios, no hubo protestas. Y ahora la gente está encantada con sus edificios reformados y eficientes.
Es importante hacer campañas de divulgación e información porque me consta que el Gobierno actual sí que ha puesto la eficiencia energética como prioridad, pero él mismo se enfrenta a un problema con la inversión en rehabilitación de edificios públicos, que cuenta como gasto anual y por tanto se sumaría al déficit público, lo que dificulta que se pongan en marcha en España estas medidas y que avance. Esperamos que se busque una solución ahí y que así se pueda acceder a las ayudas comunitarias porque está todo muy parado.