Hablemos de las medidas que pueden adoptarse para incentivar el cambio, de la directiva de energías renovables que está ultimando la Comisión Europea, hablemos de autoconsumo energético, pero no en el marco planteado por el Gobierno y las grandes eléctricas, que busca la exclusión de las renovables desde 2011, provocando la expulsión de los productores independientes y dificultando el empoderamiento ciudadano a través de la inversión responsable, el cambio de comercializadora o el autoconsumo.
Tampoco debemos hablar en los mismos términos que utilizan los padres de la criatura (léase ‘impuesto al sol’) donde al padrino ya no se le oye y el padre quiere adjudicarse la etiqueta de amigo, valedor y salvador de las renovables en cuantos foros sectoriales se digna a participar.
Hablemos pues del autoconsumo, estableciendo un nuevo escenario donde el ciudadano asume el papel protagonista, se corresponsabiliza y decide qué tipo de energía quiere consumir y producir, en lugar de desempeñar su papel habitual de cliente pasivo que paga a cambio de un servicio.
La elevada densidad de población en nuestras ciudades convierte a los edificios en causa de un tercio de las emisiones; en paralelo, la reducida superficie de sus cubiertas y azoteas, sobre todo en el centro de las ciudades, no permite dimensionar instalaciones fotovoltaicas que cubran las necesidades energéticas de las viviendas que alberga cada inmueble, cuya dependencia es cercana al 100%. Por ello, el autoconsumo compartido es una opción más que necesaria si realmente queremos cumplir los objetivos acordados a escenarios 2030 y 2050 de la Cumbre de París.
Estamos hablando de soluciones para comunidades de vecinos, para manzanas, para barrios.
En esta materia ya está todo inventado, son muchos los países de nuestro entorno que están introduciendo esta forma de autoproducción coparticipada. Sin ir mas lejos, Francia, cuya Ordenanza n° 2016-1019 aprobada el pasado 27 de julio, apunta ya en su articulado al “autoconsumo colectivo cuando se realiza el suministro de electricidad entre uno o más productores y uno o más consumidores finales unidos entre sí en una corporación cuya punto de salida e inyección se encuentran en la misma antena de baja tensión de la red de distribución pública”.
Volviendo a nuestro país, la iniciativa municipal _Madrid 100% Sostenible _presentada a través del portal Decide Madrid, ha alcanzado ya el umbral necesario en apoyos para pasar a votación ciudadana.
Esta iniciativa, bajo el epígrafe “Queremos un Madrid que no amanezca con una boina de contaminación gris, que desafíe a las eléctricas, potencie las renovables y se asegure de que a ninguna familia le corten la luz este invierno”, pretende fomentar las energías renovables y la eficiencia energética, e impulsar una revisión de las ordenanzas municipales para favorecer los sistemas de auto-abastecimiento energético a partir de energías renovables.
Sin embargo, apenas un mes después de incluir esta propuesta, entró en vigor el Real Decreto 900/2015 de Autoconsumo, que supuestamente venía a regular, impulsar y facilitar todas estas demandas, pero que en la práctica ha desembocado en el bloqueo sistemático de las nuevas instalaciones de autoconsumo, amén de prohibir expresamente la opción de que varios consumidores puedan compartir una única instalación de autoproducción.
Por ello, es necesaria una nueva redacción de esta normativa. Simplemente la derogación de su artículo 4.3, a lo cual se comprometieron por escrito la mayoría de partidos del Parlamento en febrero de este año, ayudaría a que el autoconsumo se desarrolle en el ámbito doméstico urbano a través de miles de instalaciones compartidas.
Además, debemos deshacernos de las trabas burocráticas impuestas desde las grandes distribuidoras, que deben jugar un papel fundamental tanto en la agilización de los trámites administrativos como en asumir determinadas competencias justamente remuneradas en algunas de las opciones de autoconsumo por el uso de las redes, que no deberían ver como una sobrecarga administrativa, sino como una oportunidad de modernización a futuro de la gestión energética a pequeña escala y distribuida como apuntan los modelos smart grids.
Pero estas medidas suponen algo más que la sustitución de las tecnologías de abastecimiento, algo más que los ahorros que producirían en las facturas energéticas de la ciudadanía, algo más que el fomento de las energías renovables, incluso algo más que evitar emisiones de gases de efecto invernadero. Porque el autoconsumo compartido representa la mejor herramienta para la democratización y el acceso a la energía.
Quizás esto cambie las reglas de juego y demuestre que la configuración y el modo de fijación de los precios de la electricidad no son acordes a los costes de producción, poniendo de manifiesto una vez más la necesidad de una auditoría profunda del mercado eléctrico. Un cambio provocado en parte por el debate sobre la fórmula que se adopte para la retribución de los excedentes vertidos a la red que provienen del autoconsumo.
En todo caso, detrás de la inacción del Gobierno y el veto al autoconsumo compartido se esconde la estrategia de las grandes energéticas privadas y de sus representantes políticos. Si el actual sistema ha perdido el Norte, desde la ciudadanía estamos obligados a buscar un Sur de valores, porque no hay cambio de sistema sin cambio radical de sistema energético, y esta vez no recorreremos el camino en bici, lo haremos en tándem.
Julio Campo es coordinador nacional de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético.
Luis Villar (@LuisVillarPerez)
14/10/2016