La Agencia Internacional de la Energía (AIE) no es muy optimista sobre el futuro del gas en el mundo. Según su último informe Medium-Term Gas Market Report 2016, la demanda de esta materia prima, aunque aumentará marginalmente en los próximos cinco años, no tendrá un buen comportamiento porque es difícil para el gas competir en un mundo de carbón muy barato, de caída de los costes de las renovables y del continuo apoyo de políticas favoreciendo las energías limpias.
Desde 2012, la demanda mundial de gas sólo ha aumentado un 1% cada año y pronostica que hasta 2021 su crecimiento anual será del 1,5%, un ritmo que contrasta con la media de los diez años anteriores, que fue del 2,2%.
Pero no es solo el gas. Para la organización, la lenta evolución de la demanda de energía primaria y la disminución de la intensidad energética de la economía mundial están ralentizando la demanda de todos los combustibles fósiles. La transición energética hacia un escenario más renovable de China y el estancamiento de las economías europeas no está ayudando mucho a que cambie esta tendencia.
En Asia -con la caída récord en los precios del gas- tampoco remonta. La ausencia de una relación directa entre demanda y precios sugiere que otros factores están compensando el impacto del gas barato. Aunque se podría pensar que los bajos precios de los combustibles fósiles podrían elevar el riesgo de debilitar las políticas de apoyo a las energías renovables, nada evidencia que esto esté ocurriendo. Y en concreto, se prevé que la demanda en Japón y Corea - que importan a día de hoy casi el 50% de las importaciones mundiales de GNL - se estancará o incluso disminuirá drásticamente dependiendo de la capacidad de remontada nuclear en el país nipón.
América Latina y Oriente Medio ofrecen posibilidades de crecimiento, pero ninguna de estas regiones es un mercado natural para las importaciones de GNL, con lo que su evolución no es muy significativa en el cómputo mundial.
Y ¿en EEUU? La situación es muy similar. Según el informe, el consumo de gas se estanca e incluso podría ir a la baja, entre otras razones por los incentivos federales para el desarrollo de la energía solar y eólica, que garantizarán la continuidad de su fuerte implantación para el resto de la década.
Por último está la feroz competencia que va a vivir Europa. El consumo de gas tendrá un débil crecimiento mientras se desarrollan las energías renovables, pero como las políticas europeas abogan por eliminar el carbón y reducir la capacidad nuclear, esto permitirá cierto margen de maniobra para la generación por gas. La cantidad exacta dependerá tanto de los precios como de los avances hacia una mayor integración de los sistemas eléctricos europeos.
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