Es cierto que la palabra postureo aún no tiene su sitio en el Real Diccionario de la Lengua Española. No creo que tarde mucho en hacerlo. Pero por si alguien desconoce su significado es un neologismo acuñado recientemente y usado especialmente para expresar formas de comportamiento y de pose, más por imagen o por las apariencias que por una verdadera motivación. El ser “el más guay” de toda la vida.
Pues eso ha pasado con la central nuclear de Garoña. Todo lo que ha sucedido desde diciembre de 2012, cuando dejó de operar en el sistema eléctrico español, hasta este martes 1 de agosto ha sido una pose.
Garoña se ha convertido, sin quererlo, en el gran caballo de batalla entre el lobby antinuclear y las eléctricas. Y luego contra el PP. Todo el mundo, cercano al sector eléctrico, sabía perfectamente que Garoña nunca se iba a reabrir. El mismo mercado eléctrico lo ha dejado claro en estos años. No era ni es necesaria. ¿Para qué reabrirla?
Garoña ha sido una cortina de humo de los grandes males del sistema eléctrico español. A todos les convenía hablar de ello, sin realmente decir nada. Garoña, sí; Garoña no. El caso era hablar de la central nuclear. Y eso que estaba cerrada. Porque por si alguien no lo sabe, la central ya estaba cerrada. Nadie ayer la cerró ni ordenó su cierre. Ayer el ministro Nadal solo anunció que no va a reabrirla. Algo que ya se sabía.
Solo faltaba por conocer quién se iba a apuntar el tanto de anunciarlo. Y ha sido él, Álvaro Nadal, ministro de Energía, en un acto en el que no dijo nada y no dio ni una explicación de peso que dé algo que pensar. La gran excusa del Gobierno es que las eléctricas propietarias, Iberdrola y Endesa, están en desacuerdo. Y también a que no tiene ni un apoyo en el Congreso de los Diputados que le ayude un poco a sostener la cortina.
¿Qué hay detrás de este anuncio? La única verdad es que ya no se hablará de Garoña. Ahora, es cuando debería iniciarse el verdadero debate energético. ¿Qué hacer con la nuclear?
Ahora es cuando todo el sector debería sentarse a hablar, a debatir sobre el futuro de la nuclear. ¿Qué hacer con Almaraz? ¿Y con Trillo? ¿Y Vandellós? ¿Construimos o no el ATC? Ahora llega el verdadero debate. No lo de Garoña.
Eso de apuntarse el tanto de que “hemos conseguido cerrar Garoña”. “Gracias a nuestra labor hoy se ha cerrado Garoña”, suena a cuento chino (con perdón de los chinos). No es serio todo lo que se está diciendo. Dice muy poco de los españoles. La gente en las redes sociales alborotada porque se cerraba una central nuclear que ya estaba cerrada.
Lo único que hacía Garoña era generar decenas de millones de euros de pérdidas a Endesa e Iberdrola. Realmente, ellas eran las interesadas en que se tomara alguna decisión rápida, algo que no ha sucedido porque los políticos estaban detrás de la cortina de humo. Probablemente si por ellas fuera ya hubiese empezado el desmantelamiento hace años. Pero había que crear polémica donde no la había. Una polémica que hoy se ha acabado.
Este martes 1 de agosto se recordará también por cómo los cuatro grandes partidos al fin estuvieron en algo de acuerdo. ¿O no? PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos no les ha quedado otra que aplaudir la decisión de Nadal que los ha dejado en fuera de juego. No se lo esperaban.
El Consejo de Seguridad Nuclear ha sido también parte importante de todo este postureo, y eso que son los técnicos de todo este jaleo. Pero no por los trabajadores del organismo, sino por los consejeros nombrados a dedo por los políticos, o por PSOE y PP.
En febrero de este año al fin dio a conocer su veredicto sobre el futuro de Garoña. Dio el visto bueno a la reapertura si se tomaban una serie de medidas que hacían económicamente inviable el proyecto. Pero no lo dijeron muy claro. Mejor pasar el marrón al Gobierno.
Y casi seis meses después Nadal toma la decisión de no reabrirla. Evita que las compañías eléctricas se tengan que pronunciar al respecto de la viabilidad de la central nuclear. La gran batalla no es reabrir Garoña o cerrarla definitivamente. La gran batalla (valga la redundancia) está en los impuestos a la nuclear que la hacen totalmente inviable. Y ahí el Gobierno no quiere entrar, de momento. Porque tarde o temprano tendrá que hacerlo.
En dos años se conocerá la postura del TJUE sobre el impuesto al combustible nuclear, el del 7% a la generación y el canon hidráulico. Dos de ellos afectan directamente a la viabilidad de las nucleares.
Ahora el Gobierno ha aprovechado que Iberdrola y Endesa están en desacuerdo para no hablar del impuesto. Otro patadón pa’lante. Pero en 2019 las compañías tienen que mojarse si pedir la prórroga o no.
Pero durante estos dos años, la lucha estará en conseguir quitar o reducir el impuesto y alargar la vida de las centrales. Porque así, nadie va a querer seguir operando centrales nucleares.
Y para esa fecha, si no se quiere quedar mal, habrá que tomar una decisión sobre el futuro de la nuclear. ¿Habrá prórroga para el resto de centrales? Todo apunta a que sí. No por cuestiones políticas, sino más bien técnicas y propias del mercado. En el caso de la energía nuclear no caben medias tintas. O se cierra todo o se sigue hacia delante. Pero el problema es que luego llega el Gobierno de turno y decide lo que le venga en gana dependiendo de las circunstancias del momento.
¿Qué creen que hubiese pasado si en vez de Nadal hubiese sido Soria o su hermano Alberto Nadal el que anunciase el futuro de Garoña? Con la mayoría absoluta del PP tengan seguro que la decisión hubiese sido otra. Pero ahora no hay apoyo.
Todo el mundo, menos los sindicatos, ha aplaudido la decisión del Gobierno. Las eléctricas muestra respeto a la decisión. El cierre definitivo tiene algo positivo para ellas, que no tienen que dar explicaciones a sus casi 300 trabajadores y que dejarán de perder dinero a lo tonto.
Ahora se abre un pequeño abanico de posibilidades. Lo primero de todo es decidir cuando se aprueba el desmantelamiento de la central. El traspaso de la propiedad a Enresa. Y mientras tanto, los políticos tienen que decidir si se reindustrializa la zona con alguna medida o se deja morir todo lo que rodea a Garoña, que no es poco.
Los trabajadores podrían ser destinados a otras centrales o formarlos y recolocarlos en otra parte del sector eléctrico. Aunque eso sería desaprovechar su talento. Pero quién sabe qué sucederá con ellos.
El caso es que son los más damnificados de todo esto. Se quedan sin trabajo. Y nadie habla de ellos. Solo Garoña representa al 20% de los que viven del carbón en España. ¿Se debería dar una salida digna a los trabajadores de la nuclear igual que se ha hecho con el carbón?
En definitiva, se cierra el telón de este gran teatro que ha sido Garoña. Ahora, se abre la gran posibilidad de hacer un verdadero debate, de iniciar una transición energética de acuerdo con lo que decida la mayoría, que sea participativa, donde todo el mundo opine. Hagámoslo bien por una vez. Se lo rogamos todos los consumidores. Aprovechen la oportunidad.
Un análisis de Ramón Roca