Estos días se está celebrando en París la COP21, un evento global de tal envergadura que debería suponer el inicio de una nueva era. Un periodo de tiempo marcado por un crecimiento sostenible de la economía mundial, con el objetivo de limitar el calentamiento del planeta por debajo de los 2ºC.
Hace poco más de una semana, la Agencia Internacional de la Energía presentó en Madrid el WEO 2015, uno de los estudios energéticos de referencia a nivel mundial. En él se detalla como el gas natural será el combustible tradicional de más rápido crecimiento en el horizonte 2040, con aumentos en su consumo de hasta un 50%. Dicho aumento, sin embargo, vendrá condicionado por el compromiso de los gobiernos locales para utilizar combustibles más limpios.
La reducción de las emisiones de CO2 y la mejora de la calidad del aire son los retos con los que se enfrenta la sociedad actual. En este sentido, la mayor parte de medidas que se tomen para reducir la contaminación local, dirigidas a mejorar la calidad del aire que respiramos y la salud de las personas, también contribuirán a reducir las emisiones de dióxido de carbono, principal causante de los gases de efecto invernadero.
En este contexto, el gas natural se posiciona como un combustible clave, al contribuir a la mejora de la calidad del aire de las ciudades de una manera inmediata y, al mismo tiempo, al reducir las emisiones de dióxido de carbono.
El compromiso de Europa en pro de la reducción de emisiones es claro y contundente: 40% menos de emisiones en 2030, en relación con 1990. En este contexto, si se cumplen estos objetivos, el gas natural podría tener una participación en el mix de energía primaria del 26% al finalizar dicho periodo, en comparación con el 20% de 2014.
Contribución del gas
El gas tiene un amplio recorrido en varios sectores. Su uso en el transporte es uno de los casos más evidentes de reducción “drástica” de la contaminación ambiental. En este caso, el gas natural vehicular reduce las emisiones de óxidos de nitrógeno en un 80%, y reduce en casi su totalidad las partículas sólidas y el azufre. Al mismo tiempo, la utilización de gas implica la disminución de los gases de efecto invernadero en un 20%.
En el caso español, un incremento en la penetración del gas natural en tres puntos porcentuales en el sector transporte para 2030, supondría la reducción de las emisiones de efecto invernadero en un 1% y las emisiones de óxidos de nitrógeno en un 2%, sin ningún coste adicional para los consumidores.
En lo que a la edificación se refiere, la utilización de gas en lugar de gasóleo, carbón y biomasa permite la preservación de la calidad del aire y también la reducción de gases de efecto invernadero en los dos primeros casos.
Concretamente, una mayor penetración del gas natural en la climatización de los ámbitos residencial y terciario reduciría considerablemente las emisiones de Óxidos de Nitrógeno y Azufre, así como la emisión de partículas sólidas. En este último caso, la combustión de la biomasa puede llegar a suponer entre un 3% y un 15% de las partículas suspendidas en el aire en zonas del centro y del sur de Europa, mientras que el gas natural no emite partículas.
Finalmente, no debemos olvidar la utilización del gas en procesos industriales y para generar electricidad. En lo que a la generación eléctrica se refiere las centrales térmicas de ciclo combinado ayudan a disminuir el nivel de emisiones de azufre, óxidos de nitrógeno, partículas sólidas y también dióxido de carbono. Además, sus rendimientos se encuentran en torno al 60% en relación con una central convencional (36%) y los tiempos de arranque son muy rápidos, de una hora.
Estas características de los ciclos combinados, además de aportar beneficios para el medio ambiente, proporcionan estabilidad al sistema, ya que actúan como complemento de las renovables, en momentos de bajo funcionamiento de estas energías. En este sentido —dado que el gas natural es el combustible tradicional más limpio—, con el fin de reducir las emisiones, se deberían dar las condiciones necesarias para que los ciclos combinados a gas incrementen significativamente su participación en el mix de generación.
No quiero acabar este artículo sin comentar la necesidad de acelerar las medidas acordadas por la Unión Europea en relación con la fijación de un precio adecuado del carbono, que promueva la inversión en tecnologías limpias.
El planeta está inmerso en un proceso del que nadie es ajeno. El sector energético, y concretamente el del gas, es totalmente consciente de ello. Por este motivo, es necesario que nuestros líderes tengan en cuenta el gran papel que puede desempeñar el gas para la mejora de la calidad del aire y, a la vez, para la reducción de emisiones de efecto invernadero.
Antoni Peris es presidente de Sedigas
1 comentario
En Madrid ciudad todavía queda alguna caldera de ¡CARBÓN! Y en cuanto a generación eléctrica ¿Qué decir?
¿Y de seguir SUBVENCIONANDO AUTOS PETROLEROS?
La disminución del consumo energético y el gas son imprescindibles para mitigar el calentón,