Abengoa acaba de recibir un gancho en todo el mentón que le ha mandado a la lona. El grupo Gestamp, a través de su filial Gonvarri Corporación Financiera se ha echado para atrás en el último momento y ha decidido retirar la oferta por la que se iba a hacer con el 28% del capital de Abengoa.
Un hecho, el de la familia Riberas, que deja a la compañía controlada por la familia Benjumea en el más absoluto 'ko' técnico. Los bancos, que en este combate actuaban como árbitro, han empezado ya la cuenta atrás y todo indica que la compañía está encaminada a la quiebra.
La fiesta se ha acabado. Gestamp no ha conseguido un acuerdo con los bancos y encima el grupo de renovables ha sido incapaz de abrirle los libros de la compañía. La falta de confianza es lo que ha hecho que el grupo industrial vasco decida no poner los 350 millones que habría acordado hace unas semanas.
El preacuerdo de Gonvarri con Abengoa llevaba letra pequeña. Decía que necesitaba un acuerdo con la banca por el que las entidades financieras pondrían un crédito de 1.500 millones capaces de relanzar la compañía. Incluso la auditora Deloitte bendecía la operación. Era lo único que podría salvar a la compañía que se encuentra en una situación muy complicada por su abultada deuda, unos 6.500 millones reconocidos.
Pero si los bancos no cedían no habría acuerdo. Y eso es lo que ha pasado. Ni crédito ni nada que se acercara lo más mínimo a los 1.500 millones. La oferta de los bancos no llegaba ni a los 1.000 millones y con eso a Gestamp no le salían las cuentas.
El preacuerdo se presentó justo antes de conocerse el informe de resultados de los nueve primeros meses de 2015 en el que Abengoa anunciaba unas pérdidas récord. Pintaba mal. Encima, la auditora no aprobaba las cuentas que les pasó la compañía y en un informe puso en entredicho la viabilidad de la compañía por su complicada situación financiera. A los más de 6.000 millones de deuda, Abengoa tiene cerrados los accesos a los mercados secundarios y nadie le presta un duro.
Por eso, la familia Benjumea llegó a un acuerdo con los bancos para cederles prácticamente la compañía y darle todo el poder a las entidades financieras. Anunció una ampliación de capital de 650 millones de euros, y parecía que esa iba a ser la solución. Pero algunos acreedores prefirieron cortar el grifo a Abengoa y negarse a seguir financiando la compañía y a seguir manteniendo la misma.
Incluso históricos como Blackrock, donde ahora trabaja su exconsejero delegado, Manuel Sánchez Ortega, ha preferido desinvertir y mitigar sus posiciones cortas.
Encima la semana pasada Moody's ponía el dedo en la llaga y bajaba su perspectiva al peor escalón posible como si se tratase de un bono basura.
Feo panorama para Abengoa. Este miércoles se espera que la cotización de la compañía se desplome tras conocerse esta información. Los cimientos de las torres termosolares de Abengoa están temblando, y su imperio renovables puede acabar en ruinas. Ya no es cuestión de fantasmas, Abengoa está ahora noqueada y no se sabe cómo se va a levantar de la lona.
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