Corría el verano de 1997. José María Aznar, presidente del Gobierno preparaba la que iba a ser una de sus leyes estrella en su primer mandato. La nueva Ley del Sector Eléctrico. El cambio era totalmente radical. Se apostaba por la liberalización del mercado eléctrico en dos de sus cuatro patas: generación y comercialización. Mientras la distribución y el transporte se mantenían como negocios regulados.
Era una liberalización a medias, e incluso se podría decir que algo engañosa. Junto a esta ley, nació la nueva Endesa tras la privatización de la misma. El Estado perdía poder para dárselo al sector privado. Pero realmente el Gobierno seguía manejando los hilos.
En lo único que realmente ha habido una especie de liberalización es en la comercialización. Han nacido comercializadoras como setas en el campo. Ningún país del mundo (incluso me atrevería a decir que más que EEUU) tiene tantas comercializadoras de energía eléctrica como España. Más de 200 empresas se dedican a vender electricidad. Y eso que las cinco grandes compañías (Iberdrola, Endesa, Gas Natural Fenosa, Viesgo y EDP) se comen casi toda la tarta, el 80% aproximadamente.
Después de 20 años de mercado liberalizado, existen 200 compañías que son incapaces de quitarle clientes a un ritmo medio decente a las grandes eléctricas. Por ejemplo, en el sector de las telecomunicaciones, a Telefónica le han quitado buena parte de sus clientes, las Vodafone, Orange, y demás. En el mercado eléctrico, les quitan muy pocos clientes cada año. Es un sufrimiento para las comercializadoras. Habría que preguntarse por qué no ha sucedido lo mismo que con las 'telecos'.
Bien, pasemos a la generación. Con la nueva Endesa, reina por entonces de las centrales térmicas del país y con buena parte de las nucleares, empezaba un nuevo partido, en un estadio nuevo en el que los rivales jugaban con las mismas reglas. Estaba todo muy igualado.
Llegaron los CTCs. Todo el mundo respiraba tranquilo. Y más o menos entre las grandes eléctricas se repartían la tostada. O mejor dicho, entre las tres grandes. Se apostó por liberalizar la generación. Pero era una liberalización 'sui generis'. Si querías participar en el mercado eléctrico tenías que cumplir una serie de requisitos. No todo el mundo se podría poner a construir una central.
Llegaron las renovables y con ellas los ciclos combinados. Probablemente las dos burbujas eléctricas que han dejado el sistema tiritando. Se preparan unos 400-500 MW de fotovoltaica y se construyeron 10 veces más. En eólica se instalaron más de 20.000 MW. Y de ciclos combinados nada más y nada menos que 27 GW.
La sobrecapacidad reina en España. Mientras los españolitos y muchas empresas se dedican a poner huertos solares y molinos de viento, las grandes eléctricas se hinchan a poner ciclos combinados. "Necesitan respaldo", explicaban por entonces. Eso sí, todas con el cazo puesto, que paga el consumidor.
Años después llega la reforma del PP que acaba de golpe y porrazo con el mal endémico del déicit de tarifa. Por cierto, que ahora se puede caer la reforma por todos los costados si finalmente el TJUE tumba los impuestos eléctricos y les dan la razón a la treintena de demandas internacionales a inversores extranjeros. Mejor ni pensarlo. Pero es lo que pasa cuando se hacen las cosas sin pensar y sobre todo sin contar con la opinión de expertos y gente del sector.
Ahora, el Gobierno del PP tiene que coger el toro por los cuernos. Ya se ha acabado el tiempo de mirar hacia otro lado y hay que planificar la estrategia energética del futuro. La UE le ha dado poco tiempo y claro hay que tomar una decisión. Se complican las cosas, cuando no tienes margen.
Es por ello, que al ahora ministro de Energía, Álvaro Nadal, que dice que el regulador (o sea, él) desconoce el mercado (algo insólito de un país presuntamente desarrollado), quiera meter mano en el mercado.
Intervenir. Sí, como lo leen. El PP quiere intervenir el mercado. Quiere controlar el cierre de las centrales convencionales, térmicas y nucleares. Eso no lo pueden decidir únicamente las eléctricas, se escuda el ministro.
Pues no, señor Nadal. No hay que intervenir el mercado, porque si lo hace, finalmente no se avanzará en nada. Es más, incluso me atrevería a decir que subiría la luz.
Realmente, lo que pretende el Gobierno es cambiar la directiva de mercado único de la UE. No quiere oír eso. Quiere seguir controlando como hasta ahora. Eso de perder poder para dárselo a los ciudadanos no es de recibo para un Gobierno como el del PP. El Energy Only Market que pretende Bruselas es odiado en el Ministerio de Energía.
Nadal, Navia y compañía prefieren seguir dando ayudas, a través de mecanismos de capacidad, lo que se llama en el sector como los pagos por capacidad, para que las centrales térmicas sigan operando. Y de paso traspasarlo también a las nucleares porque, según Nadal, son necesarias en el futuro más cercano. Al menos hasta que haya sistemas de almacenamiento. Parece que no conoce el bombeo hidráulico.
Ahora dice el Gobierno que va a ver si los impuestos a la producción de energía eléctrica y el del combustible nuclear se pueden quitar. Claro, como el Supremo lo va a elevar al TJUE y se huele que lo van a tumbar, prefiere llegar a un acuerdo para no tener que devolver 7.000 u 8.000 millones a las eléctricas. ¿Se imaginan?
Este Gobierno ha perdido el norte con la transición energética. Con la reforma le ha salido el tiro por la culata, y ahora prefiere mantener el actual sistema, más por su profundo desconocimiento que por otra cosa.
¿Por qué no dejar funcionar al mercado? ¿A qué tiene miedo el Gobierno? Si el mercado dice que renovables, pues renovables. Si el mercado dice que el carbón hay que cerrarlo porque no da más de sí, pues se cierra. Si el mercado dice que a la nuclear le quedan dos telediarios, pues se prepara uno para ello. Y si dice que se continúa con ella, pues se hace. Pero, ¿quién es el Gobierno de turno para decidir si una empresa quiere cerrar una central eléctrica? ¿Se imaginan al Gobierno reabriendo bares porque en un pueblo se han quedado sin bares por culpa de la crisis?
Lo que debe hacer un Gobierno es fijar el rumbo, pero no decidir sobre el cierre o la apertura. Ese rumbo lo marca también el mercado. Le da señales al Gobierno de por dónde van los tiros. Solo hay que poner la regulación ad hoc para llevar a cabo esa planificación. Si se necesitan más renovables, se permite añadir más renovables al sistema. No caparlas como se ha hecho. Si se necesitan más ciclos para cubrir las necesidades del sistema, se hace, a cuenta y riesgo de las empresas. No a base de ayuditas. Lo de las subvenciones va por todas las tecnologías.
Fíjese señor Nadal lo que está sucediendo en Reino Unido o en EEUU. Las centrales cierran porque no son rentables. Como en cualquier otro negocio. Si eso sucediese en España, lo único que tiene que hacer es copiar el modelo, que no es otro que dejar funcionar al mercado y poner las bases para que se puedan cubrir las necesidades del sistema con las tecnologías más baratas posibles con total seguridad de suministro.
No es fácil. Lo sé, pero intervenir en el mercado no es la mejor solución. Solo consigue encarecer el precio de la electricidad, y ya tiene España bastante con tener una de las luces más caras de Europa.
El camino se lo marca Europa, el Acuerdo de París. Es hora de coger el toro por los cuernos y llevar a cabo las medidas que sean necesarias para cumplir con los objetivos sostenibles.
Cuanta más intervención, más distorsionado estará el mercado. Es un peligro para todos, sobre todo para los consumidores, que tienen muchas ganas de mandar todo muy lejos, y ponerse a generar su propia electricidad. Han cambiado los tiempos. Ha cambiado el modelo. Las tecnologías están ahí, solo hay que cogerlas y aprovecharlas. Si no, es mejor quitarse de en medio.
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