La historia de la alemana E.ON en España se podría resumir en una palabra: fracaso. O a lo mejor, como una historia del quiero y no puedo, tan característico por la piel de toro que es España. Llegó la germana a tierras hispánicas al calor de las subvenciones que el bueno de Rodríguez Zapatero puso a las renovables. Fue el estado alemán el que propició la llegada. No se podía desaprovechar la ocasión. Vayamos a España y pongamos una pica, debieron pensar los gobernantes germanos.
Pero realmente sus planes eran otros. No querían poner únicamente una pica, sino que querían ser protagonistas de un mercado que estaba a punto de dar un cambio radical. Tras el verano de 2005 Gas Natural lanzó una OPA por Endesa que desató una guerra sin igual en el mercado eléctrico español. El más pequeño se quería comer al más grande. Era la época de las vacas gordas.
La operación no fue bien vista, ni por la propia Endesa ni por parte de la opinión pública. Allá por entonces el catalanismo por un lado, y el anticatalanismo por otro, dejaron la oferta en migajas en comparación con el precio final al que se compró la eléctrica. El caso es que el Gobierno tampoco veía la operación con buenos ojos. El Estatut de Cataluña rondaba aún por las cabezas de muchos. Y buscó una solución fuera. Mejor una empresa de fuera que una catalana, rezaban los anticatalanistas. Y el Gobierno de Zapatero se fue al extranjero a buscar un caballero blanco ( se entiende por caballero blanco, al inversor, tanto empresas como personas físicas, que de forma amistosa, acude en ayuda de una empresa, que corre el riesgo de ser absorbida de forma hostil por otra entidad.
Caballero blanco
Y ese amigo que encontró ZP fue E.ON, o el Gobierno alemán, por entonces estaba en el capital de la eléctrica germana. Y apareció la figura de un tal Wulf Bernotat. Un hombre con cara de muy buena persona que se atrevió a lanzar una oferta de 27,5 euros por cada acción de Endesa, es decir, un 30% por encima de la oferta lanzada por Gas Natural. El Gobierno consiguió de un plumazo apagar el fuego catalán. O lo encendió aún más porque Carod Rovira y sus secuaces gritaban al cielo contra el anticatalanismo del Gobierno español que no quería ceder Endesa a una compañía catalana como Gas Natural. Cosas de los políticos.
Pero en verdad se le encendió otro. ¿Cómo se va a dar una empresa del tamaño de Endesa a una compañía medio estatal alemana? ¿A qué juega España? Las críticas empezaron a arreciar. “A los alemanes ni en broma”. El caso es que Endesa no se vendía, o eso parecía. Pero la partida verdadera se estaba jugando en otro terreno. ¿Fue la oferta de E.ON una oferta verdadera? ¿Quería realmente hacerse con Endesa o solo quería echar una mano para apagar el fuego?
No se entendía por entonces el escaso proteccionismo por parte del Estado español a activos estratégicos como los de Endesa. El capitalismo sí, pero solo cuando se compra, cuando se vende ya no gustaba tanto. Pero en España daba igual.
Adiós a la OPA
La oferta de E.ON, sin embargo, se vio en apuros debido a la entrada en el accionariado de la eléctrica por parte de otras empresas. El 25 de noviembre de 2006, la constructora española Acciona anunció la compra de un 10%, con el deseo de ampliarlo hasta un 25, todo ello gracias a la ayuda del Santander. Más adelante, el 27 de febrero de 2007, la empresa italiana Enel, participada por el estado italiano, compró un 10% de Endesa y manifestó su intención de ampliar su participación un 7% adicional.
Con un 35-40% del accionariado opuestos al proyecto de E.ON, un 3% en manos de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), y por tanto, neutral, E.ON necesita de un gran consenso entre el resto de accionistas, Caja Madrid entre ellos con un 9,9%, y de una alta participación para cumplir los requisitos de su opa: superar el 50% del capital y levantar la restricción de los derechos políticos, que impiden a un solo accionista tener más del 10% del derecho a voto. Sin embargo, el presidente de E.ON, Wulf Bernotat, manifestó que la compañía podría mantenerse en el capital de Endesa aunque no se alcancen los objetivos, y “reunir una y otra vez” a los órganos de administración de Endesa hasta lograr la modificación deseada.
A finales de marzo de 2007 E.ON, que ha ido elevando el precio por acción ofertado, lo sitúa en 40 euros por acción. Mientras tanto el porcentaje de acciones controladas por Enel ha ido subiendo hasta el 24,9%, y el otro socio opuesto a E.ON, Acciona, posee el 21%. Además ambas compañías firman un acuerdo el 26 de marzo de 2007 por el que se comprometen a lanzar una opa conjunta con un precio mínimo de 41 euros por acción. Con estos hechos la opa de E.ON tiene pocas posibilidades de salir adelante.
El 2 de abril se produce un acuerdo que pone fin a la opa de la eléctrica alemana, entre Enel, Acciona, y E.ON, por el que esta última se retira, a cambio de obtener activos de Endesa en Francia, Italia, Polonia y Turquía, el control de Electra de Viesgo, la quinta eléctrica española, que en ese momento es propiedad de Enel, y de un conjunto de centrales térmicas de Endesa. Por otra parte, Enel y Acciona se comprometen a lanzar la oferta en cuanto se les autorice, a 41 euros por acción. De ahí, nació la fotografía que hay un poco más arriba.
Sin fuerzas
E.ON finalmente se queda sin Endesa y obtiene las migajas de una operación que mantuvo al mercado eléctrico español en vilo durante casi dos años. E.ON consigue activos que le saben a poco, pero decide quedarse en España. Monta E.ON España y durante siete años se mantiene en el cuarto puesto, tras Iberdrola, Endesa y Gas Natural Fenosa.
Apuesta fuerte por las renovables, sobre todo por parques eólicos. Pero también tiene activos importantes en ciclos combinados o hidráulica como la presa de Aguayo donde pretende hacer una ampliación sin precedentes en España. También tiene alguna que otra central de carbón. Pero E.ON se veía incapaz de luchar contra las tres grandes. Jugaba en desventaja. Solo controlaba una pequeña zona del país y no se veía con la suficiente fuerza para arrebatar a Iberdrola o la propia Endesa los suficientes clientes como para plantar batalla.
El caos de E.ON vino con los recortes del Gobierno, tanto a las renovables como al negocio convencional. E.ON no estaba dispuesta a seguir aguantando más. Había invertido miles de millones de euros y tras siete años seguía prácticamente igual. No avanzaba y encima las cuentas no cuadraban. Recortes a las renovables y luego a todo el negocio. Desde Alemania veían imposible continuar manteniendo el negocio español, y otros de fuera, sobre todo tras la decisión de Merkel de acabar con la energía nuclear en Alemania tras el accidente de la central japonesa de Fukushima. No había dinero.
Una salida extraña
Por eso, E.ON decidió el verano pasado lanzar un concurso para vender todos sus activos energéticos en España. Se trata de una salida por la puerta de atrás. Que no ha hecho mucho ruido pero que si se echa la vista atrás deja una estela sin precedentes. Una empresa alemana abandona España, y no una cualquiera. Es como si el Santander se va de Reino Unido porque el Gobierno británico le impide hacer su negocio.
E.ON que vino de buenas a España, como amigo del Gobierno, no ha sabido moverse en el escabroso espacio eléctrico español. No era una tarea fácil, sobre todo con los poderosos actores que ya estaban instalados. Al final se vio en la obligación de echar marcha atrás. Vendió, no muy bien, sus activos al fondo Macquarie que ahora ha vuelto a crear Viesgo. Y a los pocos meses, tras ver que durante ocho años solo ha recibido palos por parte de España, cumple parte de su pequeña venganza e interpone una demanda en el Ciadi por el recorte a las renovables. Una inversión que en buena parte realizó de su propio bolsillo y que tras la venta a Macquarie ya no posee. Pero los alemanes piensan que el Gobierno español les ha tomado el pelo y por eso acuden al Banco Mundial a ver si pueden recoger alguna indemnización.
Ocho años de historia de E.ON en España que por muy buenos ojos que uno ponga se han vestido de color oscuro casi negro.