Hace tan solo un par de meses que el gigante alemán RWE anunciaba la separación de los negocios renovables en una filial, Innogy. De esta manera pretendía tener una división que operara exclusivamente en los negocios de Energías Renovables, Minorista y de Redes e Infraestructuras.
Este pasado viernes, 7 de octubre, Innogy salía en bolsa, convirtiéndose en la mayor OPI (Oferta Pública Inicial) de Europa desde la de Glencore en 2011. RWE esperaba que alcanzara un valor de mercado de hasta 20.000 millones de euros. Pero el resultado no ha sido el esperado en el primer día. Con un precio de salida de 36 euros por acción, su valor terminó tambaleándose hasta los 35,95 euros, mientras que RWE, que aún mantiene las tres cuartas partes de Innogy, perdía un 3,8%, que no sería muy preocupante si el precio de su acción se hubiera diezmado en los últimos años.
Después de este triste debut, el CEO de la eléctrica alemana, Peter Terium, y otros altos ejecutivos han anunciado que se van a la filial verde. Y es que alrededor del 60% de las ganancias de Innogy provienen de los negocios regulados, lo que significa rendimientos estables y predecibles. Esos activos renovables y el negocio de la distribución aún generan dinero en efectivo en un sistema eléctrico que va camino a la descarbonización y a la descentralización, y que deja envejecer a las centrales eléctricas de lignito de RWE.
RWE y EON su rival se han visto obligados a reestructurarse por la política energética de Alemania -la Energiewende-, separando sus negocios renovables y de combustibles fósiles. El cambio ha suprimido primas en los precios del mercado al por mayor de la energía producida a partir del carbón y del gas natural, mientras que se han mantenido las del viento y la energía solar.
Pero, ¿por qué la salida de Innogy a bolsa se ha desinflado? Porque tiene el lastre de una RWE que no da confianza a los inversores. Según Bloomberg, están preocupados por las consecuencias en los dividendos o en los beneficios de las cuentas anuales una vez descontados los posibles costes de almacenamiento de los residuos radiactivos cuando cierren las últimas centrales nucleares del país dentro de unos años, en el 2022. Y no son sospechas sin fundamento, el año pasado RWE no entregó dividendo y no ha acordado una nueva política para éste.
La presentación en sociedad de la filial renovable no ha tenido muy buen acogida, pero no será por mucho tiempo. Innogy se ha comprometido a pagar un dividendo de hasta el 80% del ingreso neto ajustado, y aunque la mayor parte irá a las arcas de RWE, la filial renovable es una propuesta muy atractiva para asegurarse el puesto con proyección de futuro. Y los altos ejecutivos de RWE lo saben.
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