El viento es una de las fuentes de energía más limpias disponibles, y Estados Unidos está sentado al lado de una mina de oro. Un nuevo estudio de Carnegie Science ha descubierto que la velocidad del viento sobre los océanos podría permitir que las turbinas marinas generen mucha más energía que las terrestres, en particular en el Atlántico Norte, donde serían capaces de generar suficiente energía para cubrir toda la demanda mundial.
A la hora de aprovechar el viento como fuente de energía, Estados Unidos ha permanecido por detrás de Europa, que alberga los parques eólicos offshore más grandes del mundo, incluyendo el británico London Array, de 630 MW, y el parque eólico Gemini de Holanda, de 600 MW. Pero Estados Unidos se está poniendo al día: la primera instalación del país se abrió frente a la costa de Rhode Island el año pasado, y si el proyecto Trident Winds -765 megavatios frente a la costa de California- sale adelante, se convertiría en el parque eólico más grande del mundo.
Además de ser más seguros para la vida de las aves y menos perjudicial para los seres humanos, la principal ventaja de los parques eólicos offshore es el hecho de que las velocidades del viento son sustancialmente más altas y, en teoría, capaces de generar más energía en el mar que en tierra. Pero si eso se traduciría en ganancias de producción eléctrica es otra cuestión, sobre la que los investigadores de Carnegie Science se dispusieron a encontrar una respuesta.
“¿Los vientos marinos son tan rápidos sólo porque no hay nada que los frene?”, se pregunta Ken Caldeira, coautor del nuevo estudio. La mayor parte de la energía capturada por los grandes parques eólicos se origina en la zona alta de la atmósfera y es transportada hasta la superficie donde las turbinas pueden extraer esta energía. Otros estudios han estimado que existe una tasa máxima de generación de electricidad para los parques eólicos terrestres, y han llegado a la conclusión de que esta tasa máxima de extracción de energía está limitada por la velocidad a la que la energía se mueve hacia abajo a partir de vientos más rápidos.
“La verdadera pregunta es: ¿puede la atmósfera sobre el océano mover más energía hacia abajo de la que la atmósfera sobre la tierra es capaz?”, se pregunta Caldeira.
Las sofisticadas herramientas de modelado de Possner y Caldeira compararon la productividad de los grandes parques eólicos de Kansas con los masivos y teóricos parques eólicos oceánicos y encontraron que en algunas áreas los parques eólicos oceánicos podían generar al menos tres veces más energía que los de tierra.
En el Atlántico Norte, en particular, el arrastre introducido por las turbinas eólicas no ralentizaría los vientos tanto como lo harían en tierra, descubrieron Possner y Caldeira. Esto se debe en gran parte al hecho de que grandes cantidades de calor desembocan en el Atlántico Norte y en la atmósfera que lo recubre, especialmente durante el invierno. Este contraste en el calentamiento superficial a lo largo de la costa de Estados Unidos impulsa la generación frecuente de ciclones, o sistemas de baja presión, que atraviesan el Atlántico y son muy eficientes en atraer la energía de la atmósfera superior hasta la altura de las turbinas.
“Descubrimos que los gigantescos parques eólicos oceánicos son capaces de aprovechar la energía de los vientos en gran parte de la atmósfera, mientras que los parques eólicos en tierra siguen estando limitados por los recursos eólicos cercanos a la superficie”, explicó Possner.
Sin embargo, esta enorme energía eólica es muy estacional. Mientras que en el invierno, los parques eólicos del Atlántico Norte podrían proporcionar suficiente energía para satisfacer toda la demanda eléctrica mundial, en el verano tales parques podrían simplemente generar suficiente energía para cubrir la demanda eléctrica de Europa, o posiblemente de Estados Unidos.
La producción de energía eólica en aguas profundas del océano abierto está dando sus primeros pasos. Los enormes recursos de energía eólica identificados por el estudio Possner y Caldeira proporcionan fuertes incentivos para desarrollar tecnologías de bajo coste que pueden operar en mar abierto y transmitir esta electricidad a tierra.