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“Portugal e o futuro” fue el título de un libro  que en marzo de 1974 publicó el General Spinola y que fue el desencadenante un mes después de lo que pasó a la historia como “la revolución de los claveles”. Hoy Portugal se suma a una nueva revolución, ésta más tranquila,  de paneles fotovoltaicos y ciudades inteligentes, a través de su reciente aprobación de una normativa que regula el autoconsumo con balance neto.

Esta nueva regulación permite a los autoconsumidores realizar instalaciones de hasta 1 MW sin imponerles ningún tipo de peaje de respaldo o “impuesto al sol”. Además, la energía excedentaria se introduce en la red recibiendo como  pago el 90 % del precio pool.  Regulación pensada más como un elemento de competitividad para su industria y de reducción de costes para el sector servicios que para desarrollarse en los hogares domésticos pero, en todo caso,  un importante primer paso en la buena dirección. Por cierto, un país que a pesar de atravesar una situación económica muy delicada, no ha roto su imagen de país respetuoso con la seguridad jurídica de los inversores, aplicando medidas retroactivas a las energías renovables, como sí ha sucedido en España.

El  ejemplo de Portugal  es la muestra de una realidad que se va consolidando cada vez más en el mundo. En Europa son ya ocho los países que han adoptado regulaciones que permiten el desarrollo del  autoconsumo y Francia la está preparando. Por otra parte, la Comisión Europea ha anunciado la elaboración de una “Guía de mejores prácticas de regulación sobre el autoconsumo”, para intentar armonizar las diferentes regulaciones e intentar evitar la imposición de barreras.

Fuera del continente europeo, el autoconsumo energético está teniendo una importante expansión desde Japón a Iberoamérica. En EE.UU., donde es apoyado incluso por la Iglesia Evangélica y el Tea Party, el Presidente Obama ha declarado orgulloso que “cada cuatro minutos, un hogar o negocio en EE.UU. se vuelve solar y eso es salud y empleo.”

Mientras esto sucede en el resto del mundo, los responsables energéticos de nuestro país quieren mantenernos al margen. El proyecto de R. D. de Autoconsumo presentado la semana pasada  tiene como única finalidad el cerrar cualquier puerta a la realización de proyectos de autoconsumo, estableciendo barreras económicas y administrativas que desincentiven su realización. En contra de las directivas comunitarias que establecen la obligación de racionalizar y acelerar los procedimientos administrativos, el nuevo R. D. entra de lleno en el campo de la irracionalidad al exigir a cualquier instalación de autoconsumo, por pequeña que sea, la solicitud de un estudio de punto de conexión a la red aunque nunca piense verter a la misma. Para entendernos, un proyecto de menos de mil euros de inversión debería pagar un estudio de cuatrocientos euros a la compañía eléctrica. Todos los plazos se alargan, cerrando las puertas a que las Comunidades Autónomas puedan establecer procedimientos simplificados de autorizaciones.

Pero sobre todo, el borrador quiere conculcar el derecho civil de los ciudadanos  a través de la instauración del denominado popularmente “impuesto al sol”, ahora diferenciado en dos subcargos, pero con igual resultado.  Regulación en contra de la eficiencia energética y, para más burla, hecha pública el Día Mundial del Medio Ambiente.

Curiosa paradoja que cuando la energía fotovoltaica no era competitiva se la primaba y ahora que sí lo es sin necesidad de apoyos se la penaliza para que no lo sea. Con el establecimiento de barreras económicas al autoconsumo se pretenden levantar unos nuevos Pirineos que nos aíslen de los cambios que en el mundo energético se están produciendo. Los países que triunfan no son los que se convierten en un sujeto pasivo de unos cambios que tarde o temprano se darán -porque no se puede parar el reloj de la Historia- sino los que miran al futuro,  lo comprenden y se adelantan.

Quien piense que poniendo trabas al autoconsumo está ganando tiempo, se equivoca. Sólo lo está perdiendo.

José Donoso es director general de UNEF.

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