Resta por ver si en los dos meses siguientes a la aprobación alguna compañía eléctrica interpone recurso contencioso-administrativo ante el Tribunal Supremo contra el Real Decreto 244/2019 o si éste queda ya completamente consolidado. También hay que hacer cercano seguimiento a las medidas de implementación del Real Decreto que restan, como la modificación de los procedimientos de operación por parte de REE, la Orden Ministerial del reparto dinámico en el autoconsumo colectivo, la actualización de los ficheros XML de intercambio de información entre distribuidoras y comercializadoras por parte de la CNMC o los cargos para consumir de las instalaciones de autoconsumo de proximidad a través de la red (respecto de los que el Gobierno ya dio el martes algunas orientaciones).
También quedan algunas dudas pendientes, como si la compensación de excedentes es compatible con subvenciones autonómicas y deducciones fiscales; aclarar las diferencias conceptuales entre titular y propietario de la instalación y su aplicación práctica; o saber cómo acreditar cuándo se consideran despreciables los servicios auxiliares, ya que si tiene que pasar un año para demostrar que no llegan al 1%, se tendrá que incurrir en el coste principal igualmente, como es la acometida para dar de alta ese nuevo CUPS, siendo más adecuado establecer una presunción, mediante declaración responsable, de que son despreciables si los consumos de los equipos son, por ficha técnica, inferiores al 1% de la producción estimada para esa instalación.
Pongamos que hablo de Aurelio…
Al margen de los detalles técnicos, que con tanta pericia ha explicado ya Javier Colón en este mismo foro, me interesa centrarme en un tema recurrente que se emplea para criticar el autoconsumo, como es el de que es económicamente regresivo, favoreciendo a los ricos e imponiendo sobrecostes a los pobres. Vaya por delante que celebro enormemente que el lobby nuclear exprese sus puntos de vista en este Periódico, y que considero que siempre es enriquecedor conocer opiniones radicalmente opuestas a las propias. En todo caso, también creo necesario responder a las mismas, para matizar algunos de los argumentos expuestos, pues considero que son parciales, interesados y faltos de rigor.
El ejemplo empleado para ilustrar el argumento de que el autoconsumo es cosa de ricos, insolidarios y egoístas es el siguiente: cuatro compañeros de piso llegan a un acuerdo con Aurelio, el dueño del bar cercano, para pagar una cuota conjunta que les da derecho a comida y cena por un precio fijo. Unos meses después, uno de ellos decide dejar de cambiar la comida del restaurante de Aurelio por los tuppers de su madre (cabría añadir, o padre), lo que hace que los otros tres amigos tengan que pagar una parte más alta de la cuota fija (y, suponemos, que Aurelio se frotará las manos por el gol que les acaba de colar a los amigos, pues obtiene los mismos ingresos sirviendo tres menús en vez de cuatro, incrementando así sustancialmente sus beneficios).
No obstante, esta historia no ilustra con exactitud el caso del mercado eléctrico. Para empezar, los autoconsumidores eléctricos, a diferencia del compañero que opta por los tuppers de su madre, sí que continúan pagando una contribución al restaurante. De hecho, en una factura eléctrica media, los costes fijos representan en torno al 50% del total de los costes, y se continuarán pagando a pesar de que no se pise el restaurante. Pero es que, además, del 50% variable, se continuará pagando la parte correspondiente al consumo de la red (ej: como si el amigo fuera a desayunar al restaurante de Aurelio y pagara por lo consumido).
Pero es que aún hay más. Resulta que gracias al autoconsumidor, que come los tuppers de su madre, se reducen los desperdicios de comida (pérdidas del sistema) y los restaurantes pagarán por tanto un menor precio por la materia prima, pudiendo así reducir también el coste de su menú. Asimismo, al tratarse de energía de proximidad (o comida km.0), se reducen los costes logísticos globales del sector (menor necesidad de reforzar infraestructuras de transporte), beneficiando a todos los consumidores, independientemente de si comen de tupper (autoconsumo) o de restaurante (red eléctrica).
Por otra parte, el nuevo Real Decreto facilita el autoconsumo colectivo y de proximidad (compartir tupper), de forma que aquellos que tienen tejado propio (a su madre cerca) pueden compartir energía con aquellos que no lo tienen (a su madre lejos) de forma que todos puedan beneficiarse de esa comida.
Además, al reducirse las trabas burocráticas absurdas al autoconsumo y la necesidad de múltiples contadores reiterativos, el Real Decreto reduce las dificultades del autoconsumo (o del tupper), con lo que las instalaciones reducirán un 15-20% su coste, y más gente podrá acceder a ellas.
Pero, sobre todo, lo más importante es que estamos hablando de menús diferentes. Mientras que Aurelio ofrece un menú alto en calorías y poco saludable (mix energético contaminante), el menú de_ tupper _está cocinado por una madre y es sano y equilibrado (renovable), con lo que todos los ciudadanos pagarán menos impuestos para financiar el sistema público de salud, al tener una población más sana. Finalmente, hacer dieta (eficiencia energética) resulta una opción legítima y no cabría tildar de insolidaria a la persona que por ese motivo gaste menos dinero en el restaurante de Aurelio, como tampoco sería lógico criticar al que come en la cantina de la empresa, porque le ofrece menú gratis, en lugar de hacerlo en el restaurante de Aurelio (descuento de 200 MM EUR a la industria electrointensiva).
Y el colmo de todo el asunto, es que en realidad el amigo que critica al que come de_ tupper_ de su madre, resulta ser amante de la comida basura (energía fósil), la cual se cocina él mismo en su casa, reduciendo su consumo del restaurante de Aurelio. Nos referimos al hecho de que las plantas de energía contaminante autoconsumen energía para los consumos requeridos para funcionar, que están exentas de todo tipo de cargo y supondrían, según UNEF, unos 230 MM EUR de ingresos.
Finalmente, hay que recordar que la preservación del negocio de Aurelio (beneficios de las empresas incumbentes), per se, no constituye un elemento fundamental a la hora de tomar decisiones sobre políticas públicas. Cada día cierran y abren bares en España. El reto estriba en que la gente no pase hambre, y el papel del Estado debe ser garantizar una alimentación básica (bono social) para todas las personas, independientemente de quién les proporcione esa comida.
En definitiva, si bien haciendo mucho zoom podría parecer que el amigo de los _tuppers _es insolidario, al abrir un poco más la perspectiva de la historia, vemos como el problema lo tiene en verdad el desdichado Aurelio: con su modelo de negocio obsoleto cobra lo mismo a sus clientes independientemente de los menús que les sirva y ofrece comida poco saludable. La solución pasa por adaptarse a los nuevos modelos de negocio, que además generan una población más sana y un menor derroche de comida. Su verdadero problema no es el cambio, sino el miedo a perder en el cambio.
Daniel Pérez es abogado especializado en el sector eléctrico.
Eduard R
11/04/2019