El panorama eléctrico chileno ha dado un giro espectacular. Si hace 10 años el carbón se convertía en la opción más eficiente y rápida para lograr el urgente aumento de la matriz de generación que demandaba la crisis derivada del corte en los envíos de gas natural desde Argentina, hoy la Comisión Nacional de Energía (CNE) ha dado la puntilla al carbón para apostar decididamente por las energías renovables y, en particular, por la energía solar.
Al menos, eso se desprende del programa indicativo de obras que se contiene en la versión más reciente del informe preliminar que la CNE realiza cada seis meses y en el que recoge y proyecta la evolución de una serie de variables con un horizonte de diez años.
En este caso, en la fijación correspondiente a febrero de 2017, que la CNE remitió el pasado 15 de diciembre a la industria para su consulta, se estima un plan de obras que considera 19 centrales con una capacidad instalada total de 2.915 MW, que entrarán paulatinamente en operación entre enero de 2019 y enero de 2027.
El 65% de este volumen (1.895 MW) corresponde a la tecnología solar. A continua le sigue la energía eólica con cinco parques por un monto de 980 MW de capacidad, mientras que los 40 MW restantes se completan con hidroeléctrica de pasada.
Esta configuración difiere a la de hace pocos meses, pues en el proceso anterior, de abril pasado, la planificación de la CNE consideraba la instalación de 2.922 MW, de los cuales el 32% correspondía a carbón, distribuido en tres unidades emplazadas en la región de Atacama, según informa Diario Financiero.
En el informe preliminar la CNE explica que construyó este set de proyectos en base a iniciativas actualmente en estudio, que son técnica y económicamente factibles de desarrollar en el horizonte planteado, "incluyendo alternativas tecnológicas que cubrieran diferentes fuentes energéticas", apuntan.
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