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En el anterior artículo, di los primeros coletazos sobre cómo debería ser un pacto de Estado en energía. Ahora continúo mi explicación donde lo dejé, en el proceso de transición energética y descarbonización del sistema eléctrico.

En este camino hacia la descarbonización, son fundamentales la existencia de herramientas, como la fiscalidad medioambiental o los precios del carbono, ya que puedes incentivar no sólo las inversiones en tecnologías menos emisoras sino también proporcionar la adecuada señal a los consumidores. Conseguir los ambiciosos objetivos ambientales que se ha propuesto la Unión Europea tiene que venir de la mano de esfuerzos en la reducción de emisiones en otras regiones del mundo y que eviten un posible impacto en nuestra competitividad económica respecto a otras regiones del mundo.

Las políticas climáticas de algunos de los países incluyen medidas que a su vez favorecen la seguridad de suministro, concretamente en lo referente a la eficiencia energética, gestión de la demanda, o integración de mercados. Sin embargo, algunos de los países analizados disponen además de estrategias específicas sobre seguridad de suministro. Este es el caso de Reino Unido,  con su “ Energy Security Strategy”, que basa el aseguramiento de suministro en la combinación de mercados energéticos competitivos con medidas regulatorias efectivas para lograr la diversidad de suministro, e infraestructuras robustas para los consumidores.

La CE, como reacción a la situación geopolítica actual y a la dependencia de las importaciones de la UE, ha presentado recientemente, el 28 de mayo de 2014,  una estrategia para reforzar la seguridad de abastecimiento energético. Cabría preguntarse, en este sentido, si esta coordinación y el principio de solidaridad entre Estados miembros,  es posible sin disponer de nivel de interconexión adecuados,  y cómo se puede evitar que las decisiones de un Estado miembro no perjudiquen la seguridad de otro Estado o de la UE en su conjunto.

La mayor interconexión y armonización de los mercados nacionales y, por tanto, la creación efectiva de mercados supranacionales, permitiría cumplir los grandes objetivos de reducción de los precios energéticos y el consecuente aumento de la competitividad de las economías europeas, además de lograr una mayor sostenibilidad ambiental y seguridad de suministro.  A pesar de que estos objetivos son presentados como una de las grandes prioridades de las estrategias energéticas de los países analizados, sólo en algunos casos, como el Reino Unido, hacen mención explícita al desarrollo de estas interconexiones.

El incremento de las interconexiones físicas debe ser, sin duda, una de las grandes metas de la estrategia energética a futuro que debe ser de la máxima prioridad. En el contexto de los debates que están teniendo lugar sobre los objetivos europeos  a 2030, sería conveniente poner, para el caso de sistemas aislados como España, una conexión entre dichos objetivos y el avance real de las interconexiones.

Como se ha defendido en repetidas ocasiones, otra de las grandes metas de la estrategia debe ser el fomento de los mercados energéticos en competencia. En este sentido,  cabe destacar como aspectos fundamentales aquellos relacionados  con la eliminación de todo tipo de distorsión en el mercado o la plena liberalización del sector. España acaba de adoptar un nuevo marco regulatorio para la retribución de la actividad de generación eléctrica a partir de fuentes renovables de energía, cogeneración y residuos, que se considera un buen  avance en esta dirección. Todos los objetivos deben ser compatibles además  con la creación y el fortalecimiento del Mercado Interior a partir de mercados nacionales y regionales compatibles entre sí.

El mix como indicador y como concepto, adecuadamente manejado, es también útil de cara a las orientaciones estratégicas y las planificaciones, que deben incluir los escenarios a largo plazo. Las diferencias entre los mix actuales y los mix deseables, ayudarán a marcar los caminos a recorrer y sus efectos en las tecnologías. Diseñar los mix del futuro,  es un ejercicio difícil, que conlleva ciertos niveles de compromiso pero que, sin duda, añaden calidad y transparencia a las políticas energéticas y reduce su margen de ambigüedad. No hay que olvidar que entre los mix posibles, siempre habrá algunos cuyos costes sean los menores.

En este sentido, es imprescindible que los estudios de prospectiva que deben ayudar a determinar cuál es el mix futuro deseable vayan acompañados de análisis macroeconómicos.

Nuestro país, sigue pendiente el debate con una visión de conjunto sobre el futuro de nuestro parque nuclear de generación eléctrica. Además, al igual que el resto de países de la UE,  deberá adoptar en breve una posición sobre su apoyo y contribución al nuevo objetivo en materia de renovables planteado a nivel comunitario para 2030.

­Además de una estrategia energética a largo plazo, parece necesario definir y aceptar por consenso la puesta en marcha de un período transitorio para pasar de la situación actual a una situación normal de mercado, sobre todo en lo relativo al funcionamiento del sistema eléctrico. Nos referimos aquí al establecimiento de una serie de medidas, con carácter coyuntural y vida útil finita y definida por todos los agentes, que contribuyan a resolver problemas existentes hoy en día, como el caso del déficit de tarifa.

Este tipo de medidas que, dada la urgencia de la situación, podrían no ser las más adecuadas en primera instancia para la consecución y el fortalecimiento del mercado, se justificarían siempre y cuando estuviesen elaboradas en base a un plan de trabajo que incluya los plazos y medios adecuados para su eliminación o modificación en cuanto las circunstancias lo hiciesen posible. Sin embargo, no debe perderse de vista el objetivo final de mercado, ya que entonces se estarían desarrollando medidas que llevarán a una intervención desordenada, quedando el sistema en una fase intermedia entre la intervención y el mercado, como ocurre actualmente.

Un aspecto fundamental en el diseño del período transitorito es definir los objetivos que constituyan su fin último, es decir, aquellos aspectos que deben perdurar una vez finalizado este período. Nos referimos aquí a la eficiencia económica y estabilidad financiera sectorial y, en particular, de las empresas; la reducción de los precios de la electricidad; y la consolidación de la protección del consumidor y su  mayor participación en el sistema; además de la ya mencionada estabilidad regulatoria, la plena liberalización del sector y el correcto funcionamiento del mercado, tanto a nivel nacional como europeo.

En relación al proceso decisional y metodológico, España, tanto para el diseño de la estrategia a largo plazo como para el periodo transitorio, siguiendo el ejemplo otros país,  debe incluir los siguientes elementos como principios clave: :

Voluntad de involucrar a todos los agentes.

Proceso de adopción transparente y con carácter de política de Estado.

Acompañamiento de análisis macroeconómicos y geoestratégicos.

Inclusión de criterios y principios de revisión.

Y, para el caso de los países de la UE, coherencia con las propias directrices energéticas de la Unión.

Para que esto sea posible, es importante disponer del tiempo y el personal suficiente para preparar documentos, propuestas, comentarios y para mantener las discusiones necesarias, además de contar con la participación añadida de expertos independientes. Una revisión regulatoria puede requerir el mismo tiempo si se hace de forma ordenada que desordenada, pero los resultados son muy diferentes.

Jordi Dolader es Senior Partner de MRC Consultants and Transactions Advisers y presidente del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.

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