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En la actualidad, el desarrollo e implantación de la tecnología digital y del uso de internet están incidiendo en el sector energético de manera rápida afectando y transformando la definición del modelo actual de demanda/consumo y oferta/producción.

Concretamente, por el lado de la demanda, la digitalización está revolucionando sectores tales como el de:

  1. la distribución de energía eléctrica destacando en este ámbito el plan de despliegue de contadores inteligentes. Los nuevos contadores registran consumos horarios, eliminan las estimaciones en las facturas, permiten las lecturas remotas y posibilitan la reducción de los tiempos de interrupción del suministro, entre otros.
  2. la comercialización que a través del big data y el desarrollo de algoritmos están transformando los hogares en inteligentes y sostenibles permitiendo al consumidor tomar decisiones sobre su consumo de manera instantánea además de comparar sus consumos con los del vecino o incluso personalizar la contratación de su suministro a golpe de click con su compañía fomentando la competencia del sector en su conjunto. Sin duda, cambios que contribuyen a que la interpretación de la factura de la luz deje de ser un problema para los consumidores.
  3. el transporte y la movilidad donde la figura del vehículo autónomo puede suponer mejoras de eficiencia.
  4. el industrial que con larga experiencia en el uso de dispositivos está consiguiendo, gracias a la digitalización, importantes ahorros a través de una monitorización más exhaustiva, una mayor seguridad y control de sus procesos productivos.
  5. la edificación donde con el uso inteligente de la información en tiempo real se puede conseguir una optimización del consumo energético.

Por el lado de la oferta, también se identifican trasformaciones relevantes tanto en los incrementos de productividad como en las mejoras de la seguridad y la gestión de los sistemas. Gran protagonismo de esta transformación digital la encontramos en el mercado eléctrico donde la creciente participación de la generación de origen renovables, mayoritariamente caracterizada por la utilización de recursos naturales (viento, sol y agua) no gestionables, impone nuevos retos a la gestión de la producción y su integración en el sistema, demandando  un papel más activo  de las redes y sus gestores, a lo que se suma, la respuesta de la demanda cada vez más inteligente, creando con todo ello un modelo con nuevos instrumentos que aumenta la flexibilidad a nivel global. Elementos esenciales en esta transformación serán la carga inteligente del vehículo eléctrico o el desarrollo de la generación distribuida. Sin duda, el proceso de digitalización dentro del sector de la producción de energía facilitará a futuro alcanzar un modelo de generación más sostenible contribuyendo así al cumplimiento de los objetivos medioambientales marcados 2030.

El proceso de digitalización del sector energético no está exento de riesgos tal y como argumenta la AIE en su Estudio. Concretamente, la digitalización se enfrenta a tres riesgos que deben ser debidamente analizados y gestionados.

El primer riesgo es la ciberseguridad en la medida en que actualmente se está mucho más expuesto a ataques informáticos. La creciente utilización de numerosos dispositivos denominados “inteligentes” pone de manifiesto la necesidad de crear nuevos mecanismos y protocolos de seguridad. Por ello, y según indica el informe “Cyber Security Strategy for the Energy Sector”, publicado por el Parlamento Europeo, la implementación de medidas tales como (a) el establecimiento de una autoridad a cargo de la ciberseguridad en el sector energético, (b) la obligatoriedad de remitir informes de incidentes en el sistema o (c) la dotación de información al consumidor de los riesgos a los que se enfrenta son elementos a considerar.

El segundo riesgo está relacionado con la privacidad de la información. Actualmente, dado la cantidad ingente de datos que los consumidores producen existe una preocupación por garantizar la confidencialidad que debe ser atendida y hacerla a su vez compatible con el objetivo de innovación de los mercados y de los servicios, con la mejora en la gestión de los sistemas y con garantizar el proceso de digitalización en sí mismo.

Y el tercer riesgo se refiere a los efectos disruptivos que deben ser recogidos en los nuevos requerimientos de la política energía y digital por parte de los organismos reguladores.

El propio proceso de digitalización debe ir acompañado de un eficiente desarrollo regulatorio por parte de las entidades correspondientes que garantice que el proceso se haga de manera objetiva y no discriminatoria a la vez que de una manera ágil. En la mayoría de los casos, los avances tecnológicos se desarrollan a una velocidad vertiginosa superando el ritmo de desarrollo de la regulación de ahí que debamos ir hacia un proceso de “Smart Regulation” donde el objetivo sea no regular más sino hacerlo de manera más eficiente manteniendo un entorno económico atractivo y flexible para la actividad del sector privado. El avance del proceso de digitalización y la transformación del sector energético va a requerir nuevos principios regulatorios que garantice: a) simplificar los procesos burocráticos entre empresas y el regulador; b) aportar un marco legal estable con unas reglas claras para todos los agentes, c) armonizar los derechos de los consumidores, los usuarios, los reguladores, y empresas y d) aportar un valor añadido al sector que se regula.

A este respecto, la AIE ha propuesto un menú de propuestas en su Estudio dirigidas a los organismos reguladores y políticos para favorecer el avance hacia la senda de la digitalización de manera eficiente. Entre las recomendaciones se destacan las siguientes:

  1. Analizar el impacto de la digitalización sobre la demanda global de energía considerando que el desarrollo de los nuevos servicios pueden implicar un incremento de la demanda energética y evaluando el impacto en la mejora de la eficiencia energética.
  2. Considerar a todo el conjunto del sistema energético a la hora de evaluar el impacto económico de la digitalización garantizando una energía más sostenible y asequible. Esto cobra más importancia en el sector eléctrico donde la transición a redes más inteligentes requerirá de inversiones adicionales en las infraestructuras que demandan un apropiado modelo retributivo y de cambios en el diseño del mercado.
  3. Establecer un marco regulatorio tal que garantice los desarrollos regulatorios y plataformas tecnológicamente neutrales para la energía digital permitiendo la competencia entre los agentes, y el desarrollo de nuevos modelos de negocio.
  4. Asegurar el acceso a la información tanto para el sector privado como para el sector público garantizando la privacidad del consumidor.
  5. Fomentar el desarrollo de proyectos conjuntos entre empresas y el regulador enfocados al desarrollo de las redes inteligentes, respuesta a la demanda, identificación de nuevos modelos de negocios etc…

Sin duda, el sector energético en su conjunto está viviendo una verdadera revolución industrial en pleno siglo XXI. El gran desafío al que se enfrentan reguladores, consumidores y empresas es la adaptación al nuevo “medio” en el que si no te adaptas de manera rápida terminas desapareciendo.

Todos los agentes tienen desafíos que superar dentro del proceso de la digitalización. Por un lado, los reguladores que se enfrentan a regular nuevos servicios en continuo cambio y de forma impredecible. Por otro lado, los consumidores que tendrán que adaptarse a los cambios disruptivos que favorecerán el desarrollo de nuevos servicios. Y por último, las empresas que para tener éxito en el desarrollo del nuevo modelo energético tendrán que anticiparse a los cambios, redefiniendo sus estrategias y tomando decisiones que faciliten la transformación digital y la sostenibilidad de sus negocios.

En conclusión, y como es bien conocido, el primer principio de la termodinámica enuncia que la energía no se crea ni se destruye, únicamente se transforma (y hay que ver a qué velocidad, por cierto). Pero la sabiduría popular nos suministra otro principio fundamental: renovarse o morir. Por ello, la digitalización debe considerarse como el dedo que señala el camino. Un camino repleto de oportunidades pero también de riesgos que gestionar.

Marta Castro Pérez-Chirinos es Directora Economics and Regulation KPMG, España

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