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El carbón se afianza y ralentiza la transición energética

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El aumento de la población y del consumo per cápita asociado a un mayor nivel de bienestar hace que cada año el consumo mundial de energía crezca del orden del 1,5% anual en todo el mundo. Pero lo malo es que la calidad de la energía empeora y las emisiones de dióxido de carbono están creciendo a un ritmo  aproximado del 2,5%. La razón no es otra que, en contra de lo que podría parecer por la generalización de la llamada transición energética hacia un sistema más sostenible con predominio de las fuentes de energía renovable, la presencia del carbón en el mix energético mundial sigue creciendo como fuente de energía primaria.

La tendencia que amenaza la transición energética se concentra especialmente en los países más poblados y con desarrollo más rápido, como son China e India, pero también en grandes potencias económicas como Japón y Alemania, en las que como consecuencia del desastre de Fukushima, se han ido cerrando centrales nucleares con un resultado no deseado: el aumento del carbón como fuente de energía y, por tanto, de las emisiones de gases de efecto invernadero.

La transición energética es un camino largo y que se está recorriendo a un ritmo demasiado lento. De hecho, hoy día el  85% de la energía primaria proviene de los combustibles fósiles, y el carbón, lejos de remitir sigue ganando cuota de mercado amenazando incluso con desbancar al petróleo a corto plazo. Y ello supone un pésimo negocio desde el punto de vista medioambiental. Además, la situación se agrava con las políticas que se están poniendo en marcha en algunos países, como Alemania, que está sustituyendo la energía nuclear por combustibles fósiles, o como ocurre en Francia, donde se utilizarán las renovables para disminuir parte de la potencia nuclear en lugar de sustituir la fósil.

El carbón no para de crecer

Los datos son incontestables. El año pasado el carbón concentró el 30,1% del consumo energético mundial, alcanzando así su mayor cuota de mercado global en casi medio siglo. Es su mejor dato desde 1970 según los registros del último BP Statistical Review. El consumo mundial de carbón se elevó el año pasado hasta las 3.826 millones de toneladas de petróleo equivalentes. La demanda creció en 2013 un 3%, un ritmo inferior al de años anteriores pero, aun así, mayor que el cualquier otra energía fósil. El petróleo sigue siendo la principal fuente de energía, con una cuota del 32,9%, pero el crudo acumula ya catorce años de pérdida de peso en la cesta energética global a excepción hecha de EEUU, donde el fracking ha operado el milagro.

Protestas de los trabajadores de Elcogas. FOTO: CCOO

La razón es simple. El carbón es más barato y más abundante y quien más, quien menos, tiene sus reservas propias, lo que son dos argumentos de peso cuando los tiempos del petróleo low cost hace tiempo que han terminado. Y en contra de lo que piensan los empresarios de la minería española, su futuro no es tan negro como se piensa. De hecho los últimos datos del mercado, el carbón se ha convertido en la principal fuente de producción de electricidad en España a lo largo del verano. En los meses de junio, julio y agosto ha liderado la generación de energía, según los datos del operador del sistema, Red Eléctrica de España, alcanzando cuotas próximas al 25%. Aun así, en el conjunto de los ochos primeros  del año la cuota es de sólo el 14,2%, manteniéndose por detrás de nuclear, eólica  e hidroeléctrica.

¿Una crisis engañosa?

A pesar de la situación por la que atraviesan compañías como Elcogas, sumida en un plan de cierre de la central de Puertollano; Uminsa, que tiene convocada para el próximo 25 de septiembre junta de acreedores como parte del concurso voluntario en el que se encuentra inmersa la sociedad, o Endesa, que está desmantelando la central de Cubelles, el futuro podría deparar más de una sorpresa. Y es así porque parece que el Gobierno ha cambiado de opinión y, ahora, se ha puesto a negociar con las eléctricas un nuevo plan de viabilidad del carbón para salvar al sector.

El Gobierno está intentando buscar fórmulas para dar salida a la producción del carbón nacional a partir de 2015 pero sin que se le acuse de ayudas ilegales. Una de las fórmulas que está encima de la mesa consiste en animar a las eléctricas a que suscriban contratos bilaterales de abastecimiento a largo plazo. Pero hay un obstáculo importante que superar: las cuantiosas inversiones –unos 2.000 millones de euros- que tienen que afrontar las eléctricas en sus instalaciones para poder seguir quemando carbón y, a la vez, adaptarlas a las exigencias medioambientales europeas.

Sin el apoyo del sector eléctrico, que supone el grueso de la demanda, no se vislumbra un futuro claro para el sector. Según cálculos que maneja Industria, más del 60% del sector tendría capacidad de ser competitivo en el corto plazo, pero necesita de ayudas para despegar. Otro plan de salvamento no será fácil. El sector prevé seguir produciendo seis millones de toneladas en los próximos años, tantas como las que se destinan a consumo en centrales eléctricas, pero con una ecuación distinta. Si ahora el 40% de la producción es de minería subterránea, en 2018 se estima que ésta solo sea el 29%.

Tanto fuera, como aquí en España, todo parece indicar que la descarbonización tendrá que esperar. Nos guste o no, el carbón va a seguir jugando un papel preponderante durante una larga temporada porque es abundante, barato y seguro. Unas ventajas demasiado poderosas como para aparcarlas. De ahí que la** AIE estime que siga creciendo a un ritmo del 2,5% y acabe desbancando al petróleo como principal fuente de energía.** Malos augurios para la transición energética.

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