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Han tenido que transcurrir muchos años, demasiados tal vez, para que se haya ido abriendo, no sin cierta dificultad, la puerta de admisión a la valorización energética como elemento con peso influyente y reconocido en el debate sobre la gestión de residuos. Es indudable que este sistema ha venido desplegando su actividad en España bajo un desconocimiento social, y hasta mediático, imprudentemente generalizado, cuando no penalizado en su propia concepción terminológica hasta que la realidad medioambiental se ha impuesto reclamando soluciones válidas y no ensoñaciones.

Y es entonces, precisamente al esgrimir la Unión Europea su directiva sobre los residuos municipales cuando los ojos del medio ambiente se dirigen hacia la aportación de la valorización energética, con muchos menos apriorismos. Esta normativa europea exige que las cantidades destinadas a la reutilización y al reciclaje alcancen en conjunto, como mínimo, un 65% antes de 2035 y, además, se deberá reducir al 10% el uso del vertedero antes de dicho año. Bastaría una rápida mirada a la fotografía que presenta nuestro país en la generación de residuos y en el almacenaje en vertederos para comprobar que la asignatura europea, tal y como está planteada ahora mismo, se antoja muy complicada de aprobar.

Precisamente al haberse conmemorado estos días el 25 aniversario de la puesta en marcha de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (AEVERSU) – una entidad que reúne a 11 plantas en España y a 1 en Andorra-, cobra actualidad su contribución al cumplimiento de los objetivos europeos en materia de gestión de residuos. No resulta baladí que en algunos territorios, como ha ocurrido recientemente en el Principado de Asturias, ciertas formaciones políticas hayan abandonado posiciones consideradas hace un tiempo inamovibles para abrazar ahora el debate sobre la necesidad de incorporar a la valorización energética como solución al imparable problema de los vertederos desbordados.

España debe debatir sobre qué hacer

Tampoco es descartable que la opacidad que ha acompañado el devenir empresarial del funcionamiento de estas plantas de valorización energética, presas de una incomprensión manifiesta, haya contribuido a fomentar un elocuente desconocimiento a nivel general sobre qué es, qué aporta la valorización energética en el contexto medioambiental.

Bien es verdad que Europa va muy por delante en el reto de haber aceptado la valorización energética como elemento positivo cuando esbozamos el reto de la economía circular, o cuando necesitamos dar una salida a los residuos y a la eliminación de los vertederos o al aprovechamiento energético en su correspondiente tratamiento, permanentemente sometido a las exigencias medioambientales.

Aun siendo conscientes de este puesto secundario, hay que reconocer que ha llegado el momento de que en España se abra este debate nacional, para que se profundice a nivel político e institucional sobre la necesidad de ampliar la capacidad de valorización energética en nuestro país para así dar debido cumplimiento a las directivas europeas.

Necesidad de plantas de valorización

Valdría aportar algunos estudios de referencia y la contrastada opinión de técnicos cualificados para convenir en que no hay territorio que pueda cumplir los objetivos de gestión de los residuos sin contar con una planta de valorización energética. La exigencia de que el 65% de los residuos municipales deban ser reciclados y que el 25% sean tratados en planta de valorización energética permiten converger en la absoluta necesidad de duplicar la capacidad de las plantas en España.

Ya no es cuestión exclusivamente de las apetencias lícitas de quienes han apostado por el presente y futuro de la valorización energética. Se trata de entender la eficacia de sus prestaciones, de su contribución evidente a una energía renovable, de su condición de elemento resolutivo para el mal endémico de los vertederos.

Habría que hacerlo todo ello con conocimiento profundo de causa, acercándose a la realidad del día a día de sus plantas, incluso echando un vistazo analítico a la trayectoria que se sigue en numerosos países de Europa, donde se registran cotas de aceptación y de resultados muy superiores a los que puede presentar España, tan adormecida durante demasiados años. Hay tiempo para reaccionar, pero, en cambio, no hay excusa consistente para la demora en la debida toma en consideración de cuánto puede y debe aportar la valorización energética.

_Juan Mari Gastaca es socio director de Asuntos Públicos en BeConfluence _

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