El comunicado de José Manuel Soria sobre su renuncia a continuar como ministro en funciones y el abandono de todas sus responsabilidades políticas es claro: “A la luz de la sucesión de los errores cometidos a lo largo de los últimos días, en relación a mis explicaciones de mis actividades empresariales anteriores a mi entrada en política en 1995, debidos a la falta de información precisa sobre hechos que ocurrieron hace más de veinte años”.
Soria reconoce que los errores ya no están en los Papeles de Panamá sino en sus declaraciones. Es un grave error de comunicación lo que le ha llevado a tener que dimitir. Si no hubiese metido tanto la pata, habría aguantado en el puesto. Todo lo que sea para no manchar más la imagen del Gobierno de Rajoy. Pero ya es tarde. Y por cierto, Rajoy a todo esto, no ha dicho esta boca es mía. En fin.
El caso es que este error de comunicación de Soria no es casualidad. Desde que llegara al Ministerio de Industria, Energía y Turismo, la comunicación ha sido su mayor pecado. Muchos son los ejemplos.

Decía mi gran amigo Enrique Alcat, experto consultor en comunicación de crisis, que lo mejor que puede hacer un político es especializarse como portavoz. Saber qué decir en cada momento, estar preparado para cuando vengan mal dadas (como así ha sido), elegir el momento adecuado para lanzar el mensaje. Y sobre todo, siempre, siempre, decir la verdad.
Soria no ha cumplido nada de todo esto. Su llegada al Ministerio fue criticada por su desconocimiento sobre las materias que iba a dirigir, sobre todo energía. Rajoy, para ayudarle, le colocó a una de las personas que más sabía del asunto en su equipo, Alberto Nadal. Pero la relación de ambos fue caótica hasta tal punto que no se podían ni ver.
Soria, al principio de su llegada, no se escondía. Al revés. Llamaba poderosamente la atención que el ministro se metía una y otra vez en charcos en los que no debía meterse.
Veía los micrófonos y se lanzaba a por ellos. Quería hablar y opinar de todo. No había día que no saliera en los medios o en las agencias. Siempre daba alguna perla, algo que los periodistas siempre hemos agradecido. Pero eso no es bueno. Exponerse tanto en los medios es peligroso. Al final se ha quemado.
Eran frecuentes sus meteduras de pata, simplemente por su desconocimiento. No sabía. Y en vez de callar o esquivar las preguntas se metía en todos los fregaos. Esta política de comunicación externa tan peligrosa le llevó a tener cuatro directores de comunicación en estos cuatro años como ministro: Ángel Laso (ahora CSN), Clara Vilar, defenestrada por su sustituta Cristina Amor y ahora Carlos Taboada.
Esto es un reflejo de que la comunicación de Soria ha sido un desastre. Escasa confianza en sus equipos. No hubo una estrategia de comunicación. Y claro, luego vienen los problemas.
El grave error de excesiva comunicación externa choca con la pésima relación con los agentes del sector. Todo el sector energético lo ha dicho por activa por pasiva. “El ministro no nos recibe”. “No nos atienden en Industria”. “No han contado con nuestra opinión”. Y así podría estar hasta mañana.
Veía los micrófonos y se lanzaba a por ellos. Quería hablar y opinar de todo. No había día que no saliera en los medios o en las agencias. Siempre daba alguna perla, algo que los periodistas siempre hemos agradecido
El pecado de Soria es no haber contado con el sector energético a la hora de llevar a cabo una reforma de tanto calado. No se veía ni con las eléctricas. Su relación con las renovables es poco entendible. No se ha visto nunca. Lo repito. NUNCA. No ha acudido a ninguna de las múltiples invitaciones para que acuda los eventos del sector de las energías limpias y dé la cara. ¿Cómo se puede dar la espalda a toda una industria como las renovables?
Y al carbón. Que digan los sindicatos del sector minero o Carbunión cuántas veces les han engañado. Para llevar a cabo la reforma del sector eléctrico no contó con nadie. Tiró por la calle de en medio, y luego libró las luchas como pudo. Lo único de lo que se libra fue la reforma del gas, que ahí sí contó con las empresas y afectados por los recortes.
O la crisis de las prospecciones en Canarias. ¿Cuántas veces salió en los medios? Su guerra con Rivero no le gustó ni a Repsol. O sus explicaciones sobre el almacén de gas Castor. O el asunto de Garoña y el ATC.
Ha librado muchas batallas. Sus intervenciones en los medios siempre han traido consecuencias. Probablemente haya sido el ministro que más entrevistas ha concedido. (Nos ha faltado a nosotros. No quiso en ningún momento. Una pena) Una de sus intervenciones más nefastas fue en Salvados con Jordi Évole. Le pilló en varios renuncios. Todo por no estar preparado.
Es cierto que Soria había relajado su exposición en los medios. Además, daba la sensación de que ya conocía el funcionamiento del sector. Había mejorado notablemente. Pero seguía metiéndose en muchos charcos.
Una de sus últimas entrevistas, en plena guerra con las renovables por el autoconsumo, se atrevió a desafiar al sector para que probaran de alguna manera que él había creado un impuesto al sol. “Si alguien me demuestra que he creado un ‘impuesto al sol’, dimito”. Ni más, ni menos. Tuvo su respuesta, en forma de petición masiva en las redes sociales para que abandonara su puesto.
Estaba claro que por eso no iba a dimitir. Faltaba algo más gordo. Los Papeles de Panamá y sus mentiras. Eso es lo que le ha llevado a perder la confianza de Rajoy, a abandonar el Gobierno, el PP. Veinte años de carrera política tirados a la basura, entre otras cosas, por no saber comunicar.
Esto es un aviso para navegantes. Y para los que les gusta mentir más que nada. Ya lo dice el refrán, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.
Ramón Roca es director de El Periódico de la Energía.
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Pues que triste que a un político que ha vendido a su país dimita por mentir.
El pecado más grande de Soria es haber vendido a su país.
Que rastrero que algunos periodistas aprovechen para vender su producto, la manipulación.