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El mercado ha recibido a la baja, como no podía ser de otro modo, las propuestas de Enel para sangrar Endesa. A pesar de que se trata de un valor fácilmente manipulable por el bajo nivel de operaciones (sólo un 8% del capital de la sociedad está en manos privadas), la primera impresión es que los pequeños accionistas no se han tragado el cebo de Enel para pescar los activos latinoamericanos de Endesa y huyen del valor como el gato escaldado del agua caliente. La demostración más palpable son los recortes que ha sufrido la acción desde que Endesa comunicó a la CNMV el hecho relevante en torno a la segregación de Enersis.

Ni siquiera ha esperado el mercado a analizar los números oficiales de la operación, pendiente de aprobación, por otra parte, para enviar a Enel su telegrama con  acuse de recibo**: “No nos fiamos, no cuenten con nosotros. La operación que nos proponen no nos gusta”**. Más claro agua.

Y es que la comunicación de Enel no resiste el análisis más somero. Está llena de contradicciones. Y todas conducen a una única conclusión: las contrapartidas que ofrece a los accionistas de Endesa carecen de valor. Ocurre con ellas lo mismo que algunos trajes de baño: ocultan más que lo que enseñan.

Así, por ejemplo, dice Enel que la operación servirá para mejorar la estructura de deuda y los ratios de apalancamiento. Así será en el caso de Enel pero no en el caso de Endesa ya que el cien por cien de los ingresos por los activos de Enersis se repartirán en forma de dividendo extraordinario, con un retorno del 92% para Enel.

La comunicación añade  que Endesa reforzará su liderazgo en España y Portugal, pero se olvida precisar cómo, cuándo y de qué manera. De momento, lo único seguro es que Endesa  pierde su potencial americano y sus sinergias en beneficio de Enel.

Y pretende que la operación que se propone es un ejemplo de una política de dividendos “sostenible y definida”. Más bien, todo lo contrario. Los dividendos extraordinarios socavan esos propósitos. Son pan para hoy y hambre para mañana.

También anuncia prodigiosos planes de negocio, industriales y de inversiones para Endesa que no define, ni precisa, ni concreta. De momento, desconocemos la música, la letra, y, lo más importante, los números de unas propuestas que, más que contrapartidas, parecen una auténtica tomadura de pelo para los pequeños accionistas.

En lo único que la comunicación es veraz es cuando afirma que la operación sangría de Endesa permitirá enfocar el equipo directivo de la sociedad al negocio local. A la fuerza ahorcan. Muerto el perro se acabó la rabia. Sin negocio internacional, está claro que los directivos que queden deberán concentrarse en el negocio local. Por cierto, que la comunicación olvida precisar qué ocurrirá con los excedentes de plantilla. ¿Los absorberá Enel o lastrarán la productividad de la nueva Endesa? ¿Serán bajas incentivadas? ¿Con cargo a qué presupuesto?. ¿Qué opinan de todo esto los sindicatos?.

A la vista de todas estas lagunas, la CNMV, debería exigir las aclaraciones pertinentes y mientras estas no se produzcan devolver a Endesa/Enel la comunicación de un hecho relevante que tal y como se plantea, no parece de recibo. Aunque visto lo visto, hay motivos suficientes para que trabajadores, accionistas, clientes y proveedores se preocupen por el futuro de Endesa.

Miguel Ángel Pérez Marqués es consultor y miembro del Consejo Editorial del Periódico de la Energía

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