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Desde que Enel tuvo el control de Endesa, esta operación de vaciamiento de sus activos iberoamericanos pudo haberse llevado a cabo, pero parece que se ha querido esperar a un momento de cambio regulatorio en España para materializarse y dejar que cada palo aguante su vela.

Los resultados de Endesa a partir de ahora serán los que le permitan su buen hacer y la regulación española, independientemente de cualquier transferencia de resultados de sus inversiones en territorio transatlántico. Visto así, si bien no es bueno que una empresa española pierda posiciones en el ranking de su internacionalización, tiene el lado positivo de que la creación de valor y con ello su apreciación en el mercado si se decide poner en flotación una parte de sus acciones, serán solo y exclusivamente el resultado de sus operaciones en España.

También, con ello, se cortará de raíz cualquier crítica procedente del lado americano en el sentido que el gobierno español, con la aceptación del creciente déficit tarifario del sector eléctrico, estaba propiciando la transferencia de rentas del consumidor americano al español, comentario que si bien interesado, no era carente de una cierta realidad.

La cada vez mayor internacionalización del sector energético español es obvia y si bien hay actores que están pidiendo la cuenta, muchos otros, la mayoría, mantienen sus posiciones inversoras a la espera de la segura recuperación de la economía española y con ello el aumento del consumo energético, y de la consiguiente renta sectorial.

Esta desinversión de los activos iberoamericanos de Endesa debe servirnos de lección en el sentido que una vez aceptada la inversión extranjera, valorando su lado positivo de entrada de capital en las balanzas comerciales, tiene su servidumbre en los aspectos de la pérdida de poder en las decisiones estratégicas como la comentada o la de la política de I+D o la de acompañar determinadas propuestas de la política energética nacional.

Una vez aceptada la presencia de inversión extranjera en el sector energético, cuestión esta cuya oposición parece estar fuera de lugar por la aplicación de los Tratados de la Unión que permiten la libre circulación de capitales, la pérdida de poder para poder llevar a cabo toda política energética nacional es evidente.

Siendo esto así, parece contradictorio que los 28 Estados Miembros de la Unión Europea no concluyan la imperiosa necesidad de pactar una política energética única, que ayudase a caminar hacia el deseado mercado único de la energía y forzando a que operaciones de vaciamiento como el comentado, no se circunscribieran en un contexto de vencedores-.ganadores (lo que Italia gana, lo pierde España) sino en una creciente sinergia energética europea.

Este planteamiento tan localista contrasta con la realidad geoestratégica que muestra una cada vez mayor diferencia entre Europa y América, sobre todo la del Norte, en los aspectos de precios del gas y de la electricidad. A veces, uno tiene la impresión, que precisamente lo que se pretende en Europa es que hayan perdedores y ganadores y, de esta manera, que unos Estados vayan al dictado de otros.

¿Cuántas veces hemos querido dejar de ser una isla energética y se nos han negado las infraestructuras necesarias para alcanzar la mínima capacidad de interconexión en gas y en electricidad o estas infraestructuras se han construido a un coste de 10 veces el lógico por razones puramente políticas? ¿Se nos quiere solo para lograr operaciones de vaciamiento como la de Endesa? Queda bastante trabajo para desarrollar en Europa y al nuevo Comisario español no le va a faltar trabajo.

Jordi Dolader es consultor, ex miembro de la CNE y presidente del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.

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