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Ucrania tomó la decisión de suspender el transporte de gas natural ruso hacia Europa a través de los gasoductos del GTSOU (Gas Transmission System Operator of Ukraine) desde el primer día del año. Esto marcó el fin del contrato que existía entre GAZPROM y la empresa ucraniana Naftogaz y dejó a la UE sin el suministro de gas ruso que provenía de Ucrania. A pesar de su limitado impacto en las importaciones totales de gas de la UE, esta medida tiene un fuerte simbolismo político y favorecerá las exportaciones de gas natural licuado (GNL) desde Estados Unidos hacia Europa.

Esta interrupción en el transporte de gas ruso afecta solo al 5% de las importaciones de la UE, golpeando principalmente a Austria, Eslovaquia, Hungría y Moldavia. Aunque Austria y Eslovaquia ya han asegurado suministros alternativos, estos serán a mayores costos. Hungría, en cambio, continúa recibiendo gas ruso a través del gasoducto TurkStream, mientras que Moldavia enfrenta dificultades internas derivadas de la crisis energética engendrada, con cortes de calefacción y agua caliente. A su vez, las importaciones de GNL desde Estados Unidos, Argelia y Qatar son una alternativa que, aunque más costosa, permite mantener el suministro energético del bloque regional.

Impacto en los precios

Los mercados no esperan que esta interrupción provoque el mismo impacto en los precios del gas europeo que el sucedido en 2022, cuando eventos como el cierre del gasoducto Yamal, que pasa por Bielorusia y Polonia, y los sabotajes de los Nord Stream 1 y 2 llevaron a los precios a niveles récord, al punto de agravar la inflación de Europa en la postpandemia y deteriorar su competitividad. Aun así, los precios del gas en el continente probablemente seguirán aumentando de manera sostenida, una tendencia observada desde agosto pasado.

En este contexto político, Eslovaquia y Hungría, lideradas por gobiernos nacionalistas conservadores, adoptan posturas reactivas, mientras Moldavia, bajo un liderazgo prooccidental, busca soluciones en medio de sus propios desafíos internos que motivan la recuperación de la región separatista prorusa de Transnistria.

Ucrania, en respuesta a esta medida, ha cuadruplicado las tarifas de transmisión de gas para consumidores domésticos para compensar la pérdida de ingresos y ha recibido su primer envío de GNL desde Estados Unidos, a través de una terminal en Grecia.

El papel de Qatar

Qatar, que comenzado el conflicto ha abastecido entre el 12% y el 14% de las necesidades de GNL de Europa ubicándose como uno de los principales proveedores del bloque, enfrenta tensiones con la UE por las exigencias de sostenibilidad y derechos laborales ya que las directivas de la UE demandan a las grandes empresas que operan en el bloque, como QatarEnergy, a demostrar que sus cadenas de suministro no utilizan mano de obra explotada o no causan daños medioambientales para no incurrir en sanciones o multas que podrían alcanzar el 5% de la facturación global.

Esto puede sonar razonable y políticamente correcto pero una posible negativa de Qatar a seguir suministrando GNL a la UE, como lo señaló el Ministro de Energía Qatarí Saad al-Kaabi en una reciente entrevista con el Financial Times, podría causar una devastación económica. En el actual contexto y si el conflicto en Ucrania se extiende, lo más probable es que la UE dé marcha atrás en sus demandas por una mayor sostenibilidad corporativa de Qatar.

Estados Unidos emerge como un actor clave en este escenario, consolidando su influencia en Europa gracias a sus exportaciones de GNL. Este contexto podría intensificar la dependencia europea de los hidrocarburos estadounidenses, especialmente si medidas políticas, como las planeadas por Donald Trump para incentivar la producción de gas de esquisto, se materializan.

Trump y su GNL

Además, la amenaza de aranceles estadounidenses a productos europeos refuerza la tendencia de incrementar las importaciones de GNL desde Estados Unidos. Téngase en cuenta que ha nombrado a Chris Wright, un donante de su campaña, alto ejecutivo del sector de gas y petróleo y defensor de los hidrocarburos no convencionales, como futuro Secretario de Energía y que Trump ha amenazado con la aplicación de aranceles a las importaciones norteamericanas desde la UE sino se reduce el déficit comercial imperante favorable a Europa. Por ello, Europa facilitaría mayores importaciones de GNL (y soja estadounidense) para evitar que eso suceda.

En este contexto, el corte del gas ruso a través de Ucrania se convierte en una carta de negociación que Ucrania y la UE podrían aprovechar cuando concluya el conflicto bélico y se sientan a acordar. Una vez que Donald Trump asuma su mandato y ante la posibilidad de la finalización de la guerra, las negociaciones podrían facilitar la reapertura del transporte de gas natural ruso a través de Ucrania, así como a través del gasoducto Yamal o de la parte operativa del Nord Stream.

Esta reactivación del suministro de gas ruso, más económico, podría ayudar a la UE a evitar una recesión, especialmente si se agravan las dificultades económicas de Alemania. Paralelamente, esto contribuiría a mantener la imagen de corrección política de la UE y aumentar la capacidad de presión sobre Qatar para dar cumplimiento a la directiva de la UE sobre diligencia debida de las empresas en materia de sostenibilidad.

Rusia se beneficiaría gozando de los necesitados ingresos derivados de la venta de gas natural para enfrentar los enormes desafíos fiscales que deberá enfrentar una vez terminado el conflicto.

Estados Unidos, habría consolidado su influencia sobre Europa y tendría que avalar un acuerdo de este tipo que podría ser viable si existe la posibilidad de que Rusia no incremente la venta de su gas natural a China si se obstaculiza por vía del acuerdo la construcción de nuevos gasoductos a este país. Este es un escenario geopolítico posible ante una eventual negociación forme parte del final esperado del conflicto bélico que ya dura demasiado.

Andrés Schuschny es Licenciado en Ciencias Físicas y Doctor en Economía. Actualmente es Profesor en el Master Universitario de Energías Renovables, en el Grado en Relaciones Internacionales y en el Máster Universitario en Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Fue Director en la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) y funcionario de las Naciones Unidas (ONU) donde trabajó en temas vinculados a la planificación y las políticas energéticas y el análisis económico cuantitativo y la sostenibilidad del desarrollo.

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