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Nos encontramos en la recta final de la Conferencia del Clima de París, donde se intenta lograr, esperamos que con éxito, un acuerdo entre más de 190 países en materia de lucha contra el cambio climático. Las negociaciones, que han pasado ya al más alto nivel político, son de gran complejidad, pues suponen definir medidas que conduzcan hacia un modelo en el que se desacople crecimiento económico y emisiones, y hacerlo poniendo de acuerdo a un gran número de actores, en un ejercicio de responsabilidad colectiva sin precedentes. Son muchas las posturas que hay que acercar relativas al reparto de las responsabilidades, los mecanismos de transparencia, o la financiación,  pero el esfuerzo merece la pena porque está en juego el futuro de nuestra sociedad y nuestro planeta.

Tradicionalmente, los países industrializados han emitido la mayor parte de los gases de efecto invernadero pero la contribución de los países no OCDE ha sobrepasado recientemente a los OCDE y, según las previsiones de la AIE, esta contribución seguirá en aumento de forma rápida. En el contexto actual, el Protocolo de Kioto (todavía vigente en su segunda fase hasta 2020) tiene potencial limitado, porque implica acción solo respecto al 14% de las emisiones globales, al comprometer un número limitado de países y no incluir grandes emisores como los EE.UU o China.

Reconociendo que a través de Kioto no era posible conducir el mundo por la senda de no superación de los 2ºC, el acuerdo que se pretende alcanzar en París, y que aplicaría a partir de 2020, extendería las obligaciones de mitigación a todos los países independientemente de su nivel de desarrollo, aunque la aportación de cada uno variaría en función de sus capacidades y responsabilidades.

Según el informe de síntesis de Naciones Unidas, las contribuciones presentadas a lo largo de 2015 y con anterioridad a la COP (las denominadas INDCs) abarcarían cerca del 90% de las emisiones globales, con apenas 10 países ausentes entre los que destacan Venezuela o Uzbekistán. Basándose en este informe, la AIE durante su presentación del World Energy Outlook 2015 en Madrid, nos indicaba cómo el mundo se está moviendo hacia un sistema energético más eficiente y con menos emisiones, pero no al ritmo necesario y coherente con la meta referida de los 2ºC, por lo que es necesario hacer más.

La Unión Europea, en su conjunto, que se comprometió en Kioto a reducir sus emisiones en un 8% para la primera fase y amplió hasta un 20% para el 2020 en la segunda, ha venido liderando esta lucha con el establecimiento del sistema europeo de comercio de derechos de emisión (EU ETS), o la adopción de objetivos ambiciosos en materia de emisiones, energías renovables y eficiencia energética. Además, ha sido la región que ha realizado mayores esfuerzos, trasladados en gran medida a su sector energético, con la implantación de una gran diversidad de medidas en todos los subsectores tanto en el lado de la oferta como en el de la demanda.

De cara a la COP 21, la UE ha continuado mostrando un elevado grado de compromiso, y ha acudido a París con un plan de acción que incluye como meta reducir sus emisiones de GEI al menos un 40% en 2030 (respecto a 1990). Según esta contribución, la UE sería en 2030 la región desarrollado con menor nivel de emisiones de CO~2~ relacionadas con la energía per cápita (con 4,7 tCO~2~ per cápita), muy por debajo de EE.UU (10,9) o China (7,1).

Arcadio Gutiérrez.
Arcadio Gutiérrez.

La industria energético española es consciente de que suministrar energía con menos emisiones de CO~2~ no es una opción, sino una necesidad y un compromiso global. Sin embargo, también es consciente de la importancia de que se haga con el menor coste posible para los ciudadanos, sin comprometer la competitividad de nuestra sociedad ni de nuestras industrias y evitando las fugas de carbono y de inversiones.

Por ello, en nuestro sector, consideramos imprescindible lograr en París un acuerdo vinculante, global y equilibrado, y que no sigamos con acciones unilaterales en esta materia. Dicho acuerdo debe significar el comienzo de un proceso ambicioso, claro y creíble hacia una sociedad más resiliente y baja en emisiones, en el que todos (Gobiernos, empresas, sociedad civil) estén implicados y todos conozcan cuáles son las reglas del juego, incluyendo aquellas relacionadas con la monitorización, el reporte y la verificación. El acuerdo que se alcance, además, debería ser flexible de forma que pueda adatarse a los posibles cambios futuros, porque seguro los habrá, y debería contar con los mecanismos necesarios para que se asegure su aplicación.

Otro aspecto clave de todo el proceso y de los debates que están teniendo lugar en París,  es el relativo a la financiación a largo plazo. El acuerdo debería basarse en el compromiso de Copenhague de llegar a movilizar 100 mil millones de dólares anuales en 2020, y servir para crear marcos institucionales y normativos que impulsen y aceleren las inversiones en soluciones con bajas emisiones de CO~2~. Este asunto es crucial para apoyar a los países menos desarrollados en la lucha contra los efectos del cambio climático al mismo tiempo que consiguen un desarrollo sostenible y justo.

La cooperación internacional en temas energéticos nunca ha sido tan crucial.  Europa y España pueden aportar mucho en este campo mediante la transferencia de tecnología, compartiendo nuestra experiencia y las lecciones aprendidas con la aplicación de medidas y políticas, incluyendo el funcionamiento del los mercados de carbono.

La importancia de la colaboración se extiende también a nivel de actores. En particular, las compañías energéticas tienen que estar involucradas en el nuevo régimen climático que se construya, porque son ellas las que en gran medida tendrán que apostar por la innovación hacia tecnologías menos contaminantes y más eficientes; acometer cuantiosas inversiones; y, todo ello, contribuyendo a un modelo energético más sostenible pero también, al mismo tiempo,  a la prosperidad económica.

La interacción del sector privado con los gobiernos, las instituciones y la sociedad civil es fundamental en este proceso. Desde el Club Español de la Energía seguiremos aportando nuestro granito de arena para que esta interacción se produzca de la forma más productiva y adecuada para todos.

_ Arcadio Guitérrez es director general del Club Español de la Energía (Enerclub)._

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