En París, cuna de revoluciones, ya se ha puesto en marcha probablemente la última oportunidad para que el mundo se ponga de acuerdo a tiempo para tomar conciencia de las limitaciones de nuestro planeta. Es la cumbre que más impacto puede tener sobre la vida de los más de 7.000 millones de seres humanos que compartimos este mundo y de todas las especies animales y vegetales. Seguir utilizando la atmósfera como basurero de nuestro consumo energético, con el conocimiento científico que tenemos, es como mínimo una irresponsabilidad hacia nosotros mismos y hacia las personas y seres vivos que vengan después de nosotros. Como dice el Santo Padre en su encíclica Laudato si, “la tierra, nuestra casa, parece transformarse cada vez más en un depósito de basura”. Y cuando se ve la boina sobre Madrid, no se puede dudar de la profunda verdad de esas palabras.
Si en París no hay un acuerdo internacional sobre cambio climático, habremos fracasado como especie sapiens sapiens. El caso es que estemos o no sobrevalorados los humanos, en los últimos 30 años hemos conseguido recopilar toda la información necesaria para darnos cuenta de que no podemos seguir eludiendo una respuesta de todos a un problema planetario. Podemos decidir sin miedo a equivocarnos, sin ni siquiera apelar al principio de precaución mencionado en la Convención de Cambio Climático de 1992. Es la hora de actuar.
En este proceso mundial hacia la sostenibilidad planetaria, cuyo lema podría ser no consumas más de lo que el planeta ofrece (estamos consumiendo cada año recursos finitos a un ritmo creciente, por encima de su tasa de regeneración natural), se debería insertar una nueva política española sobre la sostenibilidad basada en un diseño de sociedad parco en consumo energético y alimentado por energías renovables.
Si somos serios sobre nuestro compromiso con nuestro planeta y nuestros descendientes, en España las emisiones derivadas del consumo de combustibles fósiles deberían bajar de las 5 toneladas de CO2 por cada español (en 2013 según la AIE) a sólo 1 tonelada en 2050. Con la dificultad añadida de que a todas luces el objetivo de la UE de reducir las emisiones en un 40% para 2030 no es suficiente, ya que sólo con esa reducción habríamos agotado todo el cupo de emisiones que le correspondería a la UE para intentar quedarnos por debajo de la cifra de peligro de 2º de aumento global de temperatura. Los datos indican que deberíamos ir a un objetivo UE de más de un 65% de reducción de las emisiones para 2030 si queremos evitar lo peor.
Ignacio
09/12/2015