La Unión Europea se encuentra entre dos mares. La guerra que mantienen Rusia y Estados Unidos para vender su gas al Viejo Continente ha vuelto a dar un giro de tuerca más, y en esta ocasión ha sido la Administración Trump quien se ha salido con la suya.
La Comisión Europea ha modificado la Directiva sobre el gas para crear nuevas normas comunes que se extiendan también a los gasoductos que entren en el mercado interno europeo del gas. El objetivo de la enmienda es completar la actual Directiva del gas (2009/73/CE) y aclarar que los principios básicos de la legislación energética de la UE (acceso de terceros, regulación de tarifas, desvinculación de la propiedad y transparencia) se aplicarán a todos los gasoductos a y desde terceros países hasta el límite de la jurisdicción de la UE. Esto garantizará que todos los oleoductos principales que entren en el territorio de la UE cumplan las normas europeas, se operen con el mismo grado de transparencia, sean accesibles para otros operadores y sean iguales. Una vez que el Parlamento Europeo y el Consejo adopten la enmienda, estos cambios constituirán un paso significativo hacia la finalización de la Unión de la Energía.
Lo que a primera vista parece una solución para mejorar el funcionamiento del mercado interior de la energía de la UE y aumentar la solidaridad entre los Estados miembros, esconde una pugna por llevarse el pingüe mercado europeo del gas. Pero las dos potencias al este y al oeste de Europa tienen también sus aliados en el interior. Cuando se aprobó la propuesta, Washington y Varsovia estaban sonriendo con deleite. Moscú y Berlín estaban furiosos.
Las nuevas reglas se aplicarán generalmente a todos los proyectos nuevos, pero están dirigidos a uno en particular: el nuevo oleoducto llamado Nord Stream 2, que traería el gas ruso bajo el Mar Báltico a Alemania. El gobierno de EEUU y sus aliados en Europa del Este creen que el oleoducto es un intento ruso de castigar a Ucrania evitando que el oleoducto pase por el país. Argumentan que dañará la seguridad energética de Europa haciendo que la UE dependa aún más del gas ruso.
Por su parte, Moscú quiere desenmascarar a EEUU y ha dicho que en realidad no están tan preocupados por la seguridad energética de Europa como lo están con sus propios beneficios. Los gigantes energéticos de Estados Unidos esperan exportar excedentes del boom del gas de esquisto a Europa a través del gas natural licuado (GNL) en los barcos, y los países en el Mar Báltico han estado construyendo terminales portuarias de GNL para recibir esta nueva bonanza. Washington está utilizando la geopolítica como una cortina de humo para mantener abiertos los posibles mercados de exportación, dice Moscú.
Con las cartas puestas sobre la mesa de Trump y Putin, ¿por qué Alemania se alía con Rusia? Pues porque desconfía de las motivaciones de EEUU y prefiere seguir adelante con la construcción del oleoducto, que discurriría junto al llamado Nord Stream 1. Berlín no quiere congelarse otro invierno al ver que el paso del gas ruso se vea interrumpido por las disputas entre Rusia y Ucrania.
Bruselas se encuentra atrapada en el medio. Aunque inicialmente la Comisión decidió que dejaría el asunto a los países en los que se iba a realizar la construcción del gasoducto, las interminables quejas de Polonia consiguieron calar en el corazón europeo, y finalmente se pidió a los 28 estados miembros de la UE que llegasen a un acuerdo unánime de cara a una nueva normativa sobre el mercado interior del gas, que incluyese también a la zona económica costa afuera de la UE, ya que la existente hasta ahora no se podía aplicar al oleoducto Nord Stream porque discurre a través de aguas internacionales.
Pero como Berlín y Varsovia están muy divididos sobre el tema, tal acuerdo ha resultado difícil de alcanzar. Polonia ha estado presionando para que Europa insista en extender las normas energéticas no solo a este gasoducto, sino retroactivamente a todos los anteriores. Su idea era hacer una normativa tan desagradable para Rusia que las negociaciones no pudieran ir a ninguna parte. Aunque el mandato de negociación requiere un voto unánime, estos cambios en las normas energéticas de la UE requieren solo un voto de mayoría calificada. Eso significa que Alemania, y otros que apoyan su posición como Austria, podrían no ganar, y eso es lo que ha pasado.
Ya se ha aprobado la nueva jurisdicción, tal y como quería Polonia, y ahora falta discutir el mandato para las negociaciones con Rusia, que podría tener requisitos tan duros que Moscú podría negarse a participar, aunque el deseo de Rusia de deshacerse de la problemática ruta gasística de Ucrania es tan grande que probablemente aceptará, y EEUU deberá jugar con las cartas que sobren.
Al final, esto no es realmente una batalla sobre las reglas energéticas regulatorias. Se trata de geopolítica e intereses comerciales. Y una vez más, Europa, pobre en energía, está atrapada en el medio, una pieza de ajedrez en un juego de dominio de la energía. La historia de Nord Stream 2 no ha terminado todavía. Pero por el momento, parece que los oponentes de la tubería tienen la ventaja.
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