Parece que todo el mundo tiene claro que el futuro de la energía es renovable, sí o sí. Por distintas causas. La principal, porque son limpias. Pero también porque ya comienzan a ser las más baratas. A día de hoy, en 2017, lo que más se instala en el mundo son renovables, solar fotovoltaica y eólica. Y en los próximos años irá a más.
Todavía el planeta tira de los combustibles fósiles, y también parece que lo seguirá haciendo unos años hasta que las renovables vayan cogiendo más cuerpo. En cuanto a la electricidad se refiere, en la Unión Europea, las energías limpias tienen aún mucho recorrido y es por ello que se tiene que decidir qué hacer con la tecnología que respalda a las renovables cuando por cuestiones técnicas y meteorológicas no produce la suficiente electricidad para cubrir la demanda.
Esa es la gran batalla que se está librando ahora en Europa. ¿Qué se elige? ¿Carbón o gas? La respuesta, aunque a algunos les parezca fácil, no lo es tanto si se tienen en cuenta todos los factores.
La Comisión Europea estableció un límite de contaminación por parte de las centrales eléctricas a partir de 2020. El ya conocido límite de los 550 gramos de CO2 por kWh generado de electricidad. Este límite ha generado un debate en toda Europa (también en España) que hasta ahora no ha había sido necesario, pero en el que hay que tomar una decisión en los próximos 12 ó 14 meses.
Bruselas metió con el calcetín esta propuesta del límite en su Paquete de Invierno para poder optar a mecanismos de capacidad en el futuro mercado eléctrico europeo. Ahora, el Parlamento Europeo tiene que tomar una decisión de qué hacer, y después le tocará el turno a cada país o Estado Miembro en el seno del Consejo Europeo.
El límite de CO2 se ha convertido en el centro del debate. Los intereses son múltiples. Quién más y quién menos tiene centrales de carbón, e igualmente posee ciclos combinados de gas natural.
Si finalmente se establece un escenerario con el límite de 550 gramos de CO2/kWh, todas (y lo repito para que quede claro, incluso en mayúsculas, TODAS) las centrales térmicas de carbón tendrían que desaparecer.
Un reciente informe de la consultora Compass para el lobby eléctrico europeo Eurelectric sostiene que establecer el límite no es la gran solución económicamente hablando, incluso ni tampoco de forma medioambiental.
El hecho de que desparezca el carbón conllevaría una eliminación de emisiones de CO2 a la atmósfera muy importante, pero si se va a sustituir por gas, esa reducción lo es menos. Pero sobre todo, si quitas las centrales térmicas de carbón, que ya están construidas y producen energía, hay que sustituirlas en buena parte por centrales de ciclo combinado de nueva generación en buena parte del continente europeo. Y eso sale mucho más caro a todos los europeos.
Según estima este informe, el coste de establecer el límite de 550 gramos asciende hasta los 108.000 millones de euros. Para alcanzarlo hay que tener en cuenta el coste de la nueva instalación, pero sobre todo, lo que hará subir el precio de la electricidad si se consume mucho más gas.
El precio de las térmicas de carbón es más bajo que el del gas, y eso elevaría la tarifa eléctrica a los consumidores europeos. Hay que tener en cuenta que estas centrales se pagarían a través de mecanismos de capacidad vía tarifa.
En el caso de España, no haría falta construir nuevos ciclos combinados de gas, algo que se ahorrarían las compañías eléctricas, y por tanto los consumidores. Existen 27.000 MW de ciclos combinados que hasta el día de hoy prácticamente han estado parados, infrautilizados por las compañías por ser la tecnología más cara. Aproximadamente han estado funcionando estos últimos 10 años a un 10-12% de su capacidad, por lo que tienen bastante recorrido.
“Si se eliminase el carbón en España, no sería necesario instalar nuevos ciclos combinados. Con la nueva potencia renovable sería suficiente”, señalan fuentes del mercado eléctrico.
Aun así, España vería como su tecnología más cara se adueñaría de un tercio del mix eléctrico, siempre y cuando no sea más, dependiendo de lo que se decida hacer con la energía nuclear, la más fiable en cuanto a suministro y limpia como las renovables.
Pero la UE, no es solo España. Existen otros 27 países que tienen voz y voto, incluso algunos más que otros por el peso económico que conllevan. Por ejemplo, Alemania, el supuesto paraíso de las renovables, es el país que más genera electricidad con carbón (junto a Polonia). El 40-50% del mix germano es carbón, y si se elimina al establecer el límite, a día de hoy se quedaría totalmente a oscuras. Y eso, por mucho que uno quiera establecer el límite, no va a suceder.
El problema que posee Alemania es que decidió eliminar la energía nuclear de su mix. Eso ha llevado a la primera potencia a quemar mucho más carbón que hace unos años, a elevar sus emisiones de CO2 procedentes del mix eléctrico y también a subir drásticamente su tarifa eléctrica, en buena parte por dar una mayor entrada a las renovables.
Es cierto que la penetración de las renovables en su mix ha sido significativa, pero aún está lejos de poder quitarle el reino al carbón. Y para poder sustituir al carbón tan pronto necesita de otras tecnologías que aún no posee porque Alemania no tiene tantos ciclos combinados como España, ni tanta renovable en cuanto a porcentaje de producción en el mix.
Y esto se podría extrapolar a algún país más como Polonia y alguno de Europa del Este. Entonces, ¿es técnicamente posible el límite de CO2? Parece que no, y es por eso que existe este gran debate en Europa.
Ahora es cuando toca definir la estrategia a llevar a cabo. El carbón va a desaparecer sí o sí, pero ¿cuándo? Esa es la respuesta que tiene que dar Europa. Fuentes cercanas a las negociaciones en el seno de Europa afirman a El Periódico de la Energía que se estudian o barajan varias posibilidades. Incluso, una de ellas sería hacer como una descarbonización a dos velocidades. Los que puedan hacerlo ya que lo hagan y los que no que lo vayan implantando en la medida que puedan con unos objetivos a medio y largo plazo.
También se podría establecer el límite de 550 gramos dependiendo qué centrales y sus necesidades para cubrir la demanda, como una especie de calendarización de la descarbonización. Unos días te apagas, y otros entras en el mix pero con el compromiso de ir a menos hasta el punto de desaparecer.
Cada país tiene sus problemas y sus intereses. Hay países con compañías productoras de gas, otros no, hay estados con ciclos combinados, otros no tantos; existen países con mucho carbón, otros casi sin ello; y se tienen que poner de acuerdo los 28. Si ya es difícil poder llevarlo a cabo en uno solo, poner a 28 parece más un sueño que otra cosa, pero también es cierto que se puede.
Así que ahora toca trabajar por el bien de todos. Suerte y al toro.
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