Japón vive cada año el impacto devastador de múltiples tifones, un fenómeno natural que Atsushi Shimizu sueña con transformar en energía gracias al primer aerogenerador capaz de resistir a una fuerza tan destructiva, ya que como él mismo afirma, la energía de un tifón podría alimentar Japón durante 50 años.
Este ingeniero residente en Tokio desarrolló una máquina compuesta por un pilar central rodeado de tres cilindros que aprovecha el llamado efecto Magnus, del nombre de un físico alemán del siglo XIX, Gustav Magnus.
Al igual que un balón de fútbol cambia de dirección al acercarse a la meta por el movimiento de rotación dado por el jugador en el momento del lanzamiento, los cilindros permiten generar una fuerza que se utiliza para accionar un generador, gracias a las corrientes de aire y a las variaciones de presión en sus contornos, tal y como se puede ver en este vídeo.
Aunque ya existen otros aerogeneradores de efecto Magnus, como los del fabricante japonés Mecaro, su forma tradicional, con cilindros en lugar de aspas, los convierten en más vulnerables a vientos muy violentos, superiores a 150 km/h.
Desde el accidente nuclear de Fukushima de marzo de 2011, que supuso un parón en la energía atómica, Japón ha apostado sobre todo por la energía solar para aumentar su cuota de energías renovables.
Y aunque el viento solo contribuye a la producción de electricidad a una escala muy modesta (menos del 1%), “según las estimaciones, la energía eólica tiene mayor potencial aquí que la solar”, señaló a AFP el inventor de 37 años, que dejó su trabajo para lanzar su ‘start-up’ Challenergy en 2014.
En Japón, los vientos impredecibles y la abundancia de terrenos montañosos no son favorables a los aerogeneradores clásicos de tres aspas, comunes en otros países, sin olvidar la amenaza de los tifones que pueden destruirlos.
Algunos expertos son escépticos sobre la eficacia del invento de Atsushi Shimizu. “Un aerogenerador como el de Challenergy podría ser muy resistente a vientos fuertes, pero dado que solo funcionaría durante una parte del año, no sabemos si produciría más energía que los tradicionales”, observa Izumi Ushiyama, del Instituto de Tecnología Ashikaga.
Además, como en el caso de otras energías de este tipo, dependiente de la luz y/o de las condiciones meteorológicas, un generador debe ir asociado a un dispositivo de almacenamiento y de regulación de corriente.
Si se pudiesen cargar baterías de gran capacidad durante un tifón para alimentar después a una región, el interés sería entonces notable.
El verano pasado, Atsushi Shimizu y su equipo probaron con éxito un prototipo dotado de una potencia mínima (solamente 1 kilovatio) en el archipiélago meridional de Okinawa, donde ha sobrevivido a potentes vientos.
La pequeña compañía espera empezar la producción en serie de máquinas de 10 kW antes de los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020. También sueña con trabajar en el extranjero, en particular en Filipinas, Taiwán y Estados Unidos.
“Si somos capaces de inventar un aerogenerador adaptado al medio ambiente japonés, seremos capaces de construirlo en muchos otros lugares del mundo que tienen un clima similar”, asegura Shimizu. “Es nuestro sueño”, remata.
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