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No cabe duda de que la toma de conciencia de todos los responsables políticos sobre la necesidad de tomar medidas para la mitigar los efectos del cambio climático va a favor del progresivo proceso de sustitución de centrales eléctricas de combustibles fósiles por otras basadas en el aprovechamiento de las energías renovables. En este sentido, la COP 21 va a representar sin duda un impulso (seguramente menor del que desearíamos algunos, pero positivo en cualquier caso) para reforzar la tendencia actual en este proceso de sustitución en el que estamos inmersos y sobre el cual la opinión pública no es todavía del todo consciente de su irreversibilidad y de su actual dimensión.

En efecto, la gran mayoría de la población no conoce que desde hace unos años las renovables ya han superado a las convencionales (fósiles y nucleares) en la nueva potencia instalada de generación eléctrica a nivel mundial. Ya en 2015, la proporción ha sido 60/40 a favor de las renovables y, según las previsiones de Bloomberg, la nueva potencia renovable será el doble del total de la potencia convencional que se instale en 2020. No obstante, a pesar de esta irreversible tendencia, las emisiones por parte de centrales de combustibles fósiles seguirán incrementándose en valor absoluto, aunque, confiamos en que esa tendencia de sustitución se acelere de forma natural.

Tampoco la opinión pública es consciente de que hoy en día son bastante mayores las subvenciones que a nivel mundial se están otorgando a la generación eléctrica a partir de combustibles fósiles que a las energías renovables. Incluso en nuestro país, en este dramático proceso de recortes sufridos por las renovables con la reforma eléctrica –-que no tocó en nada la retribución a la nuclear o la gran hidráulica--, las enormes subvenciones que todavía hoy siguen cobrando los ciclos combinados pasan desapercibidas camufladas en la parte de energía del recibo de la luz. Y que decir de las ayudas al carbón. Bastaría, por tanto, con la supresión de esas subvenciones a la generación fósil, que siguen apuntalando un modelo pasado y altamente contaminante, para que el proceso de sustitución por renovables se acelerara.

Luis Crespo, secretario general de Protermosolar.

Y es que, con COP 21 o sin COP 21, este proceso de transformación del sector eléctrico no tiene, afortunadamente para el planeta, marcha atrás, por más que se afanen los lobbies energéticos dominantes en ralentizarlo. Un reciente ejemplo es el inconcebible decreto de autoconsumo en nuestro país que, por fortuna también, tiene sus días contados.

Hoy en día las decisiones de inversión en nuevo equipo generador se orientan hacia las renovables no tanto por la adopción de compromisos vinculantes en los programas de los gobiernos sino, cada día en mayor medida, por motivos puramente económicos. ¿Quién va invertir en una nueva central nuclear si su coste de generación es ya mayor que el de las renovables, si no puede asegurarse ni cuánto tardará en construirse, ni cuánto costará cuando se haya acabado, ni tan siquiera si, por algún otro fatídico accidente, se la autorizará a funcionar cuando esté acabada? Y casi lo mismo podría decirse de las centrales de carbón e incluso de las de ciclo combinado sobre las que pesa, además de la incertidumbre sobre el precio del combustible, otras como el precio futuro del CO~2~ o incluso las eventuales limitaciones a la operación que podrían imponerse en futuras COPs.

Siendo así que el futuro de la generación eléctrica es, sin duda, renovable, es urgente comenzar a plantearse la necesidad de dotarlas de gestionabilidad y almacenamiento, ya que, en caso contrario, la necesidad de respaldo fósil seguiría siendo inevitable.

Por ello, los responsables de la planificación energética de los países deben cambiar sus actuales estrategias de incrementar la contribución de renovables en el mix al mínimo coste, apostando exclusivamente por la tecnología renovable que aporte el kWh más barato, por otras en las que la comparación se haga en función del valor que cada una de ellas aporta al sistema eléctrico y a la economía del país en general. Apostar por ‘precio’ en lugar de ‘valor’ puede además llevar a consecuencias indeseadas de recortes de operación con desaprovechamiento de la fuente renovable de energía primaria.

Aunque es posible pensar en diferentes opciones --centrales fotovoltaicas con baterías o parque eólicos con bombeo en relación a las renovables más desarrolladas--, son la biomasa y la termosolar con almacenamiento las que permiten hoy en día ofrecer la necesaria gestionabillidad del sistema, a unos costes competitivos para la misma generación y perfil de despacho anual, respecto a estas otras alternativas de tecnologías renovables ‘fluyentes’. Confiar exclusivamente en la penetración natural de las renovables fluyentes para reducir el nivel de emisiones es tener una visión miope sobre el sistema eléctrico del futuro.

Luis Crespo, Secretario General de Protermosolar y Presidente de ESTELA

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