En los próximos diez años, el sector energético de los países occidentales se enfrenta a un cambio de paradigma según el estudio del MIT y de la Universidad Pontificia de Comillas ‘Utility of the Future’. Para ello se necesita facilitar a todos los agentes un sistema completo y eficaz de precios, reconocer que el precio de la luz es distinto cada hora y que los cargos de las redes deben estar basados en los momentos de estrés para que se pueda mandar una señal económica al usuario final y así hacer un uso eficaz de su consumo.
Pero ¿está preparado el sector energético español para asumir el nuevo modelo? “En 2016 ya se ha visto que el modelo de negocio está cambiando y va a cambiar mucho más en los próximos años como consecuencia de los Acuerdos del Clima de París, que suponen un antes y un después en el sector energético”, señala Juan Luis López-Cardenete, profesor del IESE Business School, “pero no solo, también gracias al hundimiento de los precios de los costes de la fotovoltaica y la eólica, no hay más que ver lo que ocurre en las últimas subastas de Dubai o México, donde no se cuestiona si la generación del futuro será renovable o no, sino en cómo integrar toda esta tecnología en el sistema”.
Para López-Cardenete, “la cadena de valor actual, integrada verticalmente, responde a una realidad del pasado pero ahora es sospechosa y debe cambiar para que se de paso a los modelos exitosos del futuro”. Pero además, el cambio debe ir acompañado de “consumidores maduros, y ahora tenemos un grave ‘infantilización‘ de la demanda, el consumidor es manipulable y asustadizo, por eso hay que avanzar mucho en este sentido para que sean capaces de responder a las señales de precio”.
“Las señales de precio son importantes pero más aún es la flexibilidad del sistema”, explica Aida González, responsable de Política Energética de UNEF, “gran parte de nuestra infraestructura está infrautilizada porque no hay un diseño ni herramientas de monitoreo o de predicción que necesita la fotovoltaica. Deberíamos de dejar de buscar cómo cubrir los picos de demanda y centrarnos en cómo las energías renovables pueden adaptarse a ella”.
Por eso propone que la tarifa no debe ser una vía para recaudar dinero, que el autoconsumo no tenga cargos adicionales y que haya una planificación energética con objetivos concretos, “los mercados tienen que acercarse más al momento real”, añade.
“Las señales de precio son importantes, y lo serán más en el futuro, porque aunque tenemos un alto porcentaje de generación renovable, a medida que sea aún mayor, tendremos una mayor dependencia de la meteorología”, expone Heikki Willstedt, director de políticas energéticas de la AEE, “suena simplista, pero es así. El futuro será una interacción constante del consumidor con el sistema, pero para ello hay que arreglar una serie de cuestiones de la factura eléctrica, como los precios del CO2, que deberá ser la principal señal de precios para incentivar el desarrollo de las renovables”.
Respecto al nuevo paradigma tecnológico en el sector energético, Willstedt recuerda que “hace algunos años atrás ya veía un mundo donde el consumidor era capaz de gestionar su energía a través de su pantalla de televisión, donde controlaba qué electrodoméstico ponía en funcionamiento, cuándo o cuántos, en función de la información sobre el precio de la luz de ese momento”. Y ahora, algo así es lo que propone el informe ‘Utility of the Future’.
“En el momento en que nos encontramos, hablamos de un contexto de analfabetos energéticos, los ciudadanos no saben cómo gestionar su factura eléctrica, a diferencia de, por ejemplo, lo que ocurre con la telefonía”, señala Javier Arranz, responsable de energía de la OCU, “por eso necesitamos una regulación que permita acercar e informar del sector a los consumidores”. Y como ejemplo menciona los contadores inteligentes, “que casi todos los hogares ya disponen de uno pero no sabemos ni usarlos ni qué información nos ofrecen”. En definitiva, “no solo se trata de regulación sino de que el consumidor esté informado”.
Con todos ellos coincide Rafael Gómez-Elvira, director adjunto a Presidencia de OMIE, que habla de “un horizonte a 10 años donde el sector evolucionará de un modelo de gestión energética top-down (sistema jerárquico, organizacional y vertical) a un mundo bottom-up (un proceso que surge de organizarse desde la ciudadanía pasando de un modelo de escasez a un modelo de abundancia distribuida)”.
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Algunos paises como Alemania están preparándose para ese futuro que prevé el estudio del MIT, como ya hizo la eléctrica Eon y pronto RWE seguirá sus pasos. Otros se parapetan tras el modelo tradicional poniendo trabas a la evolución, que sin duda tiene riesgos, pero acabará llegando. Por ahora el nivel de aprovechamiento de la energía solar en España es irrisorio en relación a su potencial: quién acabará pagando ese retraso, o lo está pagando ya?