El cambio de paradigma que se está produciendo en las últimas décadas, de una economía y producción de energía basada en el carbón y en los combustibles fósiles hacia la descarbonización, con las energías renovables, está suponiendo todo un reto. Cualquier cambio de esta envergadura pasa por un periodo de adaptación y socialización, pero ahora ya estamos en otra fase, y es en la de buscar las mejores medidas de integración. Si no, que se lo cuenten a las grandes empresas que han invertido y apostado por las energías renovables.
Desde sus inicios se ha asociado a este tipo de generación de energía un impacto sobre el medio ambiente, la afección a la naturaleza, aunque los controles y los estudios de impacto ambiental previos obligan ya a tener todo bajo control. La nueva realidad en la que nos encontramos hoy en día obliga a las empresas a que el impacto ambiental no sea negativo, y son cada vez más los que hacen que su impacto incluso sea neutro o positivo.
Cuando pensamos en la construcción de una nueva infraestructura cabe pensar que siempre tienen un impacto en el medio ambiente. Esto es cierto, pero no siempre es perjudicial. Hoy día se habla de proyectos regenerativos, ¿qué es esto? Proyectos que impactan positivamente sobre su entorno. Así se trabaja ahora en renovables, pensando en su impacto positivo, sobre el entorno y la sociedad, además de en la economía local.
Hablando de sostenibilidad (tan en boga en nuestros días) cabe plantear una triple perspectiva: social, ambiental y económica. Si tenemos en cuenta estos tres pilares, estaremos hablando de un proyecto “redondo”.
Buenas prácticas
Para el desarrollo de este tipo de proyectos “perfectos” (optimizados, idóneos, y todas cuantas calificaciones positivas se nos ocurran) se hace necesario pensar en esta triple visión. Así, surgen algunos ejemplos de buenas prácticas que ponen de manifiesto el impacto positivo la población, sobre el medio y en la economía, por ese orden, que es lo que ha de prevalecer.
Un primer paso es la realización de EIAs (Evaluaciones de Impacto Ambiental). Estas garantizan un mínimo impacto en el entorno y la sostenibilidad del proyecto en términos ambientales. Además, se acompañan de estudios socioeconómicos y evaluaciones del impacto social, sobre el empleo y economía locales. Los estudios de viabilidad son clave para determinar la pertinencia de un proyecto o no.
Además, hoy día se proponen soluciones mixtas. No solo en la producción de energía (con centrales en las que conviven diversos tipos de renovables), si no actuaciones que permiten desarrollar varios tipos de actividades económicas en el mismo lugar. Es el caso de la “agrivoltaica”: energía solar fotovoltaica que cohabita con la producción agrícola (o incluso ganadera).
Distintos cultivos
Es común ver hoy en día pastos, ganado y otro tipo de actividades como la apicultura (cultivo de las abejas) o incluso la viticultura en una misma parcela o bajo el paraguas de las renovables. Lo mismo ocurre con la energía eólica, su consumo de espacio es en vertical, por lo que permite el paso, el pasto y realizar una vida cotidiana al agricultor y sus tierras, al ganadero y sus cabezas.
Pero es que, además, la instalación de energías renovables puede tener un impacto positivo sobre el medio. Por ejemplo, facilitan el desarrollo de cultivos herbáceos y otro tipo de especies bajo la sombra de los paneles fotovoltaicos, reducen la temperatura bajo su superficie, permiten a las cabezas de ganado pastar y descansar bajo su cobijo.
Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios