Cuando los ingenieros tuvieron que hacer frente a la resistencia de los daneses a que se levantaran más turbinas eólicas en las llanuras agrícolas del país, encontraron un lugar mejor: el mar. Y se ha producido el milagro, ya que en muy poco tiempo, la industria eólica danesa ha conseguido convertir la eólica offshore en una fuente de energía eléctrica ‘convencional’, que con vientos favorables y unos costes cada día más competitivos, ha logrado batir todos los récords de generación eléctrica, como ha recogido El Periódico de la Energía en estos últimos días.
La primera central eólica del mundo en alta mar, la de Vindeby, tenía solo 11 turbinas y podía suministrar electricidad a unas 3.000 viviendas. Aquel proyecto ahora parece una broma comparado con los megaparques que se extienden por los mares del norte de Europa. De hecho, frente a la venerable ciudad portuaria británica de Liverpool, una compañía danesa, DONG Energy, está instalando 32 turbinas que se alzan a 180 metros de altura, y cada una de ellas produce más electricidad que esa primera instalación.
Es precisamente el tamaño, tanto de los proyectos como de los beneficios que pueden aportar, lo que ha atraído la atención de bancos, fondos de capital privado y millonarios como el dueño del fabricante de juguetes danés Lego y el banco de inversión Goldman Sachs.
A medida que la tecnología ha mejorado y la demanda de la energía renovable ha aumentado, los costos han caído. Y la producción de energía eólica en altamar, antes una inversión radical, con alcance limitado y dependiente de los subsidios gubernamentales, está desplazándose hacia la corriente convencional
“Si hubiera encuestado a los inversores en infraestructura hace cinco años, solo uno cuantos habrían estado analizando la producción de energía eólica en altamar”, dijo Suzanne Buchta, codirectora mundial de bonos verdes de Bank of America Merrill Lynch. Ahora, dijo, “se sienten un poco más cómodos”.
Las centrales eólicas en altamar tienen varias ventajas sobre la producción de energía renovable basada en tierra, ya sea eólica o solar. Las turbinas pueden ser desplegadas en el mar con menos quebraderos de cabeza y quejas que en tierra, donde a menudo son consideradas feas a la vista. Además, la tecnología, que había sido muy costosa y dependía fuertemente de los subsidios gubernamentales, despertaba los recelos de los inversores, que se mostraban cautelosos. Pero eso está cambiando ahora.
Las turbinas actualmente son más grandes, producen mucha más electricidad y se despliegan en sitios mucho más grandes que en el pasado. El resultado, más energía limpia e ingresos extra.
Más competencia
El número de actores importantes también se ha ampliado, creando más competencia. Una empresa conjunta de Vestas, el fabricante de turbinas danés, y Mitsubishi Heavy Industries de Japón, está compitiendo ahora con Siemens, que durante mucho tiempo había dominado el mercado para la construcción de turbinas en altamar. Otros, como el gigante estadounidense General Electric y fabricantes chinos, también están entrando en el juego. “Para nosotros, la competencia es grandiosa”, dijo Benj Sykes, gerente de DONG en Gran Bretaña. “Impulsa la innovación, reduce los costes y estimula la actividad”.
Las compañías están desarrollando embarcaciones especializadas y mejorando las técnicas de instalación (tomando como pauta a la industria petrolera), reduciendo los cronogramas de construcción. La primera instalación de producción de energía eólica en altamar, Vindeby, empezó a generar electricidad en 1991. Frank A. Olsen, el ejecutivo danés que dirigió su construcción, recuerda que se construyó usando una barcaza con una grúa montada en un camión.
La central Burbo Bank Extension de DONG, frente a Liverpool, está mucho más avanzada. En la distancia, un barco tiende cable eléctrico, mientras una pequeña flota de embarcaciones de unos 24 metros de largo se mece sobre las olas mientras las cuadrillas de mantenimiento terminan su trabajo.
Todos esos factores en conjunto han ayudado a bajar los costos. DONG dice que sus costes anticipados para la generación de electricidad se han reducido a la mitad. En 2014, eran de 156 euros por megavatio-hora en un proyecto británico y, el año pasado, habían caído a 78 euros por megavatio-hora en varios parques eólicos en Holanda.
La caída de los precios ha despertado las esperanzas de que la producción de energía eólica en altamar pueda competir pronto con fuentes de energía convencionales como el gas natural y, eventualmente, se lleve a cabo sin subsidios. La producción en altamar está “en el umbral de un nuevo mundo”, dijo Samuel Leupold, vicepresidente ejecutivo para energía eólica de DONG.
La industria no carece de desafíos. Los megaproyectos planeados que empequeñecerán al parque Burbo Bank Extension pondrán a prueba si los inversores siguen viendo a las energías renovables como una inversión atractiva y si Europa conservará un papel de liderazgo.
Por ahora, la producción de energía eólica en altamar es una industria relativamente pequeña, aunque está creciendo rápidamente. Actualmente representa menos de una décima parte de las instalaciones de nueva capacidad eólica en todo el mundo, pero la inversión en la industria casi se triplicó en los cinco años concluidos en 2015, según Michael Gulbrandsten, un analista de la firma consultora danesa Make.
La producción de energía eólica en altamar se ha vuelto una fuente de energía importante en Gran Bretaña, Dinamarca, Alemania y Holanda, donde las aguas poco profundas y ventosas ofrecen condiciones ideales para las centrales eólicas frente a las costas. Expertos dicen que parte de Norteamérica y China también tienen un gran potencial.
La producción de energía eólica en altamar “ha sido un área de gran interés para nosotros”, dijo Carol Gould, directora de energía y renovables para Europa en MUFG, un banco japonés que está respaldando una gigantesco parque eólico en las costas de Gran Bretaña.
Como los tipos de interés en el mundo occidental están en niveles históricamente bajos, los inversores se han sentido atraídos por los rendimientos más altos de la producción de energía eólica en altamar. Y, con proyectos que tienen una expectativa de vida de 15 años o más, esos rendimientos también son de larga duración. PensionDanmark, un proveedor de pensiones danés, ha invertido más de 1.600 millones de euros en participaciones en proyectos eólicos offshore y espera rendimientos de entre el 6% y el 9%, dijo Torben Moger Pedersen, su director ejecutivo.
DONG, cuyo nombre responde a las siglas en inglés de Petróleo y Gas Natural Daneses, se las ha ingeniado para atraer a una amplia variedad de inversores importantes. Goldman Sachs tiene una gran participación en la compañía, pero otras empresas, individuos y fondos han adquirido participaciones en sus proyectos: DONG vendió una participació del 25 por ciento a PKA, un fondo de pensiones danés, y Kirkbi, un vehículo de inversión de la familia Kristiansen, que es dueña de Lego. Otras instalaciones suyas han obtenido fondos de empresas como la alemana E. On o la británica Centrica. Masdar, la compañía de energía limpia propiedad del emirato Abu Dabi, y la firma bursátil japonesa Marubeni, también han comprometido dinero.
La creciente variedad de inversionistas que buscan unirse es un giro importante respecto de hace un cuarto de siglo. “La producción de energía eólica en altamar tiene sentido como la próxima frontera”, dijo Jonathan Levy, jefe de Política y Estrategia de Vision Ridge Partners, una firma de inversión con sede en Colorado.
Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios