La madrugada del 11 de marzo de 2011, Japón fue azotado por uno de los mayores seísmos registrados de la historia, que provocó un tsunami que inundó una gran parte de la costa este de Japón, causando una gran devastación, la pérdida de vidas humanas y un grave accidente en la central nuclear Fukushima Daiichi, de la Compañía de Energía El****éctrica de Tokio (TEPCO).
Los estudios científicos posteriores al accidente han verificado que la radiactividad emitida por el accidente no ha tenido ningún impacto directo en la salud humana. Sin embargo, la salud y el bienestar de más de 150.000 personas que vivían en el entorno se vieron afectados en diferentes grados, incluidas algunas muertes prematuras como resultado de las evacuaciones de la zona debido tanto al tsunami como al accidente nuclear, la falta de acceso a la atención médica o medicamentos, problemas relacionados con el estrés y otras causas. El accidente también provocó alteraciones en la vida diaria de muchas personas, empresas y otras actividades. Basándonos en el reciente informe de la Agencia para la Energía Nuclear (NEA) de la OCDE, un documento con una completa bibliografía, repasaremos la secuencia de eventos, el estado del desmantelamiento y restauración del lugar, así como las lecciones aprendidas por los organismos nucleares y la industria nuclear mundial.
Sinopsis del accidente
La Agencia Meteorológica de Japón informó que el 11 de marzo de 2011 a las 14:46 (hora de Japón), el Gran Terremoto del Este de Japón (a menudo denominado «Terremoto de Tohoku»), de magnitud 9, sacudió la parte oriental de Japón. El desplazamiento en el fondo marino causado por el evento sísmico generó una cadena de tsunamis que inundó cientos de kilómetros cuadrados de la costa japonesa y destruyó o dañó más de un millón de edificios en localidades costeras, causando la muerte de aproximadamente 19.729 personas, otras 2.559 desaparecidas y 6.233 heridas.
La central nuclear de Fukushima Daiichi, con seisreactores de agua en ebullición (BWR) de General Electric, está ubicada justo en la frontera de las ciudades de Okuma y Futaba, en la prefectura de Fukushima, en el noreste de Japón. El enorme seísmo no causó daños a los sistemas de seguridad de los reactores, y las tres unidades que estaban operativas (1, 2 y 3) respondieron según lo diseñado y pararon automáticamente. La unidad 4 estaba en parada de recarga y mantenimiento y todos los elementos combustibles estaban en la piscina de almacenamiento. Las unidades 5 y 6 estaban en preparación para reiniciarse después de su recarga de combustible. Los daños causados por el terremoto provocaron la pérdida de todas las fuentes de suministro de energía exterior. Conforme al diseño de las centrales, los generadores diésel de emergencia comenzaron a proporcionar energía eléctrica a los sistemas de emergencia de forma automática. En este punto, los reactores estaban en condición segura y los núcleos se estaban refrigerando según lo previsto.
Aproximadamente 50 minutos después del seísmo, el tsunami que azotó una gran parte del noreste de Japón inundó también Fukushima Daiichi, provocando una enorme ola de agua y escombros que se estrellaron contra la instalación, en particular sobre las unidades 1, 2, 3 y 4 y sus sistemas de soporte. Se inundaron los generadores diésel de emergencia, la aparamenta eléctrica y las baterías, casi todas ubicadas en los sótanos de los edificios de turbinas. Dos generadores diésel para las unidades 2 y 4 y las baterías de la unidad 3 sobrevivieron al tsunami, antes de que los generadores diésel dejaran de funcionar debido a fallos en los interruptores y al agotamiento de las baterías. Los generadores diésel de las unidades 5 y 6 no se vieron afectados por estar a mayor altura.
Estos eventos llevaron a una pérdida total de energía eléctrica, un escenario conocido en el sector nuclear como station blackout (SBO) en las unidades 1, 2 y 3 que habían estado en pleno funcionamiento antes del terremoto. Si bien la unidad 4 no estaba en funcionamiento y no había combustible en el reactor, la pérdida de energía eléctrica dejó a los operadores sin instrumentación, controles e iluminación y sin poder supervisar el estado del combustible usado en la piscina, ni garantizar su refrigeración.
Las condiciones en la instalación eran muy difíciles. La pérdida de energía eléctrica y la pérdida de energía de múltiples sistemas impidieron que los operadores enfriaran los reactores y las piscinas de combustible usado. Además, el terremoto y el tsunami dañaron y obstruyeron las carreteras, lo que dificultó el acceso de los servicios de emergencia externos a la central. Sin agua de refrigeración, los núcleos de las unidades 1, 2 y 3 se sobrecalentaron y gran parte del combustible se fundió (se derritió) durante los primeros tres días. Muchos informes oficiales documentan y catalogan el daño del núcleo, formado por elementos combustibles con estructuras de circonio que reaccionaron químicamente con el agua y el vapor a alta temperatura liberando hidrógeno. Este gas, altamente inflamable, provocó explosiones el 12 de marzo en la unidad 1, el 14 de marzo en la unidad 3 y el 15 de marzo en la unidad 4 (no debido al hidrógeno generado en su piscina, sino por el proveniente de la unidad 3 por una línea que conectaba sistemas de ambos reactores). En las unidades 1 y 3, estas explosiones dañaron significativamente los edificios del reactor, destruyendo sus estructuras superiores.
La pérdida total de energía eléctrica de las unidades dañadas dejó sin iluminación e instrumentación la sala de control y limitó gravemente la capacidad de los operadores para comunicarse el resto del personal que estaba fuera de ella. Las unidades 1, 2, 3 y 4 permanecieron sin corriente alterna entre nueve y catorce días, respectivamente, después del apagón. La parada en frío (situación estable y segura) de todos los reactores y de las piscinas no se confirmó completamente hasta diciembre de 2011. Este retraso en el restablecimiento de las funciones de seguridad requirió que los operadores llevaran a cabo acciones de mitigación en la central en medio de condiciones muy dificultosas, incluidos los escombros del tsunami, la oscuridad, las altas temperaturas, la alta radiación y las repetidas réplicas y advertencias de tsunami. Los operadores trabajaron heroicamente durante muchos días bajo gran estrés y fatiga para restaurar las funciones de seguridad e intentar mitigar el daño a la planta. Su formación y profesionalidad, junto con las medidas de protección radiológica, evitaron que se produjeran dosis radiactivas que pusieran en riesgo su salud. Análisis posteriores indican que ningún trabajador ha sufrido daños por la dosis radiactiva recibida a consecuencia del accidente, ni se espera un aumento de la incidencia del cáncer, que no se ha producido en estos diez años.
La Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear del Ministerio de Economí****a, Comercio e Industria (METI) clasificó el accidente de Fukushima Daiichi como un evento de nivel 7 en la Escala de Eventos Nucleares Internacionales (INES) del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Este punto más alto en la escala del OIEA se asignó debido a las altas emisiones de radiactividad emitidas, el 80% de las cuales se depositó en el océano Pacífico. No obstante, los niveles de radiactividad naturales del océano, debidos esencialmente al uranio-238 y al potasio-40, son considerablemente mayores que los emitidos por el accidente e inferiores a los emitidos por Chernobyl y las pruebas de armas nucleares de mediados del siglo XX.
Respuesta inicial a la emergencia
Aproximadamente 15 minutos después del seísmo se activó el Centro de Respuesta a Emergencias (ERC), ubicado en un edificio sísmicamente aislado, equipado con un suministro eléctrico autónomo y sistemas de ventilación con dispositivos de filtración, zonas para descanso, vestuario, higiene y comedores. El uso de esta infraestructura permitió continuar con las acciones mitigadoras en el emplazamiento durante la respuesta al accidente. Es una instalación que se comprobó de gran utilidad y que han incorporado las centrales nucleares españolas tras Fukushima, duplicando o reforzando otras instalaciones ya existentes.
En respuesta a la emergencia, se envió personal de TEPCO, contratistas y personal de otras centrales nucleares japonesas para ayudar con diversas tareas, incluida la restauración del suministro eléctrico y la instrumentación, la inyección de agua para enfriar los reactores, retirando escombros y monitorizando los niveles de radiación. También se envió al sitio personal de agencias y organizaciones gubernamentales nacionales, como la Fuerza de Autodefensa de Japón, la policía y los bomberos, para ayudar en las actividades de mitigación y recuperación, incluida la operación de los grandes equipos necesarios para rociar agua sobre el combustible usado y mover los escombros.
Entre las muchas acciones para proteger al público que vivía cerca de Fukushima Daiichi, el gobierno nacional declaró una emergencia nuclear y el mismo 11 de marzo se emitió una orden de evacuación para las personas en un radio de 3 km de la central. A medida que empeoraba la situación, el 12 de marzo se tomó la decisión de ampliar la zona de evacuación a 20 km. Desde el principio, Japón trabajó en estrecha colaboración con otros países y organizaciones internacionales, compartiendo datos e informes. Muchos países ofrecieron asistencia, incluido Estados Unidos, cuyas Fuerzas Armadas estacionadas en Japón y sus alrededores proporcionaron asistencia humanitaria.
Desmantelamiento del combustible
En cooperación con TEPCO, el METI actualiza la información mensualmente sobre el progreso del desmantelamiento, incluida la situación de la extracción de combustible de las cuatro unidades accidentadas, el almacenamiento en el emplazamiento y la recuperación de los restos del combustible. Los objetivos son mantener la seguridad de los reactores, reducir la dosis radiactiva en el lugar, optimizar la protección de los trabajadores ante los riesgos laborales y proporcionarles instalaciones como comedores y centros de descanso. También se crearon estructuras empresariales como la descontaminación Fukushima Daiichi de TEPCO y la Compañía de Ingeniería de Desmantelamiento (FDEC).
La extracción de combustible es un proceso para transferir elementos combustibles de las piscinas situadas en los edificios de los reactores de las unidades 1 a 4 a una piscina común, más estable y con más medios de supervisión. Antes de iniciar la transferencia, las unidades necesitan trabajos preparatorios, como la retirada de escombros, especialmente en las unidades 1 y 3, reducción de los niveles de dosis en las plantas de operación, instalación de protección contra la intemperie e instalación de las máquinas de manejo de combustible y grúas que deben manipular los contenedores del combustible que, una vez cargados, pesan entre 50 y 100 toneladas. Inicialmente, la piscina común tuvo que ser restaurada para que pudiera albergar combustible en noviembre de 2012. La operación del área de almacenamiento provisional de contenedores en seco comenzó en abril de 2013 con la recepción de los nueve contenedores en seco existentes. A mediados de 2013, el combustible usado comenzó a retirarse de la piscina común para su almacenamiento en contenedores en seco. Más tarde ese año, el área provisional comenzó a almacenar combustible usado de la unidad 4, finalizando el traslado en diciembre de 2014.
La unidad 2 ha sido seleccionada como la primera unidad para iniciar la recuperación de los restos del combustible. Se planeó el proceso comenzara en 2021, sin embargo, en diciembre de 2020, TEPCO y el Instituto Internacional de Investigación para el Desmantelamiento Nuclear (IRID) anunciaron que el inicio se pospondría debido al retraso en el desarrollo de equipos, debido principalmente al impacto de la pandemia de COVID-19.
Gestión del agua contaminada
Se acumuló una gran cantidad de agua contaminada durante el accidente y el enfriamiento de los reactores, al entrar en contacto con los restos de material radiactivo de combustible dañado. Las medidas implementadas han sido la derivación de aguas subterráneas y la instalación de muros impermeables bajo tierra. La cantidad de agua contaminada generada ha disminuido de un promedio de aproximadamente 470 m^3^/día durante los doce meses hasta marzo de 2015 cuando entraron en operación las medidas, a un promedio de aproximadamente 180 m^3^/día hasta marzo de 2020. Los residuos generados por las instalaciones de tratamiento de agua (resinas de los desmineralizadores) se almacenan en contenedores robustos, mientras que el agua procesada se acumula en grandes tanques. Actualmente se ha eliminado casi toda la radiactividad del agua contaminada, con la excepción del tritio y el carbono-14, isótopos radiactivos que se encuentran en el agua del mar de forma natural. Se cree que el tritio es cancerígeno en dosis extremadamente altas, pero es solo una hipótesis, porque nunca se han apreciado efectos adversos para la salud en humanos, aunque el principio de precaución obliga a minimizar la dosis. La opción que se considera más adecuada por los expertos es verter el agua de Fukushima con tritio al Pacífico, siempre con un correcto factor de dilución, lo que no supondría un aumento significativo del riesgo para el ecosistema, ni para el pescado, ni para las personas que lo pudieran ingerir, como indican los estudios.
Reparación de áreas circundantes
El accidente de Fukushima Daiichi provocó emisiones radiactivas en su entorno que llevaron a la evacuación de personas de un radio de 20 km alrededor de la central y algunas áreas de alta dosis, así como a refugiarse en un área más amplia de hasta 30 km, dentro de la cual la evacuación voluntaria fue recomendada por el gobierno japonés. Además, las partículas radiactivas cayeron al océano circundante y grandes cantidades de agua radiactiva migraron directamente al océano. Se impusieron restricciones temporales al consumo y distribución de agua y alimentos.
El Gobierno japonés estableció y comenzó un plan de limpieza para conseguir una dosis anual máxima de 1 mSv/año en toda la región. La misión internacional de inspección del OIEA de octubre de 2013 señaló que el Gobierno debería explicar al público que esta dosis es un objetivo a largo plazo. El equipo consideró, al igual que la comunidad científica internacional, que los objetivos establecidos no eran realistas y que una dosis anual que permaneciera por debajo del valor de 20 mSv/año representaría un equilibrio más apropiado, en consonancia con las normas internacionales y las recomendaciones para proteger la salud y la seguridad públicas.
La campaña de reconocimiento de la contaminación se completó en marzo de 2018. Se están demoliendo las viviendas y otros edificios más contaminados, y se están limpiando los terrenos contaminados retirando aproximadamente los primeros 5 cm del suelo. El material extraído se almacena en una instalación (ISF) a las afueras de la central de Fukushima Daiichi. Progresivamente, la tierra descontaminada se está devolviendo a su lugar, se han levantado muchas órdenes de evacuación y se ha alentado a las personas a regresar a sus casas.
Mejoras de la seguridad y otras lecciones aprendidas
Poco después del accidente de 2011, todas las organizaciones nacionales e internacionales, públicas y privadas, relacionadas con la energía nuclear iniciaron importantes estudios conjuntos. Gobiernos, reguladores, organizaciones técnicas, operadores y otras partes interesadas emprendieron actividades organizadas para mejorar la seguridad en respuesta al accidente de Fukushima Daiichi. Las áreas de estudio incluyeron la seguridad de los centrales de unidades múltiples, la posibilidad de sufrir fallos de causa común debidos a eventos externos y los mecanismos en la progresión de un accidente. Se identificaron mejoras potenciales en varias áreas, como diseños de combustible que son más tolerantes a los accidentes (ya en operación en algunas centrales), minimizando la generación de hidrógeno, causante de las explosiones de Fukushima, y sistemas de alimentación eléctrica más robustos.
Se llevaron a cabo revisiones exhaustivas en todos los países para permitir una evaluación de la seguridad y solidez de las centrales nucleares, incluida la evaluación de su capacidad para resistir incidentes importantes más allá de las capacidades de base de diseño existentes para riesgos externos. Las revisiones, que generalmente se basaron en estudios de seguridad nuevos y existentes, así como pruebas de ingeniería, examinaron la idoneidad de los supuestos de establecidos en el diseño, así como la capacidad para superar condiciones más severas. España participó en Programa Europeo de Pruebas de Resistencia. Las revisiones cubrieron eventos iniciadores similares (terremotos, inundaciones y otras condiciones naturales extremas) y la pérdida consecuente o postulada de una función de seguridad (por ejemplo, pérdida de energía eléctrica, pérdida de la capacidad de refrigeración, o una combinación de ambas), así como la capacidad para hacer frente a accidentes graves. Las conclusiones se implementaron en forma de inversiones para dotar a todas las centrales de equipos portátiles autónomos aerotransportables adicionales a los sistemas de seguridad propios de cada instalación, procedimientos para utilizarlos y la formación de todo el personal implicado. También se han añadido sistemas para eliminar el hidrógeno (causante de las explosiones en Fukushima) de forma pasiva, sin alimentación eléctrica, así como nuevos equipos de comunicación, vigilancia meteorológica, refuerzo de la instrumentación. En cada central nuclear española se ha construido un Centro Alternativo para la Gestión de Emergencia (CAGE), un almacén para ubicar los equipos portátiles alternativos y un helipuerto, para recibir mediante helicópteros los equipos de otras centrales o del Centro de Apoyo de Emergencia (CAE), situado en Madrid.
El accidente de Fukushima Daiichi transformó la percepción sobre el papel de los ciudadanos en la toma de decisiones del gobierno sobre la energía nuclear, especialmente a nivel local. En algunos países se subrayó la necesidad de tener en cuenta el conocimiento, los valores, los intereses y las preferencias de las comunidades interesadas en la toma de decisiones nucleares, incluida la preparación y recuperación de accidentes en las zonas afectadas. En una tendencia que comenzó mucho antes del accidente de 2011, reflejada en tratados internacionales como la Convención de Aarhus de 1998, las partes interesadas esperan cada vez más no solo estar informadas sobre las decisiones ambientales y de infraestructura importantes que afectan sus vidas, sino participar directa y significativamente al tomar esas decisiones, más allá de participar en elecciones democráticas. Ganarse la confianza mediante una adecuada comunicación y divulgación es clave para la armonía entre las comunidades y las instalaciones nucleares. La experiencia anterior demuestra la viabilidad de tal compromiso. A raíz del accidente en la unidad 2 de Three Mile Island en 1979, la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos (NRC) estableció un Panel Asesor de Ciudadanos que estuvo activo entre 1980 y 1993. Este panel brindó oportunidades para que el público, los reguladores y los representantes de los titulares de licencias se reunieran periódicamente en un foro público para discutir problemas, soluciones y planes de limpieza. Las agencias gubernamentales japonesas también han celebrado reuniones, paneles públicos y discusiones de grupos asesores con partes interesadas locales en el área de la prefectura de Fukushima.
Varios foros e informes han trabajado en el impacto del contexto nacional en la seguridad nuclear para mantener y mejorar la cultura de seguridad nuclear, demostrando que que el contexto nacional tiene un impacto poderoso en la seguridad nuclear, lo que sugiere que será importante que todos los países comprendan y utilicen potencialmente los aspectos particulares presentes en sus propias culturas para mejorar la cultura de la seguridad nuclear.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que forma parte de Naciones Unidas, tiene 172 países miembros. Fue creado a finales de la década de 1950 como un medio para apoyar el uso seguro y responsable de la tecnología nuclear. El OIEA brinda asistencia a los países que ingresan recientemente al sector nuclear, lleva a cabo misiones de revisión por pares y publica estándares de seguridad consensuados que los estados miembros pueden utilizar como referencia para establecer regulaciones nacionales. De las cuatro misiones de revisión por pares del OIEA a Japón, la agencia reconoció una mejora significativa en las condiciones de trabajo en el emplazamiento, la gestión del agua y la gestión de residuos sólidos. Las misiones también identificaron un buen progreso en la extracción del combustible usado de los tres reactores dañados. El Director General del OIEA publicó un informe muy detallado en 2015 con toda la información disponible sobre el accidente.
El papel principal de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es dirigir la salud internacional dentro del sistema de Naciones Unidas y liderar a los socios en las respuestas de salud mundial. Inmediatamente después del accidente de Fukushima Daiichi, la OMS activó su procedimiento de respuesta de emergencia, incluido el enlace con el OIEA. El personal de la OMS trabajó para evaluar los riesgos para la salud pública y proporcionar asistencia técnica. La OMS también proporcionó consejos de viaje e información sobre posibles riesgos de radiación a sus países miembros, el público y los medios de comunicación.
El Comit****é Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR) tiene el mandato de realizar evaluaciones amplias de las fuentes, los efectos y los riesgos de la exposición a las radiaciones ionizantes de la salud humana (público, pacientes, trabajadores) y el medio ambiente. UNSCEAR revisa y evalúa minuciosamente las exposiciones mundiales y regionales a la radiación, y también evalúa la evidencia de los efectos en la salud inducidos por la radiación en los grupos expuestos y los avances en la comprensión de los mecanismos biológicos mediante los cuales pueden ocurrir los efectos inducidos por la radiación en la salud humana o en la biota no humana. Esas evaluaciones proporcionan la base científica que utilizan, entre otros, los organismos pertinentes de Naciones Unidas para formular normas internacionales para la protección del público en general y de los trabajadores contra las radiaciones ionizantes; esos estándares, a su vez, están vinculados a importantes instrumentos legales y regulatorios.
UNSCEAR publicó un informe sobre su evaluación de 2013 de la exposición a la radiación del público, los trabajadores y la biota no humana del accidente de Fukushima Daiichi y concluyó que los riesgos para la salud resultantes del accidente fueron mucho más bajos que los de Chernobyl. Esta evaluación se debió a las dosis sustancialmente más bajas recibidas por el público y los trabajadores en Japón. El informe también indicó que UNSCEAR no esperaba un aumento perceptible de las incidencias de efectos en la salud relacionados con la radiación entre las personas expuestas. En 2017, UNSCEAR publicó un Libro Blanco actualizando su evaluación de 2013 y cubriendo seis áreas temáticas: (1) liberaciones de radionucleidos a la atmósfera, dispersión y deposición; (2) liberaciones de radionucleidos al agua, dispersión y deposición; (3) evaluación de dosis para el público; (4) evaluación de dosis para trabajadores; (5) implicaciones para la salud de los trabajadores y el público; y (6) evaluación de dosis y efectos sobre la biota no humana.
La Comisión Internacional de Protecció****n Radiológica (ICRP) está formada por científicos eminentes, profesionales y otros expertos en el campo de la protección radiológica. Todos los miembros de la Comisión Principal, los Comités y los Grupos de Trabajo son voluntarios, seleccionados mediante un proceso transparente. La ICRP se estableció para promover la ciencia de la protección radiológica para el beneficio público, en particular proporcionando recomendaciones y orientación sobre todos los aspectos de la protección contra las radiaciones ionizantes. A finales de 2011, la ICRP inició una iniciativa de diálogo entre expertos, autoridades, profesionales, ONG, comunidades locales y representantes de organizaciones bielorrusas, noruegas y francesas con experiencia directa en la gestión de las consecuencias a largo plazo del accidente de Chernobyl, para encontrar formas de responder a los desafíos de las consecuencias a largo plazo del accidente de Fukushima Daiichi.
La Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO) reúne a todos los propietarios de instalaciones nucleares comerciales del mundo para cooperar y garantizar que todas las centrales nucleares se esfuercen por alcanzar los más altos estándares de excelencia la operación y en la seguridad nuclear. Tiene más de 120 miembros de todo el mundo. Tras el accidente de Fukushima Daiichi, WANO emitió tres informes de experiencia operativa significativa (SOER) e identificó una serie de cambios importantes para fortalecer WANO y su enfoque en la seguridad nuclear.
Impacto mundial de la experiencia adquirida
El accidente de Fukushima Daiichi ha afectado a la energía nuclear en diferentes países y regiones, de diferentes formas y en diferentes grados. También destacó la gran importancia del comportamiento humano y los factores organizativos para la seguridad nuclear. Los problemas políticos, económicos y sociales, incluidos los suministros de energía futuros, el cambio climático, los costes de las alternativas y la seguridad del suministro eléctrico, han variado entre regiones y países. Algunos países, como Alemania, han tomado la decisión de eliminar gradualmente su capacidad de generación nuclear, en lugar de hacerlo con el carbón o el gas. En otros lugares, los bajos precios de la electricidad y la dificultad de financiar nuevas construcciones nucleares (especialmente después de la crisis financiera mundial de 2008) han llevado a un menor número de nuevos proyectos de construcción de centrales nucleares y algunas decisiones para reducir la capacidad de generación o cerrar los reactores más antiguos. Algunos países han seguido ampliando su capacidad de generación nuclear con la construcción de nuevos reactores y una lista cada vez mayor de países «recién llegados» están sentando las bases para construir nuevos reactores que cumplan los objetivos ambientales y de seguridad energética futuros.
El accidente también ha contribuido al impulso del desarrollo de nuevas tecnologías nucleares, como los pequeños reactores modulares (SMR) y los reactores de IV Generación con características de seguridad pasiva, sin necesidad de alimentación eléctrica, y capacidad para reciclar los residuos radiactivos. Con 72 proyectos de SMR en países de todo el mundo, la industria tiene la intención de que estas nuevas tecnologías calmen las legítimas preocupaciones del público sobre la seguridad y ayuden a abordar el desafío de abaratar el coste nuclear para que contribuya más a la mitigación del calentamiento global, garantizando el suministro eléctrico.
Operador Nuclear
@OperadorNuclear en Twitter e Instagram. Ingeniero con Licencia de Supervisor en la central nuclear de Ascó. Divulgador independiente sobre ciencia y tecnología nuclear.
eric
11/03/2021