En un artículo (New Economics of Oil) publicado el 13 de Octubre de 2015, Spencer Dale, Director de Economía del Grupo BP, plantea una interesante reflexión sobre la profundidad y trascendencia de los cambios que el mercado del petróleo está experimentando en los últimos años. Por su interés, les resumo los principales puntos de dicha reflexión.
Tradicionalmente, de manera casi rutinaria, para responder a preguntas sobre el mercado del petróleo y los precios del crudo, hemos venido recurriendo a una serie de principios básicos que, en teoría, rigen las operaciones en dicho mercado. Dichos principios son cuatro.
El primero es que el petróleo es un recurso no renovable y, por lo tanto, tarde o temprano, se acabará. Y como un recurso finito se vuelve más escaso con el paso del tiempo, parece lógico asumir que, aunque con altibajos, el precio del petróleo tenderá a aumentar progresivamente.
El segundo es que la demanda y el suministro de petróleo son relativamente inelásticos frente al precio, lo que hace que este experimente marcadas fluctuaciones. En el caso de la demanda, la inelasticidad se debe a que hoy por hoy apenas tenemos sustitutos a los derivados del petróleo en el sector del transporte (a escala global este sector depende en un 95% de dichos productos). Y por lo que se refiere al suministro, porque una vez que una petrolera ha invertido grandes sumas de dinero en el desarrollo de un proyecto de exploración y producción, cuando, al cabo de años, el crudo empieza a fluir, el grifo no puede cerrarse aunque en aquellos momentos el precio del barril sea bajo.
El tercero es que el petróleo fluye de este a oeste: es decir, de oriente medio a Europa y América del Norte. Como contrapartida, el dinero circula en sentido opuesto lo que se traduce en toda la casuística asociada al tema de los petrodólares.
Y, por último, el cuarto es que la OPEP estabiliza el mercado. Así, por ejemplo, en 2008-2009, cuando la economía global atravesaba una profunda recesión y los precios del petróleo cayeron de 145 a 35 dólares por barril, el cartel corto su producción en casi tres millones de barriles diarios, estabilizando los precios. Con este mismo propósito, en 2004, cuando la demanda mundial de petróleo experimentó un brusco aumento, la OPEP incrementó de forma inmediata su producción.
Estos principios parecían sólidos. Sin embargo, en los últimos diez-quince años, el mercado petrolero ha cambiado de manera muy significativa, básicamente de la mano de la revolución del shale en EE.UU. y de la creciente preocupación global sobre el cambio climático y el medio ambiente, de manera que cabe preguntarse si tales cambios alteran la vigencia de los principios arriba enumerados. Y la respuesta es, en mayor o menor grado, afirmativa.
En primer lugar, hoy sabemos que la idea de la finitud del petróleo en cuanto recurso no renovable, no implica necesariamente que vayamos a quedarnos sin petróleo o que este sea cada vez más escaso. No tanto porque dispongamos de abundantes recursos no convencionales que los avances técnicos van convirtiendo en reservas probadas (como ha sucedido en EE.UU. con el petróleo de shale), sino, sobre todo, porque si somos coherentes con el compromiso de mitigar el cambio climático, tendremos que dejar dos terceras partes de las reservas probadas de combustibles fósiles en el subsuelo, sin quemarlos. Es decir, que, probablemente, no solo no nos va a faltar petróleo, sino que nos va a sobrar.
Por otra parte, la revolución del shale introduce una mayor elasticidad en el suministro de petróleo frente a las variaciones de precios en los mercados, ya que la curva de producción a partir de _shale _se ajusta a un ciclo temporal mucho más corto y manejable que la del petróleo convencional. Ello significa que el petróleo de shale puede ayudar a reducir la volatilidad en los precios, aunque, en contrapartida, dada la mayor dependencia de su producción del sistema bancario y financiero, incrementa la exposición del mercado petrolero a los shocks financieros.
Y también sucede que la caída de la demanda en Europa y Norteamérica, junto al hecho de que esta última región está reduciendo drásticamente su dependencia de las importaciones de petróleo (gracias a la explotación de sus recursos no convencionales) abre las puertas a un paulatino aumento del flujo de petróleo hacia Oriente, donde China e India están llamadas a incrementar sustancialmente sus importaciones. Estamos hablando de un cambio de 180º en la dirección del flujo comercial de petróleo, lo que tendría importantes repercusiones sobre los mercados energéticos y financieros, así como sobre la geopolítica.
En cuanto al papel estabilizador del mercado del petróleo ejercido hasta la fecha por la OPEP, todo apunta a que el cartel no perderá totalmente su condición de regulador clave, aunque tanto la revolución del shale, como el cambio estructural que supone la tendencia global hacia la electrificación del transporte, harán que su protagonismo quede cada vez más circunscrito al caso de variaciones de precios causadas por factores temporales, poco persistentes en el tiempo y de índole mayormente geopolítica.
Lo expuesto permite concluir que urge disponer de un nuevo conjunto de herramientas que guíen los análisis del mercado del petróleo. O lo que viene a ser lo mismo, de unos nuevos principios básicos que reflejen lo que podríamos denominar “la nueva economía del petróleo”.
Mariano Marzo es catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo Editorial de El Periódico de la Energía.
emho
04/07/2016