En una galaxia no muy lejana (España) hubo un momento en el que los electrones tenían un valor inimaginable para los terrestres. Solo unos pocos, los elegidos luchaban por el control de la electricidad. Era 1997 y a Lord Rato se le ocurrió liberalizar el mercado. Los electrones se dispararon, su valor en bolsa era tal que se arreció una gran batalla por hacerse con las eléctricas.
Ahí nació una suculenta historia: Iberdrola Wars, o la gran batalla entre Florentino Pérez (ACS) e Ignacio Galán por el control de la compañía eléctrica.
Pasaron los años y tras un intento fallido de crear un gigante energético entre Iberdrola y Endesa, nadie creía que la compañía de origen vasco iba a tener una batalla interna tan dura.
En 2005, apareció Florentino en el sector eléctrico. Compró a Banco Santander su participación en Unión Fenosa, en un movimiento que dejaba claro las intenciones de Pérez de conquistar el mercado de los electrones. Pero su intención fue más allá.
El poder de la electricidad genera cierta ansiedad por tener cada vez más, y más. No es que Unión Fenosa fuera una compañía perdida de la mano de Dios, no. Era la tercera eléctrica del país, pero muy por detrás de Endesa e Iberdrola.
Y claro Pérez quiso más y se fijó en la eléctrica vasca. Un año después se lanzó a comprar el 10% de la compañía, en un primer término con el visto bueno de Galán. Españolizar Iberdrola y ahuyentar a otros grandes inversores extranjeros que tenían apetito voraz de electrones españoles.
Hasta ahí todo bien. Pero el afán de poder separó la que parecía una relación de negocios. Nunca hubo amistad entre Galán y Pérez, y éste último tenía una doble intención. Quería la gran poltrona de Iberdrola. El gran despacho de la luz. Ser el presidente ejecutivo y máximo jefe de los electrones en España.
Poco a poco Florentino fue asomando la patita. Un porcentaje más de compra por aquí, vendo esto para comprar más acciones de Iberdrola por allá, hasta el punto de que más tarde alcanzó el 20% de la compañía. "El enemigo estaba en casa y lo he metido yo", se diría Galán a sí mismo en una especie de penitencia.
Pero el movimiento de Pérez no achicó a Galán, al revés, se vino arriba y emprendió una batalla sin igual en el sector eléctrico. El mayor pulso entre dos de los egos más poderosos del empresariado español.
Ante tanto movimiento, los señores de Moncloa, ya con Lord Rato en el exilio, colocaron a Lord Solbes y su socio Lord Sebastián a controlar el sector. Con todo el ajetreo sacaron a la luz la archiconocida Enmienda Florentino, con la que reforzaban los derechos de voto de los accionistas. Además, cambiaron la Ley de Sociedades para obligar a los inversores a lanzar una OPA por la totalidad de una empresa si adquirían el 30% del capital de la misma. El objetivo era alcanzar el 20%
Eso le hizo hacerse fuerte a Florentino. Mientras Galán se agarraba a que Pérez y sus intenciones de hacerse con el poder en Iberdrola no se podía producir porque era de Fenosa. Pero Florentino, para contrarrestar ese ataque decidió deshacerse de Fenosa, se lo dio a Gas Natural y se concentró en Iberdrola Wars.
Históricas eran las juntas de accionistas en Bilbao con el abogado de ACS y Galán lanzándose ataques casi personales. Altozano, el letrado de Florentino, y Galán se dedicaban auténticas perlas para el gozo de periodistas y accionistas estupefactos que más bien se posicionaban con Galán. Florentino era una especie de extranjero y Galán jugaba en casa. Lo sabía y aprovechaba.
¿Qué pasaba luego? Que todo acababa en los juzgados. Que si yo tengo que estar en el Consejo de Administración, que tú no mereces ni un solo sillón, y así año tras año.
Hasta que la crisis económica separó esta relación. Florentino adquiría las acciones a través de derivados y dependía del precio de la acción de Iberdrola para mantenerse. Amén de la abultada deuda de ACS por el empeño de su presidente de hacerse con Iberdrola. La acción de la eléctrica se desplomó como sucedió con todas las empresas por la dura crisis que llevó al rescate bancario.
Entonces la banca obligó a Florentino a malvender sus derivados de Iberdrola para hacer frente a la elevada deuda que alcanzó los 12.000 millones. A todo esto, sus hermanos del alma, los March, y los Albertos, principales accionistas de ACS, decidieron irse y abandonar a Pérez con su locura. Ya habían perdido demasiado dinero.
Poco a poco Florentino fue vendiendo su participación y volvió a dedicarse al negocio del ladrillo y las grandes infraestructuras. Y Galán respiró tranquilo. Era 2016 y Florentino tenía ya menos del 5% de Iberdrola.
Pero esta gran batalla ha vuelto a resurgir. Y todo por culpa de Darth Villarejo. Un ser traído de las cloacas más profundas ha sacado a la luz supuestas interrupciones en comunicaciones que salpican directamente a Galán y que podrían indicar que espió a Florentino Pérez en nombre del presidente de Iberdrola.
Darth Villarejo ha resucitado esta batalla. Florentino, que aún se acuerda de su mayor fracaso empresarial ha decidido ir a la contienda y se persona como acusación particular en el procedimiento judicial abierto contra Iberdrola por el espionaje de Villarejo, que afecta directamente al presidente de la eléctrica, Ignacio Galán y su entorno en la compañía.
Habrá que esperar a lo que diga la justicia para ver si la venganza de Florentino se sirve fría.
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