Al principio del nuevo milenio la expresión “peak oil” era prácticamente desconocida. No obstante el debate acerca de cuándo el ratio de producción de petróleo alcanzaría su máximo había ya empezado en los años cincuenta, en el momento en el que el geólogo M. King Hubbert de la petrolera Shell, presentó su modelo sobre el futuro de la producción de crudo en Estados Unidos.
(Hubbert, 1956), entregó el informe titulado: “Nuclear Energy and The Fossil Fuels”. En este trabajo científico, basándose en la función logística y mediante la aplicación de determinadas hipótesis y cálculos, formuló un modelo en el que simulaba el patrón del rendimiento productivo de un yacimiento petrolífero convencional. Hubbert pronosticó en su informe del año 1956, que la producción de petróleo convencional en los EEUU (los 48) dejaría de crecer para siempre 15 años más tarde.
Ésta afirmación se consideró irreal, infundada y un tanto ilusoria por parte de la comunidad norteamericana, como así parecía que lo venían a confirmar los constantes descubrimientos que se producían a diario. La producción de petróleo continuó aumentando favorecida por el descubrimiento de nuevos yacimientos, que permitían compensar la importante declinación productiva que estaba afectando al resto de pozos existentes. Parecía pues que el problema no era tan acuciante ni dramático como había planteado Hubbert.
No obstante, intranquilizó levemente a la industria y al Gobierno, puesto que ya se habían advertido ciertos problemas en las exploraciones observando un ligero deterioro de hallazgos durante los últimos años. Ésta situación, de confirmarse, podría poner en peligro una de las sólidas bases sobre la que se sustentaba la economía americana y su potente industria, principio y fundamento del consumismo en el que se basaba su estilo de vida. Así pues lo estimaron como un problema coyuntural, de manera que el informe quedó acumulando polvo olvidado en un cajón.
Hasta que en el año 1970 se cumplió el pronóstico. Hubbert acertó, 1970 fue el año que más petróleo produjeron los EEUU en su historia (3.517 millones de barriles). A partir de ese momento culmen, la producción comenzó a bajar paulatinamente año tras año, hasta tocar suelo en el 2008 (1.830 millones de barriles), ¡¡un 48% menos que en 1970!!
Desde entonces el debate sobre las curvas de declive en la producción petrolífera ha significado una cuestión relevante para la industria del petróleo. Ha preocupado y ocupado a multitud de expertos, especialmente geólogos y científicos de la tierra, que se han dedicado durante todo este tiempo a investigar. Se han realizado multitud de simulaciones y cálculos para intentar determinar con precisión la naturaleza del declive y poder anticipar el impacto. El principal interés de estas investigaciones no ha sido motivado únicamente desde la poderosa industria petrolífera, sino también inducido por la necesidad de los estados en defender su propia seguridad energética.
Excepto para algunas proyecciones extremadamente optimistas, una parte importante de expertos dentro y fuera de la industria petrolífera, han realizado predicciones concluyendo que la producción de petróleo y gas natural declinará antes de la mitad del siglo XXI.
Expertos como Aleklett, Campbell, Laherrère, Duncan, Youngquist, Deffeyes, Patterson, y otros muchos (mayoría de científicos) han patrocinado durante toda esta última etapa del siglo XX, la inquietante idea de la inminente aparición del peak oil en un periodo indeterminado dentro de las dos primeras décadas del siglo XXI.
Estas opiniones consideradas tan relevantes han seguido estimulando una cierta sensación de desasosiego. Se han suscitado ininterrumpidamente diversidad de análisis y constantes estudios junto con un gran debate a escala global.
Al mismo tiempo también han ido surgiendo voces discordantes contrarias a la corriente de pensamiento sobre la amenaza apremiante de la aparición del peak oil. Estos “negacionistas” han sido tildados por los defensores del peak oil, en un sentido peyorativo, de cornucopianos, justificado por la ausencia de argumentos empíricos validando la negación al advenimiento del cenit del petróleo.
Personalidades como Maugery, Yergin, Jackson y otros (mayoría de economistas) han rechazado las aproximaciones al peak oil determinadas de acuerdo con la curva de Hubbert. En su crítica destacan dos elementos sustanciales que quedaron fuera del análisis de Hubbert: el progreso tecnológico y el precio. Afirman que es importante comprender que en el fondo de la cuestión el peak oil es un concepto económico: “La producción declinará cuando haya otras fuentes energéticas menos caras. Por tanto el peak oil ocurrirá porque hemos consumido el petróleo fácilmente accesible”.
Las grandes petroleras, think-tanks y organismos internacionales de la energía (EIA, CERA IHS, IEA), han realizado sus propios cálculos y previsiones, que no siempre han sido coincidentes con alguna de las corrientes de pensamiento extremo, y que se han ido modificando en función de la evolución de las variables consideradas.
Llegados a este punto y con una cierta perspectiva sobre el tiempo transcurrido hasta ahora, hay que considerar la entrada en el panorama energético mundial de otros factores y variables que están empezando a cuestionar seriamente ciertos paradigmas que creíamos inmutables.
Como afirmó recientemente un alto ejecutivo de una las grandes compañías petroleras: “la aparición del petróleo de esquisto, junto con las crecientes preocupaciones sobre el cambio climático y el medio ambiente, significa que las creencias que muchos de nosotros hemos utilizado en el pasado para analizar el mercado del petróleo están desactualizadas. Necesitamos un nuevo conjunto de herramientas y un nuevo conjunto de principios para guiar nuestro análisis del mercado petrolero”. Toda una declaración de principios.
La revolución del shale, especialmente en los EEUU, ha permitido un incremento insólito de la producción de gas y petróleo, con suficiente potencial capaz de alcanzar el autoabastecimiento e incluso convertirlo en exportador neto de petróleo y gas. No obstante este recurso también está presente en otros muchos países, como Brasil, Rusia, Argentina, Australia, Canadá, China, etc. (las reservas son colosales a nivel global). El shale ha introducido una nueva y flexible fuente de oferta petrolífera que está cambiando las reglas del juego.
Por otro lado, la irrupción del vehículo eléctrico motivado por la creciente presión para descarbonizar el sector del transporte, está planteando por primera vez un enfrentamiento con el combustible fósil como la fuente de demanda principal.
China está entrando en una nueva fase en su desarrollo. En sus planes prioritarios se incluye la lucha contra la polución y la transición hacia un nuevo modelo económico de servicios, moviendo su sector energético en una nueva dirección, priorizando políticas energéticas en electricidad, gas natural, renovables y nuevas tecnologías digitales más eficientes.
La demanda de energía primaria en China ha disminuido drásticamente en los últimos años, pasando de una media del 8% en el periodo 2000-2012 a menos del 2% desde el 2012 hasta ahora (en 2016 creció tan solo un 1,3%), y las previsiones apuntan a una media del 1% hasta el año 2040. China jugará un enorme rol determinando las tendencias globales.
La demanda mundial de energía primaria se ha estabilizado actualmente en un ratio de crecimiento anual en torno al 1% durante los últimos tres años (2014-2016), mientras que en los últimos diez años creció a una media anual del 1,8%. El petróleo continúa siendo el mayor contribuidor a la producción de energía primaria, aportando aproximadamente un tercio de la energía consumida.
Resulta un tanto insólito el nuevo panorama de abundancia de petróleo y gas unido a la significativa contracción de la demanda de energía primaria. La revolución del shale, la eficiencia energética, la electrificación, la aportación del gas natural, los biocombustibles y la irrupción de las sostenibles, están transformando dramáticamente el paradigma del peak oil tal y como lo hemos considerado históricamente.
En el pasado cualquier mención al peak oil, se hubiera interpretado como una referencia inequívoca al cenit del suministro. En este momento la inquietud se está dando la vuelta pasando a ser el cenit de la demanda (peak oil demand) el foco de preocupación.
Desde hace ya tiempo no aparecen actualizaciones de informes o estudios sustentando el peak oil, quizás porque con esta nueva coyuntura ya no son válidas las anteriores premisas y habrá que considerar otras adicionales a las específicamente geológicas. Con todo, el debate sigue abierto.
Existe un amplio consenso entre los comentaristas y estudiosos en que la demanda global de petróleo continuará creciendo aún durante un largo periodo, que será determinado en base al incremento de prosperidad por el rápido crecimiento de las economías. No obstante ese crecimiento estará severamente condicionado por la evolución de las nuevas variables que han asaltado el actual paisaje energético, y que apuntan a revolucionar con una fuerza extraordinaria el futuro próximo de la energía.
El unívoco neologismo del nuevo milenio peak oil ha perdido su univocidad, necesita ser fijado y perfeccionado para que tenga auténtico sentido, por lo que desde ahora al hablar de peak oil tendremos que referirnos al peak oil supply o al peak oil demand.
Antonio Cano es Licenciado en ADE, MBA y Doctorando en Economía y Empresa.
Ruy Núñez
07/03/2018