La economía circular y la eficiencia son las claves de un futuro más sostenible. Por eso, cada vez más se apuesta por desarrollar tecnologías de captura y utilización de CO2 (CCU), una alternativa a la tan criticada captura y almacenamiento de CO2 (CCS). De hecho, en líneas generales, el concepto de CCU es más atractivo: en lugar de enterrar CO2 bajo tierra, se puede utilizar como materia prima. Productos derivados del CO2 podrían convertirse en plásticos o combustibles, de forma circular, y sustituir a los combustibles fósiles.
Pero tanto la Unión Europea como la AIE no quieren renunciar al almacenamiento y proponen las CCUS, captura, utilización y almacenamiento de carbono (carbon capture utilisation and storage), necesarias para implementar en la generación de electricidad y en la industria.
En el sector industrial, el CCUS puede constituir una opción de descarbonización competitiva en costes para algunos importantes procesos industriales. Sin embargo, la cartera actual de proyectos está muy por debajo de lo requerido para reducir las emisiones de los sectores industriales clave de la economía, según explica Mariano Marzo, director de la Cátedra de Transición Energética de la UB -Fundación Repsol, en su informe 'Principales conclusiones del WEO 2019'.
El problema es que para obtener grandes cantidades de hidrógeno renovable (es decir, sin CO2) se necesitan grandes cantidades de energía renovable. Almacenar y distribuir de forma segura el hidrógeno es una tarea difícil. Al hacer reaccionar el CO2 y el hidrógeno, se pueden fabricar combustibles como el etanol o la gasolina. Sin embargo, se necesitarían aproximadamente 1 GW para producir el hidrógeno requerido para convertir el 90% del CO2 emitido por una planta de cemento promedio en etanol. Por poner una comparación: ésta es la capacidad del parque eólico Fosen Vind en Noruega, 278 turbinas eólicas y 1.057 MW, un proyecto que ha costado 1.100 millones de euros, según explica SINTEF, una de las organizaciones de investigación independientes más grandes de Europa.
Hace solo un año, se creó Strategy CCUS, un ambicioso proyecto europeo financiado por la UE para acelerar el desarrollo de la tecnología de captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS) en el sur y el este de Europa, en el que participan empresas, instituciones públicas, centros de investigación y universidades de varios países miembros, como el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) o el CIEMAT. Su objetivo es buscar cómo generar recortes significativos en las emisiones de los sectores industrial y energético.
A primeros de este mes, celebraron su primera Asamblea General, online por la crisis del coronavirus, para poner en común los avances realizados en los últimos doce meses y preparar grupos de trabajo, ya que el proyecto se extenderá hasta abril de 2022. La Comisión Europea está apoyando los proyectos CCUS a través de una serie de iniciativas políticas, incluido el Fondo de Innovación, el Plan Estratégico de Tecnología Energética (Plan SET) y el Mecanismo Conectar Europa.
Para la AIE, la única alternativa posible para alcanzar lo que denomina en el WEO 2019 un escenario de 'Desarrollo Sostenible', el único que evitaría la subida de las temperaturas por encima de los 2ºC (da por imposible mantenerse por debajo de 1,5ºC), es la apuesta decidida por los CCUS.
"Este escenario 3 no elimina totalmente las emisiones de CO2 en 2040, y probablemente tampoco en 2050. Y para ello, la actuación principal, que supone un 37% de las actuaciones totales, es la eficiencia energética. Después, en un 32%, el desarrollo de las energías renovables, un 8% de las actuaciones que nos permitirían reducir las emisiones son los cambios de combustible, un 3% nuclear, pero un 9% la AIE lo fía a la economía circular, y es ahí donde incluye a las CCUS", explica Mariano Marzo en su informe.
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