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La OIEA visita el reactor ruso que quiere revolucionar la energía nuclear

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Una veintena de embajadores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) visitó hoy el recién estrenado reactor nuclear BN-800, el ingenio ruso con tecnología de neutrones rápidos que abre la puerta a una energía atómica de máxima seguridad y mínimo impacto en el medio ambiente.

"Hemos tenido la oportunidad de ver un reactor puntero, que emplea una tecnología apenas extendida en el mundo", dijo a Efe al término de la visita Rafael Grossi, el representante argentino en la delegación que viajó hasta la central nuclear de Beloyarsk (Urales), que hace tan sólo siete meses puso en marcha el nuevo reactor.

Situada a unos 40 kilómetros al este de Yekaterimburgo, capital de los Urales, y con 52 años ya cumplidos, la central ha vuelto a marcar otro hito para la energía nuclear rusa, nada menos que el tercero pero no el último de su larga historia.

En 1964 se convirtió en la segunda central nuclear de toda la Unión Soviética y en la primera en producir energía de ese tipo en cantidades industriales.

Años más tarde, en 1980, acogió el primer y hasta hace medio año único reactor de neutrones rápidos industrial de todo el mundo (el BN-600), basado en una tecnología que tras más de 60 años de aplicación práctica -desde el nacimiento de la primera central soviética en 1954- sigue en la senda del perfeccionamiento con el noble reto de cerrar el ciclo de producción de energía nuclear.

El sueño de reutilizar prácticamente hasta su desaparición los ingentes y extremadamente contaminantes residuos radiactivos que se generan durante la producción de la energía atómica parece estar más cerca que nunca con el arranque del BN-800 y el desarrollo de los futuros BN-1200, cuyo primer reactor también se ubicará en la central erigida en la ciudad de Zaréchni, región de Sverdlovsk.

"Si en la actualidad algunos componentes de los residuos que resultan de la quema del uranio tardan miles y miles de años hasta su total descomposición, el ciclo cerrado permitirá reducir ese plazo hasta 400 años", explicó a Efe el ingeniero jefe adjunto de seguridad de la central, Valeri Shamanski.

En resumidas cuentas, los rusos dicen tener la tecnología para construir un reactor que se retroalimentará de los residuos generados por él mismo, de manera que devolverá a la naturaleza "una cantidad de material radiactivo similar a la extraída de la tierra para poner en marcha el ciclo", añade el técnico.

Porque pese a todo, subraya Shamanski, "es imposible construir un reactor que no deje nada de la llamada basura nuclear, aunque sí es posible reducir prácticamente a cero el daño al medio ambiente".

El BN-800 es un reactor a medio camino hacia el ciclo cerrado que emplea el combustible MOX, una mezcla de óxido de uranio y óxido de plutonio.

Los expertos de Rosenergoatom, la división de energía nuclear de la corporación rusa Rosatom, aseguran que se trata de un combustible para el futuro, porque permite incorporar el plutonio extraído del combustible usado y otros deshechos radiactivos en un nuevo ciclo de producción de energía.

Pero tras dar una segunda vida a esos desechos primarios, los residuos ya no pueden ser reutilizados de nuevo, por lo que no se puede hablar todavía de un ciclo cerrado que sí deberá incorporar el BN-1200.

El MOX ruso, elaborado en una planta que también se puso en marcha el año pasado, emplea el plutonio militar soviético retirado de la industria armamentística en virtud de un acuerdo con Estados Unidos para reconvertir ese material radiactivo en combustible de uso pacífico.

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