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Hace unos días presentamos en València la Ruta Valenciana del Biogás, una hoja de ruta autonómica que pretende potenciar y marcar objetivos para el desarrollo del biogás en la Comunitat Valenciana. Considero que esta Ruta Valenciana aporta novedades importantes respecto al resto de estrategias que hasta ahora teníamos en España, tanto cuantitativas como cualitativas, que me gustaría explicar.

La Ruta Valenciana del Biogás nace de una necesidad. Desde mucho antes del comienzo de la Guerra de Ucrania y de la presentación del REPowerEU, justo cuando los precios del gas natural comenzaban a repuntar, detectamos un enorme interés de nuestras empresas gasintensivas por el biogás. La Comunitat Valenciana es una autonomía con un destacado consumo de gas natural debido fundamentalmente a su sector industrial, que sabe que debe avanzar en el camino de la descarbonización pero que no siempre tiene las alternativas tecnológicas adecuadas.

El precio del gas es hoy una variable insoportable, pero a largo plazo resulta tanto o más relevante el coste de los derechos de emisión, que se esperan muy por encima de los 100 €/t en un futuro no demasiado lejano. La necesidad de reducir emisiones, muchas veces relacionadas con importantes sanciones de no hacerse, es una variable fundamental para entender esta enorme demanda de biogás contenida a causa de falta de oferta. En muchas conversaciones informales grandes empresas nos transmitían la misma idea y casi literalmente con las mismas palabras: “Compraremos todo el biometano que se produzca”.

Esta situación exigía conocer el verdadero potencial de producción de biogás en la Comunitat Valenciana, sabiendo claramente que jugábamos en el terreno de la escasez, es decir, que iba a haber menos capacidad de producción que demanda. Pero precisamente eso daba al biometano un enorme valor. En nuestro enfoque solo contemplamos la producción de biogás a base de residuos, sin contar los cultivos energéticos que son ese comodín que permite especular con grandes potenciales de producción de biogás que, en mi opinión, no serían realistas.

Si la Ruta Valenciana del Biogás se diferencia de otros documentos del mismo estilo que se han hecho en España es precisamente por la apuesta de llevar el biogás, en forma de biometano, a aquellos consumidores que carecen de alternativas tecnológicas competitivas para la descarbonización. Hasta ahora el enfoque tradicional en España era la generación y consumo local del biogás para generar calor y/o electricidad, pero nosotros consideramos que existen alternativas tecnológicas para generar calor y electricidad con otras fuentes de energía y, en cambio, la gran industria o el transporte pesado no tienen tantas vías de descarbonización efectiva.

La conversión de biogás en biometano se convierte así en una de las bases de la estrategia, priorizándolo en aquellos casos donde por volumen y por existencia de red gasista es viable hacerlo. La idea es llevar el recurso a donde tiene más valor. En otras situaciones donde no se cumplen estos requisitos, el uso local para cogeneración o generación de calor o electricidad es la alternativa proyectada. Este enfoque es plenamente coherente con el REPoweEU, que además pide a los estados miembros un esfuerzo especial en la generación de biogás y biometano. Pensemos que el objetivo europeo es producir 350 TWh de biogás/biometano para 2030. España actualmente no produce ni 3 TWh, y el biometano inyectado a red es casi testimonial.

Después de fijar estas consideraciones de partida, el análisis técnico del potencial de producción de biogás en la Comunitat Valenciana nos condujo a las cifras que se pueden observar en esta gráfica:

El potencial técnico total de producción de biogás en la Comunitat Valenciana es de 5,6 TWh anuales, basándonos en la tecnología actual, el residuo actualmente disponible y sin contar los cultivos energéticos.

Este sería un potencial máximo difícilmente alcanzable, así que para 2030 se fijó como objetivo el definido como “potencial accesible”, obtenido mediante en análisis de qué fracción de residuos de cada tipología podría ser efectivamente gestionada y tratada en ese plazo temporal.

El objetivo para 2030, por tanto, se establece en 2,34 TWh de producción anual, que prácticamente multiplica por diez la producción actual en la Comunitat Valenciana, 0,26 TWh que se producen en su mayor parte en estaciones depuradoras.

Estos 2,34 TWh representan el 6,5% del consumo de gas natural de la Comunitat Valenciana. El porcentaje puede parecer bajo, pero es relevante, ya que la sustitución del gas natural no se va a producir solo por esta vía ni tampoco en un plazo de tiempo tan corto como 2030.

Habrá consumos de gas que se electrificarán (esencialmente los de baja temperatura, como la climatización), también se desarrollará el hidrógeno verde, se buscarán alternativas térmicas novedosas (como el proyecto de central termosolar para una fábrica cervecera en Andalucía), etc. Y también podremos avanzar hacia ese horizonte de 5,6 TWh en las décadas del 30 y el 40.

La “desgasificación” de nuestra economía no tendrá solo un camino, sino varios. Pero el biometano es quizá el mecanismo más sencillo, ya que se puede usar en los mismos equipos e instalaciones que ya usamos hoy para quemar gas natural.

Además del potencial energético, no hay que olvidar que el desarrollo del biogás genera una serie de sinergias positivas económicas y medioambientales. El beneficio climático es doble, por la reducción del consumo de gas fósil y también gracias a evitar que el metano que se produce de forma natural por putrefacción de la materia orgánica llegue a la atmósfera.

Conseguir los objetivos 2030 permitiría eliminar el 3% de todas las emisiones de Gases de Efecto Invernadero de la Comunitat Valenciana, una cifra nada desdeñable para ser un objetivo temporal tan corto y en un solo sector.

Pero las derivadas positivas son muchas más. Una recuperación efectiva de los residuos para valorizarlos energéticamente permitirá su mejor gestión y en muchos casos un posterior aprovechamiento agrícola que permita paliar previsibles problemas con los fertilizantes.

Y, sobre todo, alcanzar estos objetivos permitiría crear una industria local que emplearía a unas 6.000 personas según nuestras primeras estimaciones, muchas de ellas situadas en zonas en riesgo de despoblamiento y asociados a la presencia de una importante cabaña ganadera.

La actual situación energética europea nos obliga a tener que avanzar en la transición energética todavía más rápido de lo que pensábamos previamente. Los objetivos a 2030 que marca el REPowerEU son difícilmente alcanzables si no hacemos un esfuerzo con las energías renovables térmicas, que tan poca atención han recibido históricamente en nuestro país. Esto nos debe hacer replantearnos muchas de las estrategias previas, que fueron pensadas en una situación diferente a la actual y que ahora deben adaptarse a las urgencias y compromisos adquiridos.

Considero que la Ruta Valenciana del Biogás tiene ese enfoque que requieren los nuevos tiempos. Es ambiciosa, sin duda, pero es realista y coherente con el momento en que vivimos. Espero que pueda servir de guía para la actualización que se está haciendo del PNIEC y, también, para una política de fomento de la producción del biogás a nivel estatal más atrevida, que sin duda llegará a la vista de la emergencia y del cambio acelerado de paradigma energético en el que estamos inmersos.

Se puede consultar la Ruta Valenciana del Biogás en este enlace: https://agroambient.gva.es/es/web/cambio-climatico/ruta-valenciana-del-biogas

Pedro Fresco es director general de Transición Ecológica en la Generalitat Valenciana.

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