Ningún comentario

Las compañías eléctricas no solo han de reducir sustancialmente sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) - deben disminuir a más de la mitad de aquí a 2030 (lo que equivale aproximadamente a una reducción del 7% anual durante la próxima década) y llegar a cero en 2050- sino también garantizar la resiliencia de sus activos y operaciones.

Toda esta transformación va a ser un objetivo clave para la próxima década y ya se observa una aceleración de medidas para cumplir los objetivos del Acuerdo de París en todas las industrias:  las organizaciones que representan casi el 25% de las emisiones mundiales de CO2 y más del 50% del PIB se ha comprometido a alcanzar el objetivo de cero emisiones como muy tarde en 2050. Concretamente en el sector de la energía eléctrica se ha producido, en el periodo comprendido entre junio de 2020 y mayo de 2021 un aumento de más del 100% en los compromisos y establecimiento de objetivos basados en criterios científicos, en comparación con el total combinado de los cinco años anteriores.

Pero la necesidad de cumplir con los requisitos del cambio climático presenta riesgos únicos para el sector eléctrico, que deben ser gestionados eficazmente para mantener un suministro fiable.  Entre estos destacan:

  • Riesgos físicos derivados del cambio climático, como el aumento de la gravedad de fenómenos meteorológicos extremos, como ciclones, huracanes o inundaciones (riesgos agudos), y los cambios a más largo plazo en los patrones climáticos (por ejemplo, temperaturas más elevadas de forma sostenida), que pueden provocar la subida del nivel del mar u olas de calor crónicas (riesgos crónicos).
  • Riesgos y oportunidades de transición derivados de los cambios en las políticas, la tecnología, los mercados y la reputación para abordar la mitigación y la adaptación al clima.
  • Riesgos de responsabilidad por litigios sobre acciones pasadas, actuales y futuras en relación con el clima, e incumplimientos de la legislación debido a la acción/inacción climática.

A este contexto se unen otros cuatro retos fundamentales derivados de la transición energética, que deben gestionarse de forma ordenada y justa, ya que los medios de vida y bienestar también dependen de la disponibilidad de energía.

Primer reto: cumplir con los presupuestos y plazos de descarbonización

Las compañías de energía eléctrica deben establecer objetivos de reducción de emisiones a corto, medio y largo plazo que se mantengan dentro de los presupuestos de carbono distribuidos y basados en criterios científicos. El sector energético en su conjunto debe descarbonizarse más rápidamente, ya que otras industrias se enfrentan a importantes barreras tecnológicas y aumentarán su dependencia del sector para suministrar energía con cero emisiones de carbono; entre ellos se encuentran el acero, el cemento, el transporte marítimo y la aviación. En el caso del sector eléctrico, es necesario reducir las emisiones en un 76% de aquí a 2030 para lograr 1,5 ºC, y llegar casi a cero en 2040-2045, todo ello mientras se produce un crecimiento significativo de la oferta, de casi 2,5 veces de aquí a 2050.

Asimismo, es necesario tener en cuenta los siguientes factores: la descarbonización de otros sectores, como el transporte terrestre y la producción de hidrógeno verde, dependen de la energía con cero emisiones de carbono; las tecnologías de baja emisión de carbono son relativamente maduras y ya son competitivas o más baratas que la generación térmica de carbón y gas; y que la producción de electricidad y calor es responsable de un 30% de las emisiones mundiales.


Segundo reto: superar las barreras estructurales

Antes de 2030, es probable que asistamos a algunos acontecimientos climáticos importantes que acelerarán la sensación de urgencia con la que los responsables políticos sienten que deben cambiar las formas en que ponemos a disposición la energía para la electricidad, el transporte, la industria, la agricultura y el uso doméstico. La reconfiguración de los modelos de negocio para responder a esta dinámica requerirá la superación de muchas barreras estructurales, especialmente porque el pasado no será necesariamente la mejor guía para el futuro, que requerirá nuevas herramientas financieras. Aquí es donde los gestores de riesgos tienen un papel importante para educar y asesorar a los consejos de administración sobre la ola de cambio que se avecina en toda una serie de cuestiones.

En el plano macro, podría darse un cambio en la geopolítica, a medida que pasamos de las potencias económicas mundiales de los petroestados a los electroestados. Esto podría suponer un descenso del 51% de los ingresos públicos procedentes del petróleo y el gas en las próximas dos décadas, y una oportunidad para que las empresas eléctricas atraigan nuevas inversiones. El poder geopolítico de la transición energética se derivará en:

  • el control de los materiales ecológicos necesarios en la transición energética
  • la disponibilidad de fuentes renovables para la producción de energía
  • la capacidad de producir energía renovable o con combustibles como el hidrógeno
  • la innovación de nuevas tecnologías, modelos de negocio e industrias
  • la flexibilidad para la transformación, ya que es probable que esta no sea lineal

Tercer reto: crear nuevos sistemas centrados en la transición

Será necesario un pensamiento sistémico para para crear núcleos de industrias interconectadas y ampliar rápidamente la nueva infraestructura energética, incluyendo la captura y almacenamiento de carbono, el hidrógeno y las energías renovables. Es probable que cambie la dinámica de los negocios, tanto a escala industrial como como a nivel minorista.

La electrificación ofrecerá diferentes modelos de negocio a medida que cambien los patrones de generación. Las redes eléctricas tendrán que ampliarse para hacer frente a la creciente electrificación de nuestros sistemas energéticos, adaptarse a más condiciones meteorológicas extremas y a los cambios climáticos a largo plazo, y ser capaces de hacer frente al tira y afloja bidireccional de la oferta y la demanda.

Estos sistemas no solo tendrán que diseñar las reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero necesarias para cumplir los estrictos objetivos de París, sino que también habrán de tener en cuenta la rápida evolución de los precios de soluciones como la energía solar, la eólica y el almacenamiento de baterías.

Reto 4: crear confianza

La transición energética es una revolución industrial y social global de más de 30 años. Para ello serán necesarias voluntad política, apoyo público y capital. La industria energética debe reconstruir la confianza, ya que muchas iniciativas para renombrar la energía como verde han fracasado en el pasado. Los planes de transición deberán ser sólidos y el rendimiento deberá estar en consonancia con estos planes para aseguradoras, proveedores de crédito y accionistas.

Por todo ello, la orientación de especialistas en gestión de riesgos será clave si se desea  mantener la resiliencia de las organizaciones en el que todavía es un mercado desafiante. En Willis Towers Watson ayudamos a los gestores de riesgos a desempeñar un papel significativo, apoyando a las empresas a superar los desafíos planteados por la transición del sector de energía eléctrica, independientemente de la manera en que eventualmente se presentan, y respondiendo a los riesgos y oportunidades de forma metódica y exhaustiva, con el fin de asegurar la continuidad del negocio, realizar inversiones prudentes que además ofrezcan una sólida rentabilidad financiera y limitar responsabilidades futuras.

María José Núñez es directora de Energía de Willis Towers Watson Iberia

Noticias relacionadas

No hay comentarios

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios

Este sitio web está protegido por reCAPTCHA y la Política de privacidad y Términos de servicio de Google aplican.