Año 2009. Angela Merkel recibió un informe de WWF que le convenció. El peso del lobby ecologista en el Gobierno alemán comenzaba a ser considerable. Ese informe le decía que Alemania podría reducir sus emisiones un 95% para 2050. Fue ahí cuando empezó a germinar lo que se denomina la Energiewende alemana, la transición energética de Alemania.
Pero no fue hasta septiembre de 2010 cuando el Gobierno alemán presentó el documento oficial de la Energiewende. Es decir, solo seis meses antes de que se produjera el accidente de Fukushima que cambió radicalmente la política energética de la primera potencia económica europea.
Alemania, ni más ni menos, decidió apagar la nuclear en un proceso que duraría hasta 2022. En 2011 decidió apagar 8 GW de energía nuclear del tirón. Y lo quiso sustituir por renovables. Así lo hizo si se tiene en cuenta el gráfico de la potencia instalada cada año en Alemania. Luego apagó otro reactor en 2015 y ahora acaba de hacer lo mismo con el bloque B de la central nuclear de Gundremmingen.
Año a año ha ido incrementando la potencia renovable hasta los actuales 42 GW de fotovoltaica y 55 GW de eólica (terrestre y marina). Pero en su haber hay que señalar que mientras desaparecían esos gigavatios de nuclear, la térmica de carbón prácticamente se ha mantenido igual durante todos estos años. Solo ha sido capaz de cerrar algo más de 3 GW de Hard Coal.
Con un panorama así, ¿qué ha sucedido realmente en todos estos años en Alemania? Estas son las principales conclusiones que se pueden sacar de la puesta en marcha de la Energiewende alemana.
Lo primero de todo es destacar tanto el apagón nuclear como la puesta en marcha de energías renovables que hemos mencionado antes. Pero esto ha creado varios problemas a Alemania que ahora, en 2018, va a decidir suspender su objetivo de reducción de emisiones del 40% para 2020 desde los datos que poseían en 1990.
Se trata de uno de los objetivos más ambiciosos que se crearon en todo el planeta, pero ahora Angela Merkel, y los más que probables socios de la Gran Coalición alemana, los socialistas, han decidido ralentizar el proceso de reducción de emisiones, ya que, entre otras cosas, son incapaces de cumplir su objetivo de reducción del 40% de emisiones.
Se trata pues de una señal muy negativa de cara a la aprobación del paquete de Invierno de la Unión Europea y de llevar a cabo los objetivos prometidos en el Acuerdo de París. Justo cuando Merkel se había postulado como una de las grandes figuras en la lucha contra el cambio climático se descubre buena parte del pastel que ha supuesto la Energiewende.
Según cuenta la agencia Reuters, Alemania ha decidido retrasar el objetivo del 40% a mediados de la década de 2020-2030, para luego tratar de alcanzar la reducción del 55% de las emisiones para el final de ese decenio. Habrá que ver si luego lo cumplen. De momento, el de 2020 no lo van a hacer.
Y ¿por qué no lo van a cumplir? Buena parte de las emisiones de Alemania, un tercio aproximadamente, procede del sector energético. Y el carbón y otros combustibles fósiles como el gas natural o incluso el fuel óleo siguen con bastante peso dentro del mix eléctrico germano.
Sin ir más lejos, el 40% del mix de producción es energía térmica procedente del carbón. Y claro, las emisiones pues se han mantenido prácticamente iguales desde 2009 hasta 2016. Las emisiones del carbón han caído un poco, pero las del transporte han aumentado por tanto se mantienen prácticamente igual.
Esta gráfica la ha publicado Luis I. Gómez, un bioquímico español que vive en Leipzig y que ha escrito un artículo muy interesante sobre la Energiewende alemana.
En la gráfica se puede ver como en 2009, justo antes de aprobarse la transición energética las emisiones eran de 907 millones de Toneladas equivalentes de CO2. Para lograr el objetivo del 40% de reducción de emisiones, en 2020 tendrían que emitir solo 751 millones de TCO2. Pues bien, en 2016, a la espera de conocer los datos del año pasado, tuvieron unas emisiones de 906 millones de TCO2, es decir, un millón de toneladas menos que en 2009, con la Energiewende en plena efervescencia.
¿Se imaginan si no llega a haber cerrado las nucleares lo que hubiera pasado? ¿Y si no hubiera instalado tanta renovable? El caso es que Alemania decidió cerrar las nucleares antes que el carbón, y el hecho de mantener las mismas emisiones es una consecuencia de ello.
Pero no solamente ha repercutido la transición energética en la salud de los alemanes, sino también en su bolsillo. El Instituto de Economía de la Competencia de la Universidad de Düsseldorf ha calculado los costos totales de la Energiewende hasta 2015.
Tal y como publicó el diario alemán Die Welt y que recoge Luis I. Gómez en su artículo, el coste de la transición energética entre los años 2000 y 2015 fue de 150.000 millones de euros, de los que la mayor parte han sido las primas a las renovables. Aunque también ha habido fuertes inversiones en redes eléctricas o el pago de varias tasas. También hay que sumar el coste del desmantelamiento de las centrales nucleares.
El Instituto no se quedó ahí, y calculó que para 2025 el gasto total va a ser de 520.000 millones de euros, más de medio billón de euros les va a costar a los alemanes tratar de llevar a cabo la Energiewende. Es decir, que de 2015 a 2025 se van a gastar el país 370.000 millones de euros. Hagan ustedes las comparaciones que quieran. A brocha gorda, saldrían unos 20.000 millones de euros anuales, más que los ingresos de todo el sistema eléctrico español.
Ese mismo estudio refleja que el coste para una familia de cuatro miembros, matrimonio con dos menores, sería de unos 25.000 euros. ¿Cuántos de ustedes podrían? Según el Bundestag, el 40% de los hogares germanos tienen activos por menos de 27.000 euros. ¿Cómo lo pagan entonces? ¿A unos 1.000 euros al año? Muchos no pueden.
Buena parte del pago ha ido directamente a los bolsillos de los alemanes en forma de factura de la luz. En los últimos años la tarifa de la luz se ha incrementado un 22% hasta colocarse como la segunda factura eléctrica para el consumidor medio más alta de toda Europa, solo por detrás de Dinamarca con más de 29 céntimos kWh. Y eso que el precio de la electricidad en el mercado mayorista ha ido bajando estos últimos años. Pero claro, hay que pagar todos esos costes, y al final (como sucede también en España), se traslada a la factura de la luz.
Y ¿qué suele pasar cuando sube tanto la luz? Pues que se producen impagos porque no se pueden permitir pagar esos recibos de la luz tan altos. Según el diario Bild, citando fuentes de la administración germana, más de 330.000 hogares alemanes vieron como las eléctricas les cortaban la luz el año pasado.
¿Saben cuántos consumidores deben alguna factura a las compañías? 6,6 millones de consumidores alemanes son morosos y se les ha enviado un aviso de que si no lo hacen se les cortará la luz. Para que se hagan una idea. Serían como seis de cada diez clientes de Iberdrola o Endesa.
En definitiva, la transición energética alemana está siendo un fracaso de momento. No consigue reducir las emisiones y encima les está saliendo excesivamente caro a los ciudadanos alemanes.
¿Tiene o no Alemania un problema? ¿Ha merecido la pena llevar a cabo y de forma tan radical la transición energética? Creo que eso habrá que preguntárselo a los alemanes. Pero ya les adelanto que no les está haciendo mucha gracia.
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