Mientras que el sector gasístico español está esperando como agua de mayo que se termine de construir el estancado MIDCAT, es decir, los 300 km de gasoducto que separan nuestro país del resto de Europa, sus socios comunitarios Alemania, Francia e Italia, no lo tienen tan claro.
El MIDCAT no solo permitiría convertir a nuestro país en el hub del gas de referencia del sur de Europa sino que el sector gasista español desempeñaría un papel destacado en la transición energética que plantea la UE. Pero no se está dibujando así el escenario europeo de los próximos años.
La pasada semana se celebró el Foro Económico de San Petersburgo con un asunto clave en la agenda del día: la construcción y potenciación de gasoductos procedentes de Rusia con destino Europa. Los alemanes, pese a que juraban en arameo hace dos años cuando estalló el conflicto ruso-ucraniano, ahora quieren hacer las paces con Rusia. Su objetivo es poner en marcha cuanto antes el Nord Stream 2, un gasoducto que recorrerá el Mar Báltico con capacidad anual de 55.000 millones de metros cúbicos, y que duplicará los suministros de gas a Europa.
Ya lo dijo durante la convención Alexandr Medvédev, el responsable de la exportación de gas a Europa de Gazprom, "Europa carece de la capacidad de transporte de los 100.000 millones de metros cúbicos de gas suplementarios que como más tarde necesitará en 2035". Una afirmación muy cierta si no se contemplan las interconexiones con España.
Por otro lado, está Italia, país invitado al Foro. Las relaciones entre Matteo Renzi, primer ministro italiano, y Vladimir Putin no pueden ser mejores. Los intereses de sus empresas energéticas están en sintonía y por eso piden que se relajen las sanciones a Moscú. "Generamos y vendemos energía en Rusia", dijo Patrizia Grieco, presidenta de Enel, cuyas ventas en el gigante ruso generaron 213 millones de euros en el primer trimestre de 2016, y 274 millones de euros en el mismo periodo de 2015.
Además, los italianos ya tienen lo que quieren. Su propio gasoducto. Ya os contó este diario hace un mes el inicio por todo lo alto de la construcción de uno de los mayores proyectos energéticos de la Unión Europea, el Gasoducto Transadriático, también conocido como TAP. "Los italianos se enfadaron con Bruselas porque castigó a Rusia hace dos años bloqueando el proyecto South Stream, que pretendía cruzar el Mar Negro y entrar en el mercado europeo por el sur, así que para contentarlos, se les va a traer el gas de Arzebaiyán", señala Javier García Breva, experto en el sector energético.
Y en aquel magno evento se dieron cita los gobiernos de todos los países implicados en el proyecto, menos uno. El español. ¿No tenía nada que decir nuestro Gobierno? Si lo tenía, nada pudo decir.
Y por último están los intereses de Francia. El gas que reciben para su suministro proviene de Alemania, con lo que se deduce que es fácil que ambos países se pongan de acuerdo en política gasística. Y aunque el Gobierno galo haya mantenido conversaciones con el Ministerio de Industria para lanzar el MIDCAT, no hace más que poner pegas. La última ha sido del regulador francés en materia de energía, la Comission de Régulation de l’Énergie (CRE), que recientemente ha emitido un informe en el que cuestiona las interconexiones internacionales de electricidad y gas con España por una posible relación desfavorable entre costes y beneficios.
Este proyecto costará cerca de 3.000 millones, de los que Francia deberá aportar cerca de 2.000 millones, y la decisión de adoptarlo “no debería ser tomada a la ligera sin un robusto análisis de coste y beneficio”, indica el regulador. Y mañana ¿habrá otra razón para evitar que se construya el gasoducto?
En definitiva, que en Europa no se habla del gas que proviene de España, ni del gas que las compañías de nuestro país han comprado a Argelia, ni del MIDCAT... ¿Dónde están nuestros representantes políticos en las instituciones europeas que no se les oye?
Deja tu comentario
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios