En momentos en los que la generación por autoconsumo sea muy elevada y la demanda sea baja, se producirán excedentes que tenderán a desplazarse por la red de baja tensión hacia la de media tensión, hasta consumirse en otras ubicaciones. Este efecto genera flujos en sentido contrario a los que fueron diseñadas las redes, que incluso pueden superar localmente los límites de diseño de las redes (por ejemplo, tensiones). El impacto será mayor en zonas con elevada concentración de autoconsumo. Esto implicará preparar y realizar inversiones en las redes españolas para integrar el autoconsumo.
Hasta ahora, la penetración del autoconsumo renovable en España no ha alcanzado el mismo nivel de desarrollo que en otros países de la UE con menor recurso. Concretamente, en España se ha instalado una capacidad per cápita cuatro veces inferior que en países con menor recurso solar, como Alemania, Reino Unido o Italia. Los aspectos que habían limitado hasta ahora la penetración en España han sido de carácter regulatorio, como procesos administrativos complejos; económicos, como la renta media disponible inferior a la de otros países de la UE; y de tipología de viviendas en nuestro país, debido al elevado peso de bloques de viviendas en el parque residencial, con espacio más limitado para instalar autoconsumo. Estos aspectos han impedido que los consumidores-productores y el modelo energético español puedan beneficiarse de las ventajas del autoconsumo, en términos de mayor independencia energética y menores emisiones.
Sin embargo, España cuenta con 5-6 GW de potencial económicamente viable de autoconsumo, con un elevado peso del segmento industrial (aproximadamente el 40% del potencial), debido a su capacidad de aprovechar un elevado volumen de autoconsumo. En términos de potencial, le sigue el segmento de bloques de viviendas y pymes con un 25% aproximado, impulsado por la introducción del concepto de autoconsumo compartido del Real Decreto-Ley 15/2018. El resto del potencial se divide entre el sector servicios (fundamentalmente grandes superficies, cerca del 15%), regantes (próximo al 10%) y viviendas unifamiliares (10% aproximado), este último con un potencial limitado por el reducido porcentaje de la población residente en este tipo de viviendas en España. El aprovechamiento de este potencial permitirá la participación del consumidor final en la transición energética, para lo que las redes son fundamentales.
Existen factores que impulsarán el despliegue del autoconsumo en el corto plazo y el aprovechamiento de este potencial. Primero, el aumento de la competitividad del autoconsumo por la caída del precio de los módulos fotovoltaicos, que ha permitido reducir sus costes en un 40-50% en los últimos 8 años. Segundo, la reciente aprobación del Real Decreto-Ley 15/2018, que ha establecido una serie de medidas que consolidan el impulso regulatorio al autoconsumo.
Este Real Decreto-Ley reconoce el derecho a autoconsumir energía eléctrica sin cargos, simplificando el proceso para la tramitación de las instalaciones, e introduce para su posterior desarrollo modalidades de autoconsumo más atractivas para el usuario (por ejemplo, el concepto de autoconsumo compartido mediante “instalaciones próximas a efectos de autoconsumo”) o la posibilidad de compensar excedentes (energía no autoconsumida y vertida a la red eléctrica). Por otro lado, en el medio y largo plazo, la reducción de costes y la mejora de prestaciones de las baterías eléctricas facilitará el desarrollo de soluciones de autoconsumo que permitan aprovechar mejor la energía producida, con su correspondiente mejora de la rentabilidad.
Aprovechar este potencial implica la necesidad de adaptar las redes eléctricas, por ejemplo, con equipos preparados para flujos bidireccionales o el despliegue de equipos que ayuden a monitorizar y controlar localmente la tensión. Para ello, será clave invertir para conseguir una red eléctrica más digitalizada y automatizada que dote a los operadores de una mayor capacidad de monitorización y control (por ejemplo, a través de sensores o concentradores remotos), desplegar protecciones avanzadas e interconectadas para evitar fallos en las redes (por ejemplo, seccionadores y reconectadores inteligentes), así como equipos que permitan una mejor regulación de tensión (por ejemplo, transformadores con regulación automática, condensadores, etc.).
Será necesario poner en marcha actuaciones y desarrollos normativos en 4 ejes para que estas inversiones se desarrollen y se garantice la calidad de suministro con una integración óptima del autoconsumo. En primer lugar, es necesario avanzar en el marco regulatorio del autoconsumo, desarrollando la normativa según lo previsto en el Real Decreto-Ley 15/2018. En este punto será clave el desarrollo de la gestión de excedentes del autoconsumo y la modalidad basada en instalaciones próximas a efectos de autoconsumo.
En segundo lugar, incentivar las inversiones para la modernización y digitalización de la red de baja tensión y media tensión, mediante un esquema retributivo atractivo adaptado a esta nueva tipología de inversiones. En tercer lugar, realizar un seguimiento del despliegue del autoconsumo, tanto para conocer el progreso en el cumplimiento de los objetivos medioambientales como para dar visibilidad al distribuidor de todas las instalaciones conectadas a su red y desarrollar su capacidad de monitorización y control de la red, así como de operación segura de las redes.
Y finalmente, el desarrollo del consumidor-productor conlleva la necesidad de rediseñar el marco tarifario para ofrecer señales de precios eficientes y evitar a futuro desequilibrios económicos por deficiencias en el diseño tarifario actual.
Alberto Amores es socio de Monitor Deloitte y responsable de la práctica de estrategia corporativa de Energía y Recursos Naturales.
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