3 comentarios publicados

A estas alturas, quien más quien menos, a todo el mundo le suena la Transición Energética hacia un mundo que utilice menos carbón y petróleo y emita menos gases de efecto invernadero. Hay diversidad de opiniones sobre cómo conseguir tal Transición, tanto por el rol que pueda jugar la nuclear, como el reparto entre distintas tecnologías de almacenamiento y entre las distintas tecnologías renovables, el rol de la eficiencia energética, e incluso el rol del gas como respaldo.

También ha aparecido en escena hace apenas unos pocos años el hidrógeno como nuevo vector energético que almacene renovables para mover el transporte y calentar los procesos no electrificables. Pero la gran mayoría de los discursos se centran en la factibilidad tecnológica de la llamada Transición, o Transición Verde, y su compatibilidad con un PIB creciente a perpetuidad, así como con un desacople de las emisiones de CO2 (puesto que vamos oficialmente hacia el ‘Net Zero’) y el mantenimiento o incluso incremento del estado del bienestar.

Pero hay otros discursos, que son sobre los que me gustaría centrarme hoy.

La gran mayoría de profesionales del sector energético estudian su pieza del puzzle energético, y legitimamente velando por sus intereses defienden y divulgan los beneficios de su tecnología. “Mi tecnología es limpia y barata y es la mejor para avanzar hacia el Net Zero”. “Mi tecnología tiene más factor de carga y contribuye mejor a la seguridad de suministro.” “Mi tecnología permite más gestionabilidad y más integración de renovables.”

Análisis profundo

Desafortunadamente pocos profesionales pueden vivir de analizar con visión global y espíritu crítico el devenir del planeta y la economía al sumar las voluntades de Transición de los distintos gobiernos; entre otros muchos motivos porque se precisa de mucho conocimiento, muy variado, muy global, y sobre todo porque las conclusiones son frecuentemente poco atractivas y dan poca audiencia y pocos fondos para seguir adelante.

“Habrá escasez de petroleo y diesel para mantener un crecimiento económico positivo a nivel mundial.” “Podría escasear la cantidad de minerales para una Transición Ecológica completa a las renovables y la electrificación de la energía.” “Es improbable desacoplar emisiones de PIB incluso con sistemas muy renovables.” “Es preciso reducir drásticamente el consumo energético, pues la tecnología por sí sola no podrá evitar el cambio climático.”  etc. Son frases que podréis escuchar a excelentes científicos como Jean-Marc Jancovici o Antonio Turiel o Dennis Meadows, que ni apetece escuchar, ni mucho menos pagar a alguien para que las estudie y divulgue.

Queremos creer que es posible un mundo de energía abundante, barata, y no emisora de CO2. Qué duda cabe que ese futuro suena más atractivo. Nos permite seguir comprando coches cada vez más grandes, seguir viajando en avión para reuniones de trabajo o por ocio en la otra punta del mundo, confiar en un crecimiento económico positivo y desacoplado de las emisiones...

Pero el mundo al que vamos es muy improbable que sea ese del crecimiento perpetuo y verde. Es más, es seguro que no será el caso, y la única pregunta es en qué década alcanzaremos los límites de los recursos del planeta económicamente aprovechables, si será en ésta, o en la siguiente, o en la siguiente. Captar la energía eólica y solar cuesta dinero para extraer metales, y consumir petróleo a su vez por extraer dichos metales y transportarlos y ensamblarlos en plantas de generación distribuidas, cuyas eficiencias son además relativamente bajas (es decir se requiere mucho material para convertir el recurso en electricidad).

Pero el mundo al que vamos es muy improbable que sea ese del crecimiento perpetuo y verde. Es más, es seguro que no será el caso, y la única pregunta es en qué década alcanzaremos los límites de los recursos del planeta económicamente aprovechables

“Pero si la eólica y solar sólo cuestan 20 a 50 €/MWh en España, y bajando”, diréis muchos. Cierto, pero consumiendo una cantidad de petróleo y metales cuya existencia futura, y sobre todo cuya capacidad de extracción anual futura, no está garantizada ni en cantidad ni en precio ante 3 décadas en las que el mundo entero querrá devorar ambas familias de recursos finitos.

Escasez de recursos

“Pero si además el petróleo y gas pronto se sustituirán por electricidad e hidrógeno producidos con renovables baratas”, me diréis otros. No tan cierto, esta conversión requiere de nuevo mucho metal para producir renovables (se pierden tres cuartas partes de la energía en el ciclo Renovables-Hidrógeno-Electricidad o Calor, ya que se pierde 50% en cada una de las dos conversiones), y mucho metal para fabricar baterías y transportar el hidrógeno. También se requiere mucho petróleo y gas en el camino para producir y transportar todo lo anterior.

Y esto, sin tener en cuenta que los estudios sobre la velocidad del cambio climático son devastadores, con unos impactos crecientes y autoacelerados, que obligarán a destinar cada vez más recursos (económicos y petrolíferos) a combatirlos. El cambio climático, no nos engañemos, en España ni nos interesa de verdad, ni nos preocupa de verdad. El IPCC ha publicado interesantísimos y muy preocupantes informes en los últimos meses, y casi ningún medio se ha preocupado por resumirlos ni por extraer conclusiones de acción para nuestra generación.

En las próximas décadas, tendremos que prepararnos para migraciones masivas por cada vez más zonas no cultivables y no habitables, con fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, o subidas del nivel del mar de más de 10 metros antes de final de siglo... Y ¿cómo pretenden las zonas menos afectadas evitar migraciones desesperadas de aproximadamente 2000 millones de personas antes de final de siglo? ¿Con muros y guardias civiles? Por no comentar las imprevisibles consecuencias de la erradicación de especies sobre los ecosistemas.

Consumo responsable

También debemos internalizar que la energía que consumimos para calentarnos y mover nuestro PIB es minoritariamente electricidad. Típicamente 20% a 30% del consumo energético de un país es electricidad, con que incluso un 100% eléctrico descarbonizado aún precisa de un 70% a 80% de nuestra energía por descarbonizar, para calentar, transportar y construir.

“La electrificación, la biomasa, los gases y petróleos sostenibles y el hidrógeno se encargarán de esos sectores”, pensaréis, pero estamos hablando de décadas de transformación, recursos de metal e hidrocarburos cuestionables (no tanto la cantidad, sino el ritmo anual de extracción y el creciente coste ante concentraciones cada vez más bajas), y recursos económicos improbables ante crecientes migraciones, conflictos sociales, y una pirámide de edad muy envejecida. Muchos posiblemente pensáis que neutralizáis vuestra huella de carbono y salváis el futuro medioambiental de vuestros hijos poniendo en casa un sistema de autoconsumo de 3kW, y aunque eso ayuda siento informaros que eso no es ni la punta del iceberg.

Pero entonces, ¿si yo me considero ecologista y preocupado por el planeta, qué puedo hacer?

En primer lugar, entender que el cambio climático va a ser una de las principales fuentes de un futuro más complicado, y que éste lo causan las emisiones de CO2, principalmente en procesos de fabricación y transporte, y también el metano de la ganadería y otros procesos industriales.

Toda actividad que emita CO2 (acero y cemento para construir viviendas e infraestructuras, transportar, renovar ropa o equipos en lugar de reparar, ganadería, deforestar, calentar con gas...) deberá restringirse  drásticamente en el futuro. Una senda de 2ºC de incremento de temperatura a final de siglo (el objetivo menos ambicioso de la cumbre de Paris) pasa por una reducción de emisiones de casi 50% en 2030, un 95% en 2050, y adoptar valores negativos en las últimas décadas de este siglo.

El papel de la tecnología

La energía nuclear, por cierto, es un aliado incuestionable (con retos tecnológicos para prolongar la disponibilidad de recursos y minimizar los residuos, así como retos de aceptación social), como también lo serán principalmente las renovables en muchos países (también con retos tecnológicos para su gestionabilidad, y ciertos retos crecientes de aceptación, además de previsibles retos de aprovisionamiento de minerales). Pero debemos tener claro que no es la tecnología la que podrá limitar nuestras emisiones, sino que más bien será un modesto aliado de una necesaria revolución social del consumo.

En segundo lugar, entender que los recursos energéticos no serán cada vez más abundantes y baratos, sino cada vez más escasos y caros para una población creciente. Con probables ciclos de faltantes de energía (principalmente petróleo y gas), precios altos, crisis económica, inversión en producción, destrucción de consumo, sobrantes de energía y precios bajos, recuperación económica, y vuelta a empezar. Pero un PIB creciente a nivel mundial necesita disponibilidad de energía creciente, y las renovables por sí solas es improbable que puedan garantizar ese sueño de energía abundante y barata, por la mencionada necesidad de abundante metal y petróleo para ‘transicionar’.

Debemos tener claro que no es la tecnología la que podrá limitar nuestras emisiones, sino que más bien será un modesto aliado de una necesaria revolución social del consumo

Por todo lo anterior, debemos internalizar que deberá jugar un papel mucho mayor la sobriedad energética (prescindir de determinados consumos, por ejemplo ajustando termostatos, cambiando el coche por la bici, o viajando más cerca) que la eficiencia energética (consumir menos energía primaria para un mismo servicio, por ejemplo aislando mejor las viviendas o construyendo motores más eficientes). Aunque con ello, inevitablemente, venga una reducción del crecimiento económico desbocado de ‘usar y tirar’. El reto será desarrollar nuevos empleos en un mundo de menor consumo, más relocalizado y más basado en reparar y reciclar que en comprar nuevo y tirar.

Correlación PIB-Energía

En una fantástica entrevista reciente a Dennis Meadows, quien publicó en 1972 el famoso ‘The Limits to Growth’, reincide en mensajes que debemos internalizar cuanto antes. Resumo 3 de ellos:

  • Los límites del crecimiento.  El nivel de vida medio va a bajar, la mayoría de la gente piensa que sólo sufriremos escasez cuando no queden recursos pero la realidad es más compleja. Los límites al crecimiento estarán más determinados por un coste creciente de aprovechamiento de los recursos que no nos permitirá utilizarlos en grandes cantidades.

  • La sostenibilidad. El concepto de crecimiento verde o sostenible no es posible. No podemos tener crecimiento físico sin generar daños al planeta. Los países pobres seguirán necesitando cierto crecimiento, pero los ricos deben cambiar a un crecimiento cualitativo: mejorar la igualdad, la sanidad, la educación y el medioambiente.

  • El concepto de ‘resiliencia’, que es la capacidad de sobreponerse a un shock manteniendo lo esencial como comer, alojarse, sanidad o trabajo: una ciudad tras un terremoto, un bosque tras un incendio. La resiliencia la puede desarrollar uno mismo, al contrario que la sostenibilidad. A la inversa, cuanto más resiliente es uno, más lo es el sistema. Hay que desarrollar resiliencia a todos los niveles, mundial, regional, comunitario, familiar y personal.

También concluye Meadows que no deberíamos enfocarnos en el término decrecimiento, que es negativo y pone el foco en los problemas del crecimiento. Políticamente y socialmente hay que apoyarse en aspectos positivos; es por tanto necesario encontrar una imagen positiva de una sociedad sin crecimiento económico y sí con ese crecimiento cualitativo.

Crecimiento cualitativo

No se trata de volverse pesimista sobre un futuro oscuro. Pero sí debe ir calando en la sociedad española (en esto vamos años por detrás de otros países) que nos acercamos a los límites del planeta, que ni los mejores ingenieros y economistas conseguirán sortear para seguir creciendo económicamente a perpetuidad.

Que el cambio climático nos hará desviar recursos económicos a mitigar impactos a muchos niveles, principalmente migratorios y de más eventos naturales extremos. Que no debemos confiar en que la tecnología nos salvará de estos problemas mediante una descarbonización completa con igual nivel de consumo. Y en definitiva que el grueso de la resolución de los problemas a los que nos encaminamos pasa por una sociedad menos consumidora de energía en el futuro y más resiliente, y no serán los políticos (a los que elegimos nosotros según nuestros intereses... de seguir creciendo) los que nos lleven por dicha senda si no se lo piden sus votantes.

La Transición Energética debe ser principalmente una transición social, complementada con esas nuevas tecnologías. Y para ejecutarla de manera organizada antes de que la imponga el planeta de manera desorganizada y más traumática, todo empieza por informarse.

Pues eso, aunque no nos guste, es tiempo de más Jean-Marc Jancovici, más Antonio Turiel, y más Dennis Meadows. Y otros tantos escritores que se preocupan por analizar y contar esos otros discursos sobre la Transición Energética, que no queremos pero necesitamos oir. Sólo falta que los entiendas tú, para empezar a ser parte de la verdadera Transición.

Javier Revuelta_ es ingeniero eléctrico por ICAI, posee un MBA por INSEAD Business School, y es actualmente Senior Principal en AFRY. AFRY es una empresa multinacional de servicios de ingeniería, diseño y consultoría, en las áreas de sostenibilidad y digitalización. AFRY Management Consulting es líder en servicios para el sector energético europeo._

Noticias relacionadas

3 comentarios

  • Felix Torres Sánchez

    19/04/2022

    Me parece muy realista este artículo y tremendamente preocupante y difícil de digerir o internalizar como dice el autor. Aprender a consumir menos energía y ser espartano y resiliente es la próxima lección que todos tenemos por delante
  • Alex CR

    24/04/2022

    Admirado cuasi colega ingeniero: acertadísimo para mí y mi forma de vida, tu artículo y exposición argumental. Desde luego, la enseñanza en centros de inspiración jesuítica tiene un marchamo social y ético ampliamente reconocido y valorado (yo soy ex-ESADE y lo conozco).
    Te he compartido y he aprendido algunos matices y argumentos muy valiosos, que echo desde ya a mis alforjas.

    Abrazo fraterno.
  • juan pablo carrero

    13/10/2022

    Hola Javier, me gustaría conocer más de los otros discursos en transición energética.
    Podrías recomendar autores, ademas de los ya mencionados, y/o principales obras ?

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Todos los campos son obligatorios