Durante años, las plantas fotovoltaicas solo se consideraban viables en terrenos rectangulares, llanos, muy soleados y de clima templado. Cuando esa “tierra objetivo” empezó a escasear, la innovación demostró que la verdadera frontera no estaba en la geografía, sino en ideas obsoletas.
Las empresas más avanzadas empezaron a diseñar en función del emplazamiento, y no al revés. Este cambio ha abierto oportunidades en suelos con pendientes pronunciadas, rocosos, de climas ventosos o con lluvias intensas, y en zonas de temperaturas extremas, donde antes el riesgo de instalación superaba las expectativas de éxito. Nuevos materiales, sistemas y tecnologías han convertido antiguas “zonas prohibidas” en ubicaciones deseables. Persisten cuellos de botella como las colas de interconexión, los permisos o el acceso a red, pero la geografía y el clima ya no dictan el destino de un proyecto.
¿Qué ha cambiado?
Un abanico de tecnologías de madurez creciente: módulos que incluso mantienen un buen rendimiento con cielos nublados; estructuras más flexibles y resistentes, capaces de soportar cargas de viento y nieve; seguidores inteligentes impulsados por IA, equipados con estrategias de defensa ante granizo para proteger los módulos; y configuraciones híbridas con almacenamiento que garantizan continuidad en ubicaciones remotas. La suma de estos avances ha erosionado las barreras que hacían inviable la solar en muchas regiones.
España es un laboratorio de esta transición. Se están reconvirtiendo suelos mineros e industriales, proliferan proyectos piloto de fotovoltaica flotante y se despliegan instalaciones en puertos y aeropuertos. A ello se suman proyectos agrivoltaicos que compatibilizan cultivos y generación, e incluso las instalaciones en terrenos degradados, como vertederos, han ganado prioridad.
Este proceso diversifica los riesgos y amplía la capilaridad territorial de la transición energética. Impulsados por los incentivos, la escasez de suelo y una mejor economía tecnológica, cada vez más desarrolladores consideran viables parcelas no convencionales. Estos proyectos no solo producirán energía, sino que también aspiran a dinamizar la economía rural.
Soluciones resilientes
En nuestro país, la transformación de la solar convive con una climatología cada vez más variable y heterogénea. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), el invierno 2023-2024 se situó entre los más cálidos de las últimas décadas, para dar paso a una primavera inusualmente lluviosa, la quinta con más precipitaciones desde 1962. A ello se suman episodios severos de viento y temporales, como la DANA de octubre de 2024, y temporadas de incendios cada vez más largas e intensas. Con protección, este contexto no invalida la fotovoltaica; solo refuerza la necesidad de diseños resilientes y de una ingeniería orientada al riesgo local.
La industria de seguidores solares ofrece soluciones resilientes en estos entornos de alta exigencia. Protegen los activos solares, reducen las pérdidas relacionadas con el clima y garantizan un rápido retorno a la generación a plena capacidad tras eventos adversos. En una era de meteorología cada vez más extrema, debemos actuar como base para que los desarrolladores protejan sus inversiones y maximicen el rendimiento a largo plazo.
Los contratistas que incorporan soluciones de última generación en sus proyectos marcan la diferencia. Afrontar esta complejidad permite defender precios premium e integrar contratos a largo plazo. Pero ese posicionamiento exige invertir en capacitación: dominar nuevos sistemas, obtener certificaciones y adoptar tecnologías ya no es opcional. La formación fortalece las relaciones con fabricantes, proveedores y clientes finales.
La diferenciación no se logra solo con hardware. Los contratistas líderes resuelven problemas, abren rutas y dan forma a la próxima generación de infraestructura limpia. La innovación, asumida como mentalidad y estrategia, es su ventaja competitiva.
El futuro de la fotovoltaica en España no se levantará únicamente en llanuras soleadas. Con las herramientas actuales, hay oportunidades allí donde exista demanda y espacio, incluso donde antes parecía imposible. El límite ya no es el terreno: es nuestra capacidad de diseñar para cada lugar y convertir la complejidad en valor.
Eduardo Chillarón es director técnico de PVH






José Raúl González Ruisánchez
21/11/2025