Desde la gran crisis del petróleo a mediados de 2014, más de 100.000 millones de dólares de capital privado y fondos de inversión esperan ansiosos para hacerse, a precio de saldo, con activos del sector energético en dificultades. Y todo porque hay pocas oportunidades para las grandes compañías petroleras que ven como los bancos les cierran el grifo para seguir manteniendo sus inversiones.
Pero esta situación está cambiando. Lo que comenzó como un goteo se ha dado la vuelta, gracias al interés de fondos como Blackstone Group LP, Apollo Global Management LLC o WL Ross & Co., que han esperado para comprar activos a precios reducidos. No hay duda de que los fondos de capital privado están empezando a mirar con interés cualquier producto o activo, desde superficies no perforadas hasta proyectos petroleros y gasísticos ya en marcha, que esté a punto de hundirse.
“El mercado de gangas está ahí”, explica un experto que supervisa las inversiones en proyectos energéticos muy endeudados “y vamos a ver más ofertas interesantes en la segunda mitad del año”.
Y es que a río revuelto, ganancia de pescadores. Los precios del petróleo ya no están en caída libre, se mantienen a 40 dólares el barril, aunque todavía están muy por debajo de los niveles de 60 o 80 dólares, un precio que la industria del petróleo necesita para alcanzar el equilibrio. Wall Street ha comenzado a rechazar los proyectos más débiles, con graves problemas financieros, después de haber invertido más de 2.000 millones de dólares en préstamos e inversiones durante los años de vacas gordas. Con la crisis de liquidez, que ha provocado un aumento en las quiebras este año, muchas empresas están buscando deshacerse de activos para mantenerse a flote.
Y son estas empresas el botín más deseado por los fondos de inversión, que pretenden ahora apoderarse de ellas en caso de quiebra o reestructuración.
Es el caso de la firma Apollo, propiedad del multimillonario Leon Black, de WL Ross o de EIG Global Energy Partners, que desde 2014 se han ido haciendo con más de la mitad de los 1.600 millones de dólares de deuda no garantizada de Permian Resources, en la región texana de Permian, uno de los campos de petróleo y gas más prolíficos del país. Su fallecido dueño, Aubrey McClendon, traspaso sus derechos de casi 350 kilómetros cuadrados de esta cuenca porque, si bien la empresa tiene activos todavía muy rentables, ha tenido que deshacerse de muchos ante una carga de la deuda insostenible.
Los bancos, por su parte, están denegando nuevos préstamos a las industrias más débiles, tras más de dos años de grandes pérdidas. En la primera mitad de 2016, los ocho bancos más grandes de Estados Unidos redujeron los préstamos en un 6,3% tras conocer la situación contable de muchas de las petroleras.
Bank of America Corp. ha rebajado su exposición hasta un 7% en el último trimestre, destinando solo 40.500 millones de euros y Morgan Stanley ha recortado sus préstamos a la industria energética en un 22% – el mayor recorte de todos los bancos.
La situación es dramática. Muchas empresas en dificultades se están desangrando y no pueden hacer nada por evitarlo. Los expertos señalan que al menos una docena de productores de petróleo y gas habían utilizado, en el primer trimestre del año, más del 90% de sus líneas de crédito y la mitad de ellos tienen las cuentas en descubierto al haberles cortado las líneas de crédito.
Ante esta situación, fondos de capital privado están comprando los activos directamente a estos operadores. En julio, Blackstone pagó cerca de 500 millones de dólares a Permian. Y este mes, espera concluir un acuerdo para comprar parte de un campo de explotación de petróleo en el Mar del Norte.
David Foley, jefe de inversión en Energía de Blackstone, un fondo que gestiona 356.000 millones de dólares, explica que “en muchos casos, es posible comprar con un descuento muy significativo en relación al coste de que vuelva a ser rentable“.
Y esto es solo el principio. Ya se ha anunciado que este año se realizarán adquisiciones de compañías de petróleo y gas en Estados Unidos por valor de 36 millones de dólares -un ritmo muy superior al del año pasado pero que aún no alcanza al de 2014. Y es que, mientras que algunos productores ya han vendido, otras petroleras como Anadarko Petroleum Corp. o Devon Energy Corp. están buscando deshacerse, desesperadamente, de sus activos para poder conseguir dinero en efectivo. Devon, que vendió cerca de 200 millones de dólares en activos en 2015, ha anunciado que espera conseguir recaudar 3.200 millones de dólares con más ventas este año.
Incluso hay empresas que su desesperación les lleva a tomar medidas drásticas, como Chesapeake Energy Corp. En el último año y medio ha tenido pérdidas por más de 17.000 millones de dólares por lo que ha sorprendido con su decisión de regalar Barnett Shale a un operador respaldado por First Reserve Corporation, una firma de capital privado especializada en energía.
“El deshielo está en marcha”, ha dicho James Row, director ejecutivo de The Oil & Gas Asset Clearinghouse, una correduría experta en petróleo y gas. Pero a pesar de que el mercado se calienta, todavía hay mucho riesgo, una lección dolorosamente aprendida en el último año, cuando el precio del petróleo se recuperó ligeramente en la primera mitad de 2015, coqueteando con el nivel de los 60 dólares el barril. Muchos gestores de fondos gastaron miles de millones de dólares en empresas con problemas de liquidez, una apuesta de la que jamás se recuperarán.
Y es que hace un año era demasiado pronto. Muchas de aquellas inversiones terminaron en un saco roto cuando el petróleo cayó hasta los 20 dólares de enero pasado. Al menos 90 productores, incluyendo Duna Energy Inc., Linn Energy LLC y BreitBurn Energy Partners LP, se declararon en quiebra y no han podido recuperarse. Y tampoco era buen momento en los inicios de este año. El precio del petróleo, pese a que ha subido más de un 60% desde su mínimo de febrero, ha provocado el doble de quiebras respecto a 2015.
“Hay una larga lista de empresas que van a desaparecer”, ha dicho el presidente de EIG, Bill Sonneborn,“hay que ser muy, muy cuidadoso a la hora de invertir”. Los operadores están atrapados si los precios del petróleo están por debajo de 60 dólares – un nivel clave que se necesita para impulsar la perforación y conseguir ser rentables-. Lo malo es que no se esperan esos niveles hasta al menos el año 2020.