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Cuando una persona se propone correr su primer maratón, el primer paso es autoconvencerse de que está dispuesta a entrenar muy duro y constante, a comer y dormir bien, a adaptar hábitos, a renunciar a algunas juergas, y a echar el resto el día de la carrera… Y en algún momento llega la pregunta ¿qué tiempo voy a hacer? Los maratonianos primerizos suelen decir ‘voy a darlo todo y que sea lo que tenga que ser; mi objetivo es terminar, y si me encuentro bien y además bajo de X horas bienvenido sea’.

Los expertos en la rebautizada como ‘crisis climática’ nos han mostrado que un nuevo cambio climático (ha habido muchos desde el Big Bang...) lleva tiempo produciéndose, y que parece claro que éste es antropogénico, causado por la actividad humana y concretamente por las ingentes cantidades de gases de efecto invernadero que hemos emitido desde la revolución industrial. El objetivo de limitar el calentamiento a 1.5ºC para el año 2100 es ya inalcanzable para algunos expertos por la lenta eliminación de las cantidades de GEI acumuladas en la atmósfera, y hacen falta políticas muy ambiciosas para no sobrepasar los 2ºC que nos llevarían, se apunta, a consecuencias tan devastadoras para el planeta como desconocidas.

En esta crisis climática que está en marcha, Europa quiere liderar la conocida ‘transición energética’ hacia una economía descarbonizada, porque no hay ‘planeta B’ para nuestros hijos, y porque además es económicamente rentable, tanto para el mundo en general como en particular para quienes vendan la mejor tecnología para lograrlo. Y por qué no reconocerlo, las garantizadas migraciones masivas de centenares de millones de personas por falta de agua serían tan peligrosas para los migrantes como para los que traten de evitarlas con muros y balas. Así pues en este momento de establecer nuevas políticas ambiciosas, Europa ha preguntado a cada país miembro, ¿vosotros qué objetivo os ponéis, y cómo pretendéis alcanzarlo?

En un símil para ‘runners’, tenemos que correr un maratón por la crisis climática porque ya vamos tarde, y Europa nos ha preguntado ¿vosotros qué tiempo queréis hacer? Y nosotros los españoles hemos respondido a Europa que queremos correr en 2 horas, es decir a un ritmo inferior a 3 minutos por kilómetro durante 42 kilómetros, a pesar de no haber corrido nunca un maratón. Hemos propuesto alcanzar en 2030 un 42% de energías renovables sobre la energía final, y 74% en el sector eléctrico, lo que conlleva un endiablado ritmo superior a 6GW/año si incluimos la sustitución de antigua potencia eólica que llegará gradualmente al final de su vida técnica.

Los españoles somos buenos runners, estamos en forma, y estamos equipados para correr. Hemos instalado renovables a un buen ritmo de casi 3GW/año en la primera década de este siglo, salvando retos técnicos para su integración que pocos veían posible al empezar aquella, nuestra primera gran carrera.

¿Bajaremos de 2 horas en este primer maratón? Pues técnicamente, posible es, nos lo demostró recientemente Kipchoge en una hazaña estratosférica que se pensaba inalcanzable para la especie humana. Ahora bien, ni creo que bajemos de 2 horas, ni creo que deba importarnos. De hecho, el borrador de Ley de Transición Ecológica propone un objetivo menos ambicioso de ‘al menos 35%’ de penetración renovable sobre la energía final, sin objetivos concretos para el sector eléctrico. Digamos que aunque a Europa le hemos indicado un objetivo no vinculante de correr ‘en 2 horas’, internamente nos comprometemos a correr ‘sub 3’; que ya es.

Lo importante es que tomemos la salida al ritmo dosificado que sugería Induráin para hacer buenas cronos: “empezar a tope, a mitad de camino acelerar, y terminar esprintando.” Precisamente eso debe hacer España (y todo país europeo!), empezar a tope maximizando el ritmo de instalación. No podemos discutir antes de salir si correr o no esta carrera, si estamos o no suficientemente en forma, si cogemos unas zapatillas u otras, si glucosa en pastillas o en gel, o si salimos dosificando fuerzas.

Idealmente haríamos un entrenamiento de libro, y tras años de preparación nos pondríamos en un terreno llano a rueda de un coche eléctrico que nos marcase el ritmo junto con 10 liebres de talla olímpica que nos corrigiesen cada megavatio desviado del ritmo objetivo. Pero eso sería posible solo en un mundo ideal en el que no llegásemos tarde al clima.

El ritmo exigido para correr en 2 horas es francamente bestial, más fuerte del que hemos mantenido nunca, ni siquiera en distancias más cortas. Y en los primeros años probablemente empezaremos a entre 5 y 6 minutos por kilómetro; normal, cuando este maratón ni siquiera lo teníamos planificado en la agenda hasta principios de este año. Ciertamente no se puede empezar este maratón a ritmo de Kipchoge sin una mínima preparación; no es prudente empezar una carrera de larga distancia sin planificar los ritmos (salvo Miguel Induráin), y los inversores deben saber que sin duda existen riesgos considerables de ‘ir tirando’ con tantas incertidumbres: la regulación del sector irá evolucionando durante la carrera, los inversores futuros tendrán probablemente costes a la baja y un número incierto de ellos serán apoyados con incentivos que les protejan de un mercado eléctrico potencialmente canibalizado, los cierres nucleares dependen de muchos más factores que de estar programados en un papel sin especial valor, el almacenamiento necesita un marco que aún no existe y las baterías tienen hoy un coste prohibitivo, el vehículo eléctrico tenemos fe en él aunque hoy por hoy es sólo para los ricos, las 3 nuevas interconexiones eléctricas con Europa para 2030… en fin... Una cosa son los retos y recomendaciones como país, y otra el reto y recomendación individual para cada inversor, que sí debe medir sus fuerzas y sus desembolsos al adquirir o desarrollar un proyecto real.

Lo importante hoy para el país es sin duda arrancar a lo Induráin, tanto si llegamos a la proeza de Kipchoge como si no. Porque el contador ya está en marcha; porque tenemos técnicos espectaculares a la vanguardia de la integración de energías renovables en la red; porque hay apetito económico y cadena de suministro; porque tenemos jóvenes que empujarán con sus votos políticas energéticas ambiciosas; porque si en un momento de la historia mandamos a gente a la luna y volvió con vida, empezamos ahora una carrera que nos pretende llevar algún día a Marte: generar la energía que mueva nuestra economía y bienestar con nulas emisiones netas de CO2.

Y si digo que cumplir el PNIEC es lo de menos, ¿cuál es la pregunta? En mi opinión la pregunta es más bien cómo maximizamos el ritmo. Desarrollaré algunas respuestas en otra ocasión, pero apunto mi top 3 personal de prioridades: diseño inteligente de subastas de renovables, marco para el almacenamiento, y subastas de capacidad.

Recuerdo para terminar que realmente el objetivo no termina en 2030 con una maratón sub 2 horas o sub 3, o sub 4, sino que 2030 es un primer paso hacia un ultramaratón mucho más ambicioso, con unas décadas 2030 y 2040 con retos mayores que el de Kipchoge: llegar a Marte. Y tengo claro que eso lo veré con vida.

De momento sólo digo que no habremos hecho nunca un maratón, pero somos runners: ‘démoslo todo y que sea lo que tenga que ser; nuestro objetivo es avanzar hacia la descarbonización, y si todo va bien y además cumplimos el PNIEC, bienvenido sea’.

Javier Revuelta es Ingeniero Industrial por ICAI, MBA por INSEAD Business School, y trabaja actualmente en la consultora energética AFRY Management Consulting (anteriormente Pöyry Management Consulting)

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