Ese obstáculo es más que relevante, se trata ni más ni menos que de la oposición social, cada vez más generalizada, a la implantación de parques eólicos y plantas fotovoltaicas y que se resume en el lema con el que juego en el titular: “Renovables sí, pero así no”. Parece más que razonable y comprensible que determinados proyectos, especialmente los denominados megaproyectos que ocupan una gran superficie con pocos o escasos retornos para la población de la zona en la que se instalan, así como otros que ignoran las necesidades de la población y los condicionamientos medioambientales, provoquen el rechazo de los vecinos de los municipios que acogen estas iniciativas.
El problema es que este slogan sirve para bloquear tanto proyectos como los anteriormente descritos como también aquellos que están planteados correctamente y que son necesarios para avanzar en la transición energética que día a día se hace más imprescindible. En el “así no” cabe todo para bloquear los proyectos: planteamientos bien argumentados y afirmaciones disparatadas. No quiero contestar en este artículo a estos últimos sino plantear el “así MEJOR” como un nuevo enfoque con el que abordar el desarrollo de las renovables, ejercicio sin duda más complicado que la descalificación.
Y ese “así MEJOR” con el que queremos desarrollar las instalaciones renovables parte de estos tres ejes fundamentales: el respeto al medio ambiente, importantes retornos socioeconómicos para la zona en la que se implanten y, por último, participación ciudadana.
El respeto al entorno natural de los terrenos que vayan a acoger las instalaciones abarca un ámbito muy amplio: desde las cuestiones paisajistas hasta las medidas correctoras para garantizar la biodiversidad de la zona. La afección al paisaje suele ser el primero de los argumentos en contra de las instalaciones renovables, especialmente de los parques eólicos. Nadie puede negar ese impacto, como lo tiene cualquier iniciativa humana, y es obligación de los promotores minimizarlo, pero existe una realidad incuestionable y es que el viento sopla generalmente más en las alturas y, por tanto, en lugares más visibles que son los que hacen rentable la explotación de este recurso natural para la generación de electricidad. Aun así, los promotores podemos buscar en la zona donde hemos detectado la presencia abundante de este recurso los puntos con menor afección paisajista como hemos hecho en el proyecto HYBREX que tramitamos actualmente en la comarca de Montánchez.
De la misma forma que las bondades genéricas de las renovables no pueden suponer un salvoconducto para su desarrollo en cualquier parte, la defensa del paisaje no puede ser un valor absoluto que con ser nombrado ponga punto final al debate. Debemos considerarlo como un bien a conservar, pero poniendo también en la balanza las ventajas que supone en todos los aspectos el desarrollo de las energías limpias. Si cada población considerara que su paisaje es intocable (todos tenemos derecho a pensarlo) el mundo se pararía y hoy con la dinámica del cambio climático eso supondría pegarnos un tiro en el pie, puesto que esos paisajes pueden verse mucho más afectados en el futuro como consecuencia de esta amenaza global que constituye el calentamiento del planeta.
Frente a este elemento subjetivo y emocional, y por ello respetable, existen otras actuaciones en nuestra mano para que la implantación de parques y plantas fotovoltaicas no alteren el entorno medioambiental. Un entorno que tiene que estar presente desde el primer momento en el diseño de los parques, de los accesos y de las líneas de evacuación y que deberán ser redefinidos si los estudios de impacto ambiental así lo requieren. Además, el promotor tiene la posibilidad de introducir en el parque elementos que favorezcan la permanencia, incluso el incremento, de la fauna y la flora local, con un catálogo de actuaciones muy diversas cuya eficacia ya ha sido demostrada.
Retornos socioeconómicos
El segundo eje que nos planteamos desde Reolum como promotores es asegurar que la presencia de nuestros parques y plantas generen unos importantes retornos económicos y sociales para los habitantes de la zona, más allá de los obligados por los pagos de impuestos, alquileres de terrenos o la actividad económica que se genera especialmente durante la fase de construcción. Entendemos que nuestra presencia en el territorio debe suponer un revulsivo en el desarrollo de este. En primer lugar, con el empleo, la principal preocupación para esa España vaciada que asiste impotente al envejecimiento de su población cuando los jóvenes huyen ante la ausencia de oportunidades.
No es fácil que la construcción de un parque eólico genere muchos empleos directos dada la especialización que requiere este proceso, pero no por ello debemos dejar de intentarlo. En Estados Unidos, donde he participado en la promoción de varios parques, las empresas están obligadas a ofrecer oportunidades de trabajo a la población local. Nosotros no tenemos esa obligación, pero nos hemos propuesto avanzar en esa línea facilitando la formación de los trabajadores de la zona necesaria para optar a dichos puestos. Así lo exigiremos a las empresas subcontratadas. Mucho más viable es todavía incrementar el tejido laboral local en la implantación del autoconsumo con comunidades energéticas que promocionamos y financiamos también en el proyecto HYBREX.
Participación ciudadana
Por último, está el tema de la participación ciudadana. La transición energética no es solo sustituir unas tecnologías sucias por unas limpias, siendo este paso fundamental e imprescindible, sino que también consiste en cambiar la relación de los ciudadanos con la energía, como autoproductores, gestores o usuarios de esa energía, pero también participando en las decisiones que les afectan como lo es la implantación de plantas de generación renovable. Los vecinos tienen derecho a opinar, por supuesto en el trámite de información pública de los proyectos, pero más allá de este paso administrativo debemos escuchar, entender, explicar, dialogar y negociar, llegado el caso. Ellos, los vecinos, deben decidir también directamente el destino de los ingresos extraordinarios que, vía impuestos o donaciones directas del promotor, suponen estas iniciativas para sus municipios.
Esta idea de la participación culminará con la apertura del accionariado en el momento de la construcción de las empresas propietarias a los habitantes, ciudadanos y pymes de las zonas. Hoy no forma parte de nuestra cultura, pero sí sucede en otros países del norte de Europa donde la mayor parte de las instalaciones renovables pertenecen a cooperativas, comunidades de vecinos y otros tipos de asociaciones en un ejemplar ejercicio de democratización de la energía.
De momento, nosotros debemos velar por ese entorno en el que actuamos, asegurar los retornos socioeconómicos y escuchar y dialogar con la población porque estamos seguros de que “así MEJOR”. Con este renovado enfoque todos daremos luz verde al irrenunciable desarrollo de las renovables.
Yann Dumont es CEO de Reolum y presidente de ASEALEN
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